Esta semana, el Senado de la República analizará la terna de aspirantes a cubrir la vacante de ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Entre las candidatas, Ana Laura Magaloni es la única doctora en derecho constitucional quien además ha podido pasar de la creación de leyes a la observación del espacio mismo donde se cocinan las injusticias.

Es sabido que la violencia en el país se concentra en unos cuantos municipios y dentro de éstos, puede identificarse hasta en calles específicas. Durante los años 2017 y 2018, Magaloni tuvo contacto directo con una oferta de justicia precaria en los barrios más pobres de Iztapalapa. Ella, ahí, corroboró que los procesos de violencia se detonan, sí, por la falta de oportunidades, pero también por la arquitectura del espacio urbano, por la escasez de servicios básicos y, como remate, por la ausencia de instituciones de justicia apropiadas para el territorio donde operan. Por ejemplo, la escasez de agua en Iztapalapa y la ausencia de una autoridad que fácilmente logre distribuir este bien básico bajo parámetros de justicia, genera el caldo que permite que la violencia hierva hasta llegar al asesinato para obtenerla.

La conclusión de estudiar casos como éste es que la violencia en el país no es sólo un tema de carteles y que, si pretendemos pacificarlo, tenemos que prestar atención a cómo opera la justicia a ras de tierra y no solo en las cortes, entre sofisticados abogados. Esta aproximación, a la que Magaloni llama justicia de barrio, ve la urgencia de hacer la institución adecuada para sus usuarios, que actúe en donde ocurren sus conflictos. Esto no podría estar más en las coordenadas de un gobierno que identifica la falta de equidad como uno de los problemas prioritarios.

En su dimensión más conocida, los observadores encuentran en Magaloni a una estudiosa del orden constitucional, pero es en realidad una arquitecta de este orden.

En 1994, Ana Laura Magaloni estuvo en el equipo de juristas que crearon el Poder Judicial Federal como lo conocemos hoy. A través de un paquete de reformas constitucionales ayudó a crear las acciones de inconstitucionalidad y controversias constitucionales como formas de resolver conflictos entre poderes que solían ventilarse en Bucareli. Al mismo tiempo, ayudó a definir la forma de darle independencia a la Corte a través del sistema de designación actual, poniendo candados a aspirantes dentro del círculo inmediato del presidente y del partido en el poder.

Magaloni integró también el grupo de líderes que transformaron la justicia penal en el país entre 2008 y 2016. A través de reformas constitucionales y nacionales, los procesos penales pasaron de ser un trámite de papeleo en los que el juez delegaba su función en pasantes de derecho, a un proceso apegado a estándares de debido proceso, presunción de inocencia y publicidad.

Además de su trabajo de diseño constitucional y legislativo, Magaloni ha sido capaz de abordar el área de instrumentación de políticas públicas. A lo largo de este año, ella lideró los trabajos de diagnóstico y propuesta de reforma al Ministerio Público de la Ciudad de México, trabajo que ha sido apreciado por los legisladores locales de todos los partidos.

Ana Laura Magaloni tiene una misión para transformar la justicia desde frentes distintos. En la competencia de competencias que se avecina, nadie en la terna la supera. Ninguna tiene una trayectoria en ámbitos tan diversos del derecho. Salta de lo académico a la implementación práctica, siendo siempre observadora de las fallas que pudieran tener esas ideas que en el papel se veían tan perfectas. Senadores: no busquen más. Existen dos candidatas con carreras dignas pero solo una con un perfil idóneo, que lleva años trabajando para que la justicia no sea para unos cuantos.



Miembro de la Comisión técnica para la
transición de la PGJ a la Fiscalía General
de Justicia de la CDMX

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