Al Presidente le gusta estar en el centro de la batalla pública. Celebra la polémica y la interpreta como un signo de vitalidad. El problema es que es una polémica estridente y de baja calidad. Estar o no en favor de una consulta, visiblemente inconstitucional, es llevar el debate a una esquina intelectualmente castrante. El principio mayoritario de legitimación no se combina con el de legalidad. Es una blasfemia. No me extraña que el mandatario diga que, salvo sus cinco magníficos, el resto de los columnistas critican sus decisiones e incluso sugiere que lo quieren silenciar. ¿Quién querría o podría mandar callar al Presidente?

El alegato es una abominación. El Presidente puede y debe argumentar en la escena pública pero que use la tribuna presidencial para llamar “matraquero” a un ex rector de la UNAM no es un tema de libertad: ¿ayuda en algo al debate público? ¿Qué plumas podrían defender, para crear un balance, que Jaime Cárdenas no dejó el cargo porque estaba cansado? Que lo haya dicho el jefe del Ejecutivo no significa que lo escrito por el prestigiado jurista no sea atendible. Cárdenas alega que no se puede concebir el gobierno como un cofre de tesoros que se repartirán a los pobres, cuando se parece más a un barril de pólvora que, por cierto, hay que pagar. Una buena discusión sería: ¿qué hacemos con el INDEP? y no descalificar a Cárdenas.

No es fácil operar un Estado que cada vez tiene menos capacidades. Tampoco gobernar sin subsecretarios. No hay manera de suponer que habrá defensa de malas ideas simplemente por generar un balance y que el gobierno —o más bien el Presidente— no se sienta disminuido. ¿Qué ventaja tiene, por ejemplo, trasladar Secretarías a otras entidades? Si era una mala idea antes de la pandemia, ahora es pésima; es innecesaria y contraproducente. No imagino al Secretario de Educación movilizándose para garantizar educación a distancia y que lo estén carrereando para irse a Puebla.

Cada vez le cuesta más generar unanimidades en temas artificiales y bizantinos como no usar cubre bocas o declarar 31 veces que ya está bajando la pandemia. Ni Pedro invocó tantas veces al lobo. La función presidencial es tratar de ganar debates, pero sobre políticas públicas, sobre opciones reales y no intentar defender que la rifa del avión fue un éxito. Aún a los más abyectos les cuesta comulgar con ruedas de molino, aunque les pida lealtad ciega.

¿En qué puede resultar benéfico para la democracia defender una actitud acosadora y francamente inicua al sugerir que Coparmex, Krauze, Aguilar y Loret se vayan al campamento de FRENAAA? Coparmex ha trabajado en hacer crecer el salario mínimo y en la reforma del sistema de pensiones. La democracia mexicana le debe mucho. Es injusto emparentarla con un movimiento de extrema derecha simplón y reduccionista. Pasar por alto la obra de Krauze o Aguilar y asimilarlos a ese frente es una aseveración que no honra a quien la pronuncia. México es, entre otras cosas, sus instituciones culturales y este país no sería el mismo sin Nexos o Letras libres. Son grupos de pensamiento que siguen vivos en el debate nacional y global y no un coro de fanáticos que gritan: “fuera el Presidente”. Pero parece que éste se siente más cómodo con FRENAAA, que habla un lenguaje muy parecido al de la confrontación y el victimismo, así como una soberanía popular más semejante a una vaga interpretación medieval que a una práctica jurídica constructiva. No es saludable, ni dentro ni fuera del gobierno, llevar el debate a la ciega lealtad o como decían los priistas: “con usted, licenciado, hasta la ignominia”.

Analista político.
@leonardocurzio

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