El Presidente se ha quejado, en más de una ocasión, de los intelectuales que analizan la realidad, pero no la transforman. Debería inquietarle que la acción legislativa de su bancada hace lo mismo, pero en vez de ensayos aprueba leyes retóricas. En un plano metafísico los intelectuales piensan, los legisladores redactan leyes (el mandatario contribuye a la inmovilidad con sus discursos pépticos y su infatigable propaganda) pero la realidad sigue incólume y si me apuran, empeorando. Este gobierno, como los anteriores, vive obsesionado con cambiar las leyes; cree que en eso consiste la política, sin reparar en que es el mismo ídolo de la reforma legal que movió al Pacto por México y que, con ropajes distintos, hechiza a la 4T.

Tienen prisa por cambiar leyes sin que exista suficiencia presupuestal y mucho menos un sentido elemental de prioridad regulatoria. Aprobar leyes para penar el castigo corporal a los niños es loable como propósito, pero inaplicable en un país en el cual el 92% de los delitos no se denuncian. ¿Qué esperan los legisladores? Que si una madre da un chanclazo a un niño ¿éste la vaya a denunciar? Y a su vez, esa madre que ha sido golpeada por su pareja ¿también vaya a denunciar? ¿Ante qué autoridad y en qué condiciones se hace exigible y atendible ese derecho? Tengo la impresión de que estamos invirtiendo las prioridades y que vamos por aquello que es fácil, en vez de atender la gravedad de un problema añejo de violencia y malos tratos en una sociedad machista y patriarcal. Se llenan la boca anunciando que endurecen las penas para delitos de odio racial, pero en este país se mata por muchas razones y no estoy seguro de que, hasta ahora, el perfil racial sea el más importante. No me parece mal que esos temas estén en la agenda, pero claramente no es con una aprobación genérica de prohibiciones como se deben atender, hacen falta políticas públicas y sobre todo suficiencia presupuestal para hacerlos creíbles

Sin presupuesto, las leyes son versos o ripios. Dos ejemplos de la falta de articulación en la función legislativa: legislaron en materia de regulación del cannabis y lo que nos proponen es la expresión directa de las tres cosas que saben hacer. La primera, hacer más frondoso el árbol regulatorio; la segunda es creer que lo que este país requiere son leyes detalladas y no principios generales y la tercera es que en sus sueños húmedos fantasean con institutos sin aprobar los recursos para que éstos funcionen.

La realidad monda y lironda es que el gobierno de México no puede identificar a sus ciudadanos, terminar un tren de 50 km en menos de 5 años y tampoco puede gestionar un aeropuerto garantizando normas sanitarias. Si no son capaces de organizar un servicio postal o distribuir la vacuna tetravalente ¿qué nos hace suponer que el regulador del cannabis va a funcionar como relojito?

Todavía más delirante es la reforma a la ley de seguridad nacional, que sale de las entrañas más recónditas del Estado y sin consulta vuelve a plantear una legislación que reproduce lo que saben hacer nuestros políticos: cambiar la ley en vez de moldear de otra manera la realidad, establecer un articulado cada vez más barroco y pormenorizado y en consecuencia, darle más ramas al árbol regulatorio y crear nuevos institutos y organismos a contrapelo de la retórica gubernamental que quiere deshacerse de los que ya existen y sí funcionan.

Este país ya vivió el Pacto por México y constató que se pueden cambiar leyes y al texto constitucional sin que ocurra absolutamente nada. La 4T padece el mismo mal.

Analista político. @leonardocurzio

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