Falta una semana para determinar quién será el próximo inquilino de la Casa Blanca. Es natural que surjan inquietudes sobre lo que puede cambiar en las relaciones entre México y Estados Unidos. Por la interdependencia y vinculación actualmente existentes, es muy probable que tengamos reajustes, correcciones en el margen y también redefiniciones.

REAJUSTES

Empiezo por los reajustes. Un triunfo de los demócratas supondrá un peaje político a pagar por la administración mexicana, dada la cercanía que se estableció entre los presidentes Trump y López Obrador, que tuvo su punto culminante en la visita a la Casa Blanca de julio pasado. No creo que tenga un costo demasiado alto, pero sí algunos meses de congeladora. Tanta complacencia con Trump se tendrá que purgar. Otro ajuste inevitable, en este caso del lado mexicano, será resolver la disonancia que existe entre el Canciller y la embajadora en DC. No es saludable mantener abierta esa confrontación con independencia de la valía de cada uno de los funcionarios. Ebrard y Bárcena son muy competentes, pero incompatibles; no tiene sentido dejar abierta esa disputa cuando un cambio de gobierno abre la posibilidad de redefinir interlocutores.

CORRECCIONES

En el ámbito de las correcciones es de esperarse que, si el triunfo de Biden viene acompañado con una presencia importante de los demócratas en el Senado, se den cambios de énfasis en algunas temáticas. Descarto que vayan a revisar el TMEC, puesto que es hijo del bipartidismo y, por tanto, en un momento en el cual las dos economías han sufrido por efecto de la pandemia, no existe ningún incentivo racional para fomentar un período más amplio de incertidumbre.

Hay que recordar que llevamos 4 años de inestabilidad en las reglas comerciales y eso ha sido particularmente costoso para México. Lo que sí creo es que los demócratas pasarán cuentas más severas en materia de legislación laboral. El tema no será un mero trámite, cómo pudo haber ocurrido en el escenario de una hegemonía republicana. El incremento de los salarios y la democratización del mundo del trabajo son cosas que importan a sectores de ese partido.

Supongo que habrá también una corrección en el terreno ambiental en el que el gobierno de López Obrador no parece particularmente interesado. Biden ha dicho que sus prioridades están en la reducción de emisiones y en una economía mucho más verde. El proyecto desarrollista y recentralizador de AMLO en el ámbito energético tendrá que ser reconsiderado y revisar sus compromisos en materia de reducción de emisiones.

No creo tampoco que los demócratas den marcha atrás en el paradigma de contención de los migrantes centroamericanos en la frontera sur, pero de lo que no tengo duda es que serán mucho más severos con los temas de derechos humanos. Hasta ahora, el gobierno de AMLO ha sido eficaz para eludir el tema consiguiendo que los expedientes del pasado, como Ayotzinapa, pesen más que el asesinato de Samir Flores o la muerte de una mujer por las protestas en Chihuahua. Esos casos tarde o temprano alcanzarán al gobierno.

REDEFINICIONES

No considero, pues, que vaya a darse una redefinición de las relaciones en el ámbito económico, pero sí en materia de seguridad. El gobierno de Trump y el de López Obrador han sido esquivos en la definición del paradigma de seguridad. Ya no está vigente la Iniciativa Mérida y no tenemos una idea precisa de cómo y en qué cooperan las agencias norteamericanas con sus contrapartes mexicanas. La desconfianza es bastante obvia y seguir cuatro años por ese camino puede ser un calvario para el gobierno mexicano que sigue sin mostrar contundencia para mermar a las organizaciones criminales. Veremos quienes encabezarían la agenda democráta en esta materia, pero la vuelta a un paradigma que ponga en el centro de la problemática la corresponsabilidad, me parece que sigue siendo lo más benéfico para México. De igual manera se tendrá que redefinir toda la narrativa de la gestión fronteriza. Con la llegada de Trump pasamos de impulsar instrumentos normativos basados en la búsqueda de soluciones comunes al confrontador e irritante discurso del muro. Es de esperarse que, al igual que con Obama, el gobierno de Biden mantenga una sólida política de contención fronteriza y de deportaciones, pero prescindirán del discurso más agresivo del muro. México tendrá, por supuesto, que aprovechar para volver a la narrativa cooperativa del 2006 en adelante, que trabajó en su momento de manera brillante nuestro compañero de páginas Arturo Sarukhán. Seguridad y gestión fronteriza son pues, dos redefiniciones imperativas que un gobierno demócrata le planteará al gobierno de México y más vale que las vayamos pensado.

Muchas cosas pues, cambiarán a partir del próximo martes. Veremos qué dice el electorado estadounidense.

Analista político CISAN UNAM

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