Una frase, atribuída a Nelson Mandela, sugiere que “nada dice más del alma de una sociedad, que cómo trata a sus hijos.”

El pasado 15 de agosto, un autodenominado analista político publicó un tuit con un video de un menor en el contexto de su vida privada. El transgresor, además, criticaba al niño.

La publicación incitó una cascada de violencia contra quien había sido víctima de violación a su imagen y a su privacidad. Un ejército de bots se sumó al ataque colectivo en un carnaval de máscaras que mantuvo impunes a los perpetradores en su anonimato. Twitter, por su parte, fue testigo mudo de la agresión y facilitó el Coliseo.

El perpetrador vulgarizó y envileció el periodismo, con tal de ser estrella fugaz de las redes sociales.

La ley es clara, cuando se trata de alusiones a menores de edad, el interés superior del niño está por encima de la libertad de prensa y la libre expresión de las ideas. No concibo que el pseudoanalista ignore que no se puede publicar la imagen de un menor, sin permiso de sus padres. No puedo creer que desconozca los principios de la Convención sobre los Derechos del Niño promovidos por la ONU y de un plumazo, los haya destrozado.

Twitter es una de las redes sociales con mayor popularidad mundial. Ha abierto espacios democráticos. Tiene códigos de ética, que prohíben la glorificación de la violencia, el acoso, incitación al odio y la venganza. Recibe denuncias, investiga y aplica sanciones, como la cancelación de las cuentas a quienes actúan en contra de una interacción pública constructiva. En este caso, lamentablemente, Twitter ha elegido proteger la impunidad.

Presenté mi denuncia a Twitter, como otros mexicanos, contra estos actos de agresión. Respondieron pidiendo disculpas por la demora que anticipaban a causa de la pandemia. ¿Sería muy oneroso para una empresa que factura más de 2,500 millones de dólares al año, dar celeridad a este tema y frenar la violencia? Su intervención es urgente por tratarse de un menor. La agresión escala. La demora los hace cómplices.

El menor en cuestión es hijo del presidente de México. En una columna de opinión, Paola Rojas cuestionó las agresiones que ha sufrido en el pasado. “Atacar a un niño nos degrada como sociedad… No seamos esa sociedad injusta que ataca a quien percibe débil, para lastimar al adulto con el que discrepa.” #ConlosNiñosNo, concluye Rojas. https://www.eluniversal.com.mx/opinion/paola-rojas/conlosninosno

Quien desea criticar al actual Presidente de México puede hacerlo con absoluta libertad, como en muy pocos países del mundo. Sus “mañaneras”, en donde a diario da la cara a periodistas y ciudadanos son inéditas. El autor del tuit usó el amor filial como la vía más ruin para vomitar sus desacuerdos.

Quienes conocen a los hijos de Andrés Manuel, como cariñosamente el pueblo le llama, saben que han sido educados con amor, en el respeto a los valores y a los principios éticos. Son excepcionalmente sencillos. Honran a la juventud y a la niñez mexicana. Son de espíritu fuerte y seguirán creciendo como árboles en el tiempo.

Convocamos a la sociedad consciente, sin importar sus filias, que rechace participar en eventos que agreden a un menor y que exija a Twitter proteger los derechos de los niños. No se vale, no importa que sea hijo de un presidente o del hombre más humilde.

Contra los niños, nada, dijo Beatriz Gutiérrez Müller con legítima indignación. Sí, los niños del mundo son intocables; no importa de qué casa o de que país vengan. Todos son nuestros.

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