Las bayonetas sirven para muchas cosas menos para sentarse en ellas. La política también, pero no sirve para ocultar de forma permanente las carencias. Sorprende que mientras el sexenio avanza, hay tres temas que el gobierno no logra reencauzar. El primero es la economía. El país crece, pero lo hace por debajo de su potencial. La producción industrial ha perdido tono, según la última medición del IGAE, y el hachazo que se ha dado a la industria automotriz y a los distribuidores, con el decreto de regularización de los autos irregulares, no augura nada bueno.

Mientras el mejor año del sexenio en términos de desempeño económico está por finalizar, el oficialismo libra sus batallas contra las empresas a las que ahora acusó de usar la filantropía para evadir impuestos y con un tono gélido volvió a despreciar la contribución de sus brazos de responsabilidad social y promoción de la cultura. El planteamiento es antiguo y poco considerado. Pero contrasta con el tono agresivo que se ha usado contra las empresas que están en el sector eléctrico a las que ha acusado de querer ganar dinero, que es su función económica fundamental. No le gustan, pues, ni empresas rentables ni las que asumen responsabilidades más amplias. Lo lamentará, porque está perdiendo un tiempo precioso en proseguir con sus ajustes de cuentas.

El sector salud se ha colapsado. La forma en que desmantelaron el Seguro Popular con el Insabi nos ha llevado a un callejón sin salida. En su auxilio han llegado otras dependencias del gobierno y gracias a la diligente actuación de la Cancillería para procurar vacunas. Por cierto, si siguiéramos esperando resultados de la vacuna “Patria” no se hubiesen aplicado más de 136 millones de dosis. Así de claro. Cuando las promesas de una vacuna nacional fructifiquen, la ciencia neoliberal habrá provisto de biológicos que han aplicado dependencias como las Fuerzas Armadas y la Secretaría de Seguridad Pública. El abasto de medicamentos es una desgastante promesa que sigue sin cumplirse y no se ha normalizado la compra de medicamentos con las capacidades propias del gobierno, dependemos todavía de la UNOPS, como los países que tienen una crisis de estatalidad. La pandemia explicará muchas cosas, pero la política no logrará ocultar la impericia de las nuevas estructuras y mecanismos. La política sirve para muchas cosas, pero no para que haya medicinas por generación espontánea.

Finalmente está la falta de planeación de las obras públicas. El Aeropuerto de Santa Lucía, por ejemplo, sigue su calendario y no hay duda de que los ingenieros militares cumplirán en tiempo y forma. Tendremos un aeropuerto que ha despertado el entusiasmo legitimador de legisladores y comisionados del INAI, pero por más política que se haga, no hay manera de ocultar que no hay obras que lo conecten con eficiencia con el Benito Juárez o el centro de la capital. No hay vía férrea que haga confiable llegar en un tiempo previsible al recinto aeroportuario y hay poca claridad sobre la forma que llegaremos en auto. Aunque avasallen con bots, la infraestructura para conectar el Felipe Ángeles con la CDMX sigue siendo una hipótesis de los funcionarios que solo le ven ventajas. El gobierno despliega su retórica y sus videos de los lunes, pero no mejora la infraestructura y la movilidad de esa parte de la zona conurbada. La política sirve para muchas cosas, pero no para hacer más eficientes las comunicaciones.

Además, opino que la UNAM es un motivo de orgullo para todos.

Analista político.
@leonardocurzio