“Me paso a la porra”. “Mi oportunidad de sumarle al equipo está agotada”. Frases pesadas, contundentes. En medio de las conversaciones sobre política energética, uno de los temas tensos en la relación bilateral con los Estados Unidos, y un día después de la aprobación por parte del Senado de la permanencia de las FFAA en las calles, cuando ella se había manifestado en contra. Pensada y platicada con el presidente desde hace algunos meses o no, esta renuncia es abrupta. ¿Qué país tiene tan pocos pendientes económicos post pandemia para que un ministro de Economía no permanezca ni dos años al frente? No es el caso de México. Una mala señal para los industriales, señaló el presidente de la Concamin, José Abugaber. “Creemos que la permanencia de un secretario, en la de Economía, es fundamental para crear mucho mayor confianza a la inversión”, sumó José Zozaya, presidente de la AMIA (Asociación Mexicana de la Industria Automotriz).

Pero ese análisis no es mi tema. Desde el punto de vista de este espacio hay otra cosa qué decir. Y no de Tatiana sino del ser mujer funcionaria en estos tiempos. Esta es la primera renuncia por parte de una mujer en el gabinete de López Obrador. Desde aquí, la renuncia no ha sido abrupta. Un presidente que le da espacios a las mujeres, pero que no necesariamente les permite accionar a favor de las mujeres es un mal jefe, es un jefe de Estado que hay que confrontar. Hasta el día de ayer, el gabinete contaba con ocho mujeres: Medio Ambiente, Trabajo, Cultura, Bienestar, Energía, Educación, Seguridad y Protección Ciudadana y Economía, a la que Clouthier renunció. En cuatro años, ninguna de ellas ha mostrado públicamente­ ‑en solitario o en conjunto‑ incomodidad ante una postura por demás misógina y machista del mandatario. Mucho hemos repetido que si algo ha caracterizado a este gobierno es su insuficiente apoyo a las luchas feministas, y su desdén ante las marchas y protestas, por decir lo menos. La violencia no cesa. Los derechos apenas se asoman. Mujeres violadas, abusadas, acosadas, asesinadas. Mujeres sin oportunidades. Mujeres sin recursos. Mujeres no solo ignoradas sino asfixiadas por el solo hecho de existir. ¿Qué clase de Estado es este que no le pone suficiente atención al asunto?

En este sexenio, a su paso por la Cámara de diputados, Clouthier apoyó algunas iniciativas entre las que se encontraban la reforma para definir y castigar la violencia obstétrica, la eliminación de la brecha salarial, la reforma a las leyes que garanticen la paridad de género en el ámbito político, y particularmente hizo un pronunciamiento para impulsar la Jornada Nacional de Inscripción de Trabajadoras del Hogar al IMSS. Como secretaria de Economía, el año pasado presentó el Informe Nacional Voluntario sobre la Agenda 2030, en el que destacó que los programas accionados estaban pensados con perspectiva de género; habló de construir entornos incluyentes con el liderazgo de mujeres en alianza con organizaciones feministas; dijo haber creado junto con el IMPI la Red de Mujeres para buscar la innovación; y también señaló la importancia del trabajo para erradicar la violencia de género, los feminicidios, así como los temas pendientes en el trabajo no remunerado y de cuidados. Sin embargo, nada pasó de la tibieza, por falta de tiempo, de apoyo, de sinergia, de transversalidad o de estrategia contundente. Tanta tibieza como aquella cuando Clouthier le costó definirse como feminista, que si porque el término ya había pasado de moda, o solo cuando se tratara “de la igualdad por los derechos de las mujeres y buscar mejores condiciones de vida”. Tanto como cuando en campaña, al lado de Sánchez Cordero y otras morenistas decidieron publicar el Femsplaining –un documento que exponía las desigualdades y proponía una agenda a seguir, pero que no mencionaba el aborto. Tanto como que, a mediados de este año, los refugios para mujeres víctimas de violencia no habían recibido recursos por parte del gobierno federal. Aquí más que tibieza es terrible deficiencia.

La búsqueda de la igualdad no está para peros, para medias tintas, para avances a gallo gallina, para pelusear la sororidad, para neutralidad, para desgana, para presidentes que ofrecen los cargos a las mujeres pero que las hacen a un lado o las ponen de floreros, para mujeres que toman esos cargos pero que no terminan por hacer equipo para generar presión. La violencia contra las mujeres no está para la falta de una economía feminista. La paciencia no está para legisladores incongruentes y convenencieros. La lucha feminista no está para sentarnos a que pasen 132 años (que estima el Global Gender Gap del World Economic Forum) y los que vayan agregando la pandemia o las tragedias económicas que dilatan el progreso. O peor aun, para que se nos atraviese la derecha extrema como en otras partes del mundo. No digo que sea fácil, todo lo contrario. Pero las mujeres ya no estamos para decepciones.

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