El periodista lo veía estupefacto. Él había preguntado sobre una carta de un grupo de investigadores y el Presidente descargaba, sobre el diligente reportero de Notimex, una descarga de metralla sobre la corrupción en la Secretaría de Educación y aprovechaba para, en un largo e incomprensible circunloquio, cantar las loas de su programa de infraestructura escolar. Aprovechó la andanada para colar una crítica —muy fundada— contra los bebederos escolares que, con toda razón, el mandatario criticaba; pero no tenía nada que ver con la pregunta que le había formulado. Después decidió que era buen momento para arremeter contra escritores galardonados con el Nobel con los que él no coincide. Concuerdo con el Presidente en que Alejo Carpentier, igual que muchos otros grandes, murieron sin el Nobel; me atrevo a recordar a Borges o a Pérez Galdós, pero ya estoy haciendo lo mismo que criticaba: divagar.

Fue impresionante como, sin conceder la mínima atención al reportero de la Agencia de Noticias del Estado Mexicano, es decir, no de un medio que él considera hostil o conservador, ignoraba una pregunta perfectamente legítima y pertinente y volvía, con enorme resentimiento, a referirse a la comunidad científica. Una comunidad que no merece, ni por su aporte a la vida nacional, ni por su estatura intelectual, un trato así. Muchos de ellos votaron por él y al igual que muchos artistas y escritores de renombre, tuvieron posturas públicas de apoyo a su candidatura. Algo le incomoda al Presidente de ese estamento tan digno de consideración ¿Algún agravio a él o alguien cercano? No lo sé, pero me resulta enigmático.

Pero la más delirante de las justificaciones es que, en su momento, los científicos habían apoyado al porfiriato. Aunque tal cosa pudo haber sido cierta, parece disparatado no atender una queja de los investigadores, porque supongamos que sus tatarabuelos, en caso de que hubiesen sido científicos, ¡ellos también, apoyaron al porfiriato! Yo espero que en la Rusia de Putin no estén acusando a la comunidad científica de haber apoyado a los Zares y por tal razón, les recorten fondos sin ton ni son.

El diálogo es de ida y sin vuelta. Si eso hace en público, en cadena nacional de los medios públicos, a la vista de todos, puedo imaginar cómo transcurren los diálogos en privado en los que un tema requiere la atención del Ejecutivo. Supongo que con esa misma disposición atendió al sector privado cuando le proponía una serie de puntos para reactivar la economía y él respondía: no habrá rescate, no habrá un Fobapra. Me aterra que ahora que un grupo le pide apoyo para los museos y posponer su proyecto de Chapultepec (que a mí me resulta muy prometedor) vaya a lanzar una antífona en contra de los museos y los acabe acusando de sabrá Dios qué atrocidades del pasado.

Supongo que cuando descarga su furor ideológico contra las empresas eléctricas por lo menos dos de sus colaboradores sufrirán y se preguntarán: ¿qué les diremos a estos señores de Iberdrola que anunciaron, con Romo como testigo, inversiones por más de 5 mil millones de dólares? ¿Obtendrán como respuesta el memorial de agravios que el sector privado ha acumulado en un siglo?

Ante esta disposición de un Ejecutivo que habla, pero no escucha y si escucha, no responde a lo que le preguntan, la pregunta es: ¿el Legislativo está pintado?

Analista político. @leonardocurzio

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