El bicentenario del nacimiento de México como estado independiente no tuvo como eje la reconciliación, que era el propósito original. Ni grandes celebraciones, ni Biden, ni Putin, ni por supuesto el Rey o el Papa. Algunos facsímiles entregados para no desairar las peticiones y poco más. Un pleito, como dice Villoro, con los símbolos más que con el ánimo de transformar la vida de los indígenas y encarar el futuro con un ánimo optimista de propósito compartido.

Entramos al otoño con un panorama político muy parecido al de trimestres anteriores. Así lo sugieren los datos de GEA-ISA (Reporte de Gobernabilidad, septiembre 2021). En líneas generales el Presidente está bien y el país no tanto. AMLO conserva un nivel de aprobación del 54%; su credibilidad ha subido: 34% le cree mucho, 36% le cree poco y un 25% no le cree nada. La pandemia y su manejo le dan buenos números, aunque persiste un profundo escepticismo sobre el control gubernamental de las variantes. En materia de seguridad el país está dividido.

La percepción de la consulta sobre la revocación no ofrece buenos números para la postura presidencial: 46%, no está de acuerdo en convocarla y 40% está a favor. Más inquietante aún es que hay un 41% que dice que el Presidente debería irse, pero el 56% cree que debe completar su mandato. Nada que no pueda cambiarse con 10 mañaneras seguidas y todo el aparato propagandístico para presentarla como una innovación extraordinaria. En estos tiempos todo es histórico para la narrativa oficial. Todo es sublime, novedoso, ínclito.

Lo que queda claro, sin embargo, es que la sensación de que la política tiene mala calidad es muy amplia. El 47% se dice insatisfecho con la democracia y en muchos casos se empieza a detectar hartazgo por la forma confrontacional con la que el mandatario maneja incluso los momentos más solemnes y oficiales de su mensaje como el Informe. El “tengan para que aprendan” se ha convertido en una especie de grito de guerra o, mejor dicho, de porra, que no busca convencer ni persuadir sino avasallar con jactancia. Ni cuando los números le son favorables sabe presentarse con humildad. No hay éxito que no sea restregado en la cara de sus adversarios. La política no satisface y solo el 17% la ve mejor que antes, porque el espacio público se ha vuelto, en muchos sentidos, repetitivo y profundamente árido.

Lo que es todavía más revelador es que el rumbo del país no convence ni a la misma franja de ciudadanos que aprueba al Presidente. Los que creen que el país va por el rumbo correcto han bajado del 60 al 38% y los que consideran que el país va por la ruta equivocada han subido del 35 al 44%. La 4T, en esencia, tiene una carta fundamental que es el carisma del jefe del Ejecutivo y su enorme popularidad, pero en el campo político, económico y de seguridad, la opinión pública sigue percibiendo a un país muy similar. Si eso es un nuevo régimen que baje Dios y lo vea. Y si este año fue el de la reconciliación habrá que ver cómo nos va cuando los cuchillos ya estén afilados.

PD: Hay que fijarse más en Alicia Bárcena.

Analista.
@leonardocurzio