La semana pasada fue prodiga en noticias del exterior. La más importante y auspiciosa fue la aprobación del T-MEC por un sólido bloque bipartidista en el Congreso Norteamericano. Con esta ratificación legislativa y con un Trump saciado por un tratado que puede claramente considerar como un triunfo personal, podemos esperar que se diluya parte de la incertidumbre que había frenado la inversión y también que se jubile, de una vez por todas, el mecanismo de presión de los aranceles. Será difícil para el presidente americano abrir fisuras a su propio tratado, pero todo puede ocurrir. Reglamentar e institucionalizar las relaciones comerciales es un avance extraordinario. Además, en esta ocasión el escrutinio y la vinculación exterior nos ayudarán a mejorar la calidad de un mercado laboral del que se puede decir casi todo, menos que sea un ejemplo a seguir. El candil de la calle ayudará a alumbrar la casa.

Otra noticia jubilosa fue la firma de una declaración conjunta entre México y Francia pronunciándose por un multilateralismo eficaz. Celebro que ambas repúblicas se reconozcan en los mejores valores de la humanidad y pugnen por trabajar en un abanico muy amplio de temas con enorme vigor. Desde las condiciones para el uso del veto, hasta la muy prometedora alianza para la igualdad entre hombres y mujeres que copresiden los dos países. Hay temas ineludibles que el esfuerzo de naciones con tanto peso en sus respectivas regiones, como Francia y México, consiguen darles proyección planetaria. Es un gran logro bilateral que volvamos a potenciar la pista multilateral sobre todo cuando los Estados Unidos, de manera muy clara, muestran escepticismo o abierta desconfianza a los mecanismos que han permitido al sistema internacional funcionar. Las críticas al mal funcionamiento son perfectamente válidas, pero la pregunta de fondo es: ¿qué ocurriría si no hubiese instituciones como la Organización Mundial de Comercio? ¿estaríamos mejor? ¿o la OMC ha evitado que los conflictos comerciales se agraven? Me parece absurda la actitud de la potencia, pero por ello tiene más valor el esfuerzo franco mexicano. En suma, México y Francia apuestan porque el sistema internacional funcione mejor y eso es una gran noticia.

Un multilateralismo eficaz tiene también una faceta que puede ser amarga para los gobiernos, pero muy útil para los intereses de la sociedad. El brazo de derechos humanos de la ONU ha dicho que la consulta convocada por el gobierno para legitimar una obra pública (el tren maya) no reúne los requisitos de una consulta canónica. La población no fue adecuadamente informada de los riesgos y los eventuales problemas que podrían generarse con la construcción de ese tren. Con este señalamiento la ONU nos ayuda a evitar un proceso de autolegitimación en la que el gobierno mayoritario incurre cada vez con más frecuencia. El gobierno propone, el gobierno dispone, el gobierno consulta, el gobierno descalifica a los críticos y finalmente anuncia el resultado de su consulta casi soviética.

Si no tuviéramos la vinculación externa (el candil de la calle como algunos lo llaman) que nos permite tener un dictamen sobre el caso, el asunto hubiese pasado a las cuentas de los propagandistas oficiales como el ejercicio más excelso de democracia directa. Queda claro entonces que aunque el presidente sea mayoritario, la ONU no aprueba o desaprueba con esa lógica de que todo está bien hecho porque el gobierno tiene buenas intenciones. La consulta sobre el tren maya no tiene legitimidad plena pues ha quedado tocada por este señalamiento de la ONU, como tampoco la IATA aprueba el cada vez menos explicable proyecto de Santa Lucía.

El multilateralismo tiene muchas formas de revelarse como un mecanismo eficaz para que este mundo funcione un poquito mejor. Feliz Navidad…


Analista político.
@leonardocurzio

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