La crisis de Culiacán no es un tema político. El asunto va más allá. La propaganda y las cargadas políticas son muy útiles para casi todo, menos para cambiar la realidad. Es claro que el gobierno mexicano tuvo una severa derrota en el plano interno y externo y lo importante es ver de qué forma salimos adelante y cómo recuperamos (porque la derrota es de todos) la supremacía del Estado de derecho que se expresa en la legitimidad del gobierno de imponer orden. La resistencia contumaz de un grupo criminal a la acción del gobierno constitucional y legítimo no puede leerse como una victoria del humanismo. Que la ley del narco impere es un problema de seguridad nacional y como tal hay que encararlo, no con las triquiñuelas de la propaganda.

A mi juicio, lo primero es pedir humildad en la administración. Querer cobrar viejas facturas, cuando el horno está a punto de estallar, es de una miopía extraordinaria. Una humildad que ayude a reconstruir la fuerza y finalmente someta al Mayo Zambada y a Ovidio Guzmán. El abogado de ese grupo hizo escarnio del gobierno al celebrar su decisión de soltar a Guzmán. Digámoslo con todas las letras, los enemigos del gobierno federal son ellos. Por eso no se deben distraer con pleitos menores, esta no es una mañanera más. Preocupa mucho la posibilidad de que los Estados Unidos se hagan justicia por propia mano y en un operativo especial que viole la soberanía, como ha ocurrido en el pasado, vengan a hacer lo que el gobierno mexicano no puede hacer o nos someta aún más como ha ocurrido en materia migratoria. El gobierno necesita credibilidad operativa para demostrar que puede hacer las cosas. Es tiempo de humildad para concentrase en la amenaza y entonar una autocrítica que empieza por el corolario de su estrategia.

El principio del mando único presidencial es riesgoso. El jefe del Estado es el responsable último de estos operativos que pueden terminar bien (los del huachicol) pero también terminar en un fiasco. La tentación del político es cosechar laureles pero igual puede ser responsable directo de los fracasos OJO. El mandatario, por diseño institucional, debe tener siempre una negación plausible cuando fallan las cosas. Se subraya machaconamente que el presidente despacha desde las seis de la mañana con el gabinete de seguridad y la pregunta entonces es: ¿de qué se habló esa mañana? ¿de qué lo informaron ese jueves? ¿de los preparativos de Santa Lucía y no de que se iba a cumplir una orden de aprehensión con propósitos de extradición de un peligroso delincuente? No sería vano que desclasificaran algún día esa reunión, como tampoco lo sería que entregaran las grabaciones del operativo. Ya que nos trasladan el dilema del Estado y su razón, sería bueno saber con qué información se contaba. No tiene sentido que el presidente sea el responsable último de estos operativos.

Lo segundo es el tema de la narrativa, la cual en el pasado tuvo hasta palabras dulces con El Chapo Guzmán cuando fue condenado a cadena perpetua y ahora tiene que comprobar que su hijo Ovidio le ha propinado una humillación incomparable a todos los vituperios que todos los conservadores de la historia, por hablar en sus términos, le han asestado. Al presidente le ha quedado claro que la fuerza de las organizaciones criminales no fue una figuración calenturienta de los presidentes anteriores. Son organizaciones con un enorme poder de desafiar al Estado y ahora le ha tocado a él ser desafiado y humillado por una organización criminal que demuestra que no va en declive. Ningún Estado puede ser desafiado en su propio territorio, porque el principio de la soberanía supone que no hay derecho superior al del Estado y en Culiacán, mientras no se demuestre lo contrario, los criminales pueden más que el Estado mexicano.

Urge inteligencia, no solo para perseguir a los enemigos políticos, sino para respaldar, en el terreno, los operativos del Ejército y, por supuesto, urge decir la verdad: cuando tienes buena parte de tus capacidades custodiando fronteras o construyendo aeropuertos, tus posibilidades de atender crisis con grupos criminales particularmente bien dotados se incrementa brutalmente.

Es tiempo de mesura y de una revisión acuciosa de la estrategia de seguridad. No perdamos el tiempo en politiquería (y menos desde el gobierno) y apoyemos a nuestro Ejército y la Guardia Nacional para que quede claro que a México no lo derrotarán los criminales.


Analista político. @leonardocurzio

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