Terminamos 2020 con la peor crisis económica en un siglo, llamada como la recesión del “Gran Confinamiento”. En este ámbito, las autoridades mexicanas decidieron dar mínimos estímulos fiscales (alrededor de 1% del PIB), el nivel más bajo de 84 países y al mismo nivel de Uganda.

Esta conjunción provocó disminución de ingresos, aumento del desempleo (se perdieron 647 mil empleos formales y no se espera recuperarlos totalmente hasta 2023) y de la pobreza (10 millones de personas más en esta situación), quiebra de negocios, especialmente de los pequeños (más de un millón de cierres permanentes en Pymes) y retraso, finalmente, de la recuperación económica.

Empezamos 2021 con un crecimiento esperado en función del proceso de vacunación y el control de la pandemia.

El Fondo Monetario Internacional ahora es más optimista en su estimación del aumento del producto interno bruto (PIB) y lo ubica en 4.3%, del nivel originalmente previsto de 3.5%, y después de una caída de 8.5% en 2020.

El rezago en la inversión fija bruta, que se arrastra desde antes de la pandemia; la menor confianza empresarial y la baja productividad, inhibirán una mayor expansión. Algo contrarrestará el mayor consumo por la recuperación del empleo y el alto nivel de remesas, las cuales otra vez se encuentran en un nivel récord.

Sin embargo, la recuperación estará más bien ligada al sector externo y a la particular reactivación de la economía estadounidense, esperada en un nivel mayor a 4%, máxime que el recién electo presidente de esa nación, Joe Biden, ha prometido estímulos adicionales por el orden de mil 900 millones de dólares.

La reactivación será desigual entre sectores, siendo más rápida en el manufacturero y menor en el de servicios. No sólo por la diferente afectación que la pandemia ha tenido sobre éstos, sino también por la ausencia de un gasto público focalizado.

Con relación a las variables monetarias y financieras, se espera lo siguiente: la inflación será mayor, las tasas de interés de referencia podrían bajar más para después subir y el tipo de cambio se depreciará.

Después de un confinamiento inesperado, que frenó la oferta y demanda, la inflación en 2020 llegó a 3.15%. El ascenso en el nivel de precios comenzará a medida que la reactivación económica se retome y se espera un aumento menor a 4%.

En tanto, con relación a los tipos de interés, se estima que puedan bajar por la debilidad económica, y se prevé que la tasa de referencia llegue a un nivel de 4%. Empero, a mediados del año, ante el avance de la vacunación y ante una gradual reapertura, las presiones inflacionarias se elevarán y las tasas de interés volverán a subir por arriba de 4% en 2022.

En tanto, el tipo de cambio se podría depreciar, ante el riesgo potencial de, en primer lugar, una menor calificación de la deuda soberana (de hecho, la lenta recuperación después de una caída tan profunda hará que los niveles de deuda a PIB permanezcan altos, y esto será un elemento de presión) y, en segundo lugar, al nerviosismo que imprimirán las elecciones intermedias. De todas maneras, no se esperan niveles superiores a 21 pesos por dólar hasta dentro de dos años, por la debilidad del dólar.

Este 2021 será de recuperación, pero realmente es visto como un rebote aritmético y no como la palanca de tracción para un futuro más promisorio.

Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac México, campus Norte
Email: idea@anahuac.mx

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