Un grupo de ciudadanos que participan en el debate sobre la seguridad ha llamado a mesas de reflexión para construir la paz. No seré yo quien objete una idea tan excelsa como la paz, pero la forma en que organizamos las conversaciones condiciona su resultado. Tan erróneo como llamar guerra a la política antidrogas es suponer que se debe construir la paz.

Lo que hoy se plantea como paz implicaría que un grupo que ejerce violencia sobre otro, cómo lo hace Rusia sobre Ucrania, lo deje de hacer. En este caso se puede, optar por circunloquios y diluir la responsabilidad rusa, pero si hoy queremos la paz, Rusia debe retirarse de Ucrania. Como bien dijo Macron son rusos los que están en Ucrania y no al revés. En contraste, en el contexto mexicano no hay un actor eficiente que esté desafiando a un colectivo o a un territorio. Lo que tenemos es una descomposición enorme de una sociedad que convive con la ilegalidad y un Estado disfuncional.

La sociedad mexicana requiere de un Saviano que le haga ver que muchas de sus prácticas son las que vigorizan a los criminales. En este país, el contrabando de vehículos ha sido casi glorificado, igual que la industria de la piratería y los tianguis donde se comercializa lo robado. En el robo de combustible coexisten actores formales con delicuentes al igual que en el lavado de dinero que llega hasta los circuitos políticos. Todas estas son interacciones de la comunidad con el crimen organizado que desafían la convivencia civilizada.

No podemos librar una guerra contra nosotros mismos, porque los que matan y mueren son mexicanos, que están además implicados en prácticas crecientes como el consumo y comercialización de sustancias prohibidas. Este país lo que requiere es orden, no un tratado de paz.

El orden político se construye fortaleciendo al Estado y no con discusiones infecundas como las del transitorio. El Estado debe funcionar, las policías deben operar, las fiscalías deben investigar, los órganos de inteligencia proyectar, prevenir y auxiliar la toma de decisiones; las instancias de coordinación deben sistematizar de manera que la acción del Estado sea superior en su alcance y profundidad a la de cualquier organización subnacional.

Seguimos contándonos historias fantásticas, en vez de exigir que trabajen los que tienen que edificar instituciones y poco a poco ir haciendo el trabajo de decantar a los ciudadanos pacíficos y respetuosos de la ley y el orden del universo criminal en el que conviven.

Tenemos una vieja cultura de antagonismo, que consiste en rechazar la ley por considerarla inicua e ilegítima, por eso tiene razón Tello cuando dice que el nuevo modelo de seguridad debe ser legítimo en el sentido de estar conformado por ideales nacionales, legalmente sólido y bien financiado. Vale la pena leer (Seguridad, Inteligencia y Gobernanza de México, ITAM 2022), un libro en el que no solamente se describen los problemas, se aportan soluciones concretas.

La solución del problema descansa en eficiencia gubernamental y construcción de instituciones o como lo diría Huntington: orden político. La prioridad es mejorar la gobernabilidad funcional, no posponer los problemas al 2028. Eso es patear el bote.

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Analista
 @leonardocurzio

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