-¿El Señor Lucas Martínez? Le hablamos de Bancomer porque tenemos 3 cargos raros de $933 pesos cada uno de AX Seguros. Queremos confirmar si usted los hizo.

—¡No los hice yo!

—Por favor, apunte el número de reporte 201974. Lo transfiero al área de cargos no reconocidos. No cuelgue...

Suena la música institucional del banco que Lucas conoce y responde un nuevo operador quien se dirige a él con sus dos apellidos, repite los cargos y le pide datos de su plástico.

—Por favor, ¿me puede confirmar los 16 números de su tarjeta empezando por el 4152?

A Lucas le empieza a oler mal y se niega a dar la información. El operador insiste primero, se irrita después y termina por amenazarlo con tener que cubrir los cargos. La llamada termina a gritos. Lucas se comunica a su sucursal bancaria en donde le confirman que se trata de un fraude. Momentos más tarde, tras una breve búsqueda por internet, Lucas descubre con rabia que desde el mismo número del que le llamaron, han hecho exitosas estafas a muchas personas... desde hace varios años.

Perseguir penalmente el caso de Lucas como un incidente aislado no es viable económicamente. La ecuación cambia cuando casos parecidos se agrupan y se desarrolla una estrategia común para resolverlos. Algunas fiscalías del país han instalado Unidades de análisis o Unidades de investigación de delitos con imputado desconocido. ¿Cómo funcionan? La primera diferencia del modelo tradicional es no asignar un caso a un investigador, sino asignar la responsabilidad de resolver un fenómeno delictivo a un equipo interdisciplinario. El objetivo no es judicializar un asunto sino encontrar al grupo de responsables de cientos de delitos.

Las unidades de análisis pueden integrarse con ingenieros en informática, criminólogos, sociólogos antropólogos o psicólogos. Representan una nueva cepa de detectives quienes buscan patrones: medio usado, tipo de víctima, tipo de guión, horarios de llamada… Idealmente, los analistas identifican también vulnerabilidades y, eventualmente, proponen estrategias de prevención. Por ejemplo: ¿son todas las víctimas clientes de Bancomer, como Lucas? Y si esto es así, ¿pueden mitigarse los riesgos para otros clientes?

Además de nuevos perfiles en recursos humanos, una Unidad de análisis requiere, casi obligatoriamente, una plataforma digital que almacene los datos a relacionar, para que analistas o, incluso, la inteligencia artificial vaya asociando eventos. Aquí de nuevo es donde el modelo tradicional naufraga. En aquellas procuradurías donde se sigue trabajando en papel, en donde los sistemas informáticos se reducen en almacenar machotes a los ministerios públicos, la investigación de fenómenos delictivos está empantanada.

Las formas modernas de cometer robos, fraudes o extorsiones han llevado a la confusión a muchos, quienes terminan por proponer fiscalías especializadas de todo tipo, como lo sería una fiscalía en delitos cibernéticos. Esto es un error. El medio de comisión, electrónico o telefónico, no es el delito sino la herramienta y, por tanto, es innecesario criminalizarla. La solución aquí es la Unidad de análisis. Para aquellas fiscalías que todavía no investigan el crimen en su contexto y con sus patrones, les dejamos la tarea de irse a dar una vuelta por las entidades que han implementado de manera exitosa Unidades de análisis; ojalá lo hagan, para que no dejen a otros Lucas vivir su propia suerte.


Miembro de la Comisión técnica para la transición de la PGJ a la Fiscalía General de Justicia
de la CDMX

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