No cabe duda de que Donald Trump es un hombre con suerte, mucha más de la que merece. Hasta antes del principio de la gran pandemia del 2020, Trump confiaba en alcanzar la reelección gracias, sobre todo, al buen rumbo de la economía estadounidense. No le faltaba razón. A pesar de sus errores en otros asuntos y de su impopularidad persistente con un segmento considerable del electorado, Trump había conseguido mantener el crecimiento de la economía del país, variable de peso en cualquier elección presidencial . Entonces llegó el virus, y la crisis expuso la incapacidad de Trump. Desde principios de marzo, el tema central de la vida pública de Estados Unidos ha sido la pandemia, seguido del movimiento Black Lives Matter . Ninguno de los dos, ni la pandemia ni las manifestaciones en busca de justicia racial, beneficia a Trump. Todo lo contrario. En gran medida, la prevalencia de la pandemia ha puesto a Trump contra las cuerdas rumbo a la elección. Y con todo merecimiento: en Estados Unidos han muerto más de 200 mil personas.

Pero Trump tiene suerte. La muerte de la célebre magistrada liberal Ruth Bader Ginsburg le ha permitido cambiar de tema. Y es que es mucho lo que está en juego. Si el Senado confirma a la juez Amy Coney Barrett , candidata de Trump para sustituir a Ginsburg, el máximo tribunal tendrá una supermayoría conservadora que podría durar una generación. La posibilidad de desviar la atención de la tragedia del coronavirus es un respiro para Trump, que ahora llegará al primer debate presidencial, a celebrarse el próximo martes por la noche, con una narrativa distinta a la losa que suponía defender sus errores en el manejo de la pandemia.

El debate, que será moderado por Chris Wallace , periodista de Fox News, es uno de tres encuentros que tendrán Trump y Biden en el próximo mes. A esto se sumará un debate entre los candidatos vicepresidenciales . Aunque, de acuerdo con los sondeos, quedan muy pocos votantes indecisos, lo cierto es que los debates son los únicos puntos de inflexión que le quedan a la agenda de la campaña presidencial (habrá otros, pero obviamente es imposible preverlos) y su resultado podría afectar el rumbo de la elección.

El que no puede darse el lujo de perder es Trump. En los debates hay una regla que suena a perogrullada, pero no lo es tanto: el puntero en la contienda gana si evita perder. Me explico. Piense el lector en la actitud de Andrés Manuel López Obrador en los encuentros del 2018, cuando salió a defenderse con astucia. Al evitar perder, ganó. Lo mismo necesita Biden , quien encabeza con claridad las encuestas nacionales y una mayoría de los sondeos en los estados clave. Su objetivo en los debates presidenciales es salir lo suficientemente ileso como para evitar la erosión de su ventaja. Trump está en la situación contraria. Necesita sacudir a su adversario. Para lograrlo, Trump debe tomar la iniciativa y tratar de exhibir a Biden como lo que Trump insiste que es: un supuesto títere de la extrema izquierda que, dada su edad, no está ya preparado para ser presidente.

El problema para Trump será precisamente ese juego de expectativas. Ha pasado semanas repitiendo que Biden es un viejo senil que no puede hilar dos oraciones sin tropezarse. Recuerda, por ejemplo, a la imagen que Al Gore y los demócratas pintaron de George W. Bush antes de los debates en el 2000. Bush, decían sus rivales, era casi un oligofrénico, inculto y balbuceante. Con expectativas tan bajas, lo único que Bush necesitaba era mostrarse ligeramente coherente para ganar el debate. Así lo hizo, y de paso exhibió a Gore como una suerte de pedante sabelotodo. Si el martes Biden demuestra que no padece ninguna demencia senil sino, por el contrario, mantiene agudeza y elocuencia , saldrá bien librado del encuentro con Trump.

No será fácil. Trump seguramente saldrá con la espada desenvainada, dispuesto a calumniar a Biden a como dé lugar, comenzando con referencias a su hijo Hunter y cualquier otro argumento que Trump crea puede punzar la templanza de Biden. El candidato demócrata tendrá que mantener la calma, confiar en que el moderador hará su trabajo poniendo ciertos límites a la desfachatez trumpista y recordar, antes que cualquier cosa, que el puntero no necesita saber atacar, sino saber defenderse con destreza.

Veremos qué ocurre el martes. ¿Seguirá acompañando la fortuna a Donald Trump?

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