El año 2020 está por finalizar y con ello un cúmulo de pensamientos, sentimientos y acciones. Vaya que aprendimos y reaccionamos en la adversidad, a veces simplemente como sobrevivencia. Y como dice Sergio Corbeto , de pronto a 7 mil 800 millones de personas se nos metió en un saco, en un clic, en un zap, en un desastre natural deslocalizado y tuvimos que improvisar ante lo inimaginable.

Es aquí donde el papel del “ freestyler ” se revaloriza, aquél que se atreve a tomar acciones al ritmo de unos nuevos “beats”, como el rapero que va poniendo la letra. Hace tiempo que la organización tayloriana, muy estricta y cuadrada, había quedado superada en un mundo volátil y globalizado.

Pero ni la flexibilización de la administración del negocio druckeriana ni el “funky business” de los suecos Nörsdtrom y Ridderstråle, nos alcanzaron, para el desafío que ha representado a las organizaciones el Covid-19, a las que muchas empresas desafortunadamente también las llevó a la muerte. De aquí la importancia del “freestyle management”, como respuesta adaptativa y la adquisición de nuevas competencias.

Empero, no se trata de improvisar por improvisar. De acuerdo con el autor antes citado es “...improvisar conscientemente, hacer que los tiempos de diseño y ejecución converjan en un solo momento”, y eso no es tarea fácil. Parece que ya no es opción, se trata de una adaptación rápida a circunstancias cambiantes.

Así, más que nunca las organizaciones deben estar cerca de las experiencias de sus colaboradores, proveedores y clientes para diseñar procesos, productos y servicios, en esas rutas de respuesta ágiles que rompan silos, ideas preconcebidas, a fin de que permitan innovar y atreverse a ello.

Respuestas orgánicas, de inteligencia colectiva, incluyentes y sustentables, como dice Colbert: “...narrativas tan creativas como atractivas”. Un verdadero “reset”, así como lo llama el World Economic Forum. Este autor ha identificado cuatro drivers en la improvisación consciente en el management, a saber:

1. Herramientas articuladoras. Son marcos cognitivos para ayudar a dar respuestas. Por ejemplo, si se tiene un triángulo con vértices: pensar/ conectar/hacer, se tiene un patrón útil para ir articulando las respuestas, descomponiéndolas en estos tres cajones.

2. Estado de hiper-inspiración. ¿Cómo estimular el pensamiento lateral? ¿Cómo liberar nuestra mente de cadenas limitativas, de rutinas? El pensamiento transversal libre, fluye mejor después de meditar, estar en un espacio acogedor y bien iluminado, con música del agrado. Se trata, según el autor de dar vuelo a la imaginación y creatividad para salir de la inmovilidad.

3. Encadenamiento progresivo. Se trata de no detener las narrativas, sino entrecruzarlas, enlazarlas, hilvanarlas para la construcción de “universos infinitos”. El hilo inspirador hay que festinarlo, encauzarlo y suele trenzarse en un encadenamiento progresivo.

4. Redes informales de acción descentralizada. Ser instantáneo, pero a la vez operativo. Los “freestylers” se incrustan en las organizaciones, para crear esas redes informales, pero bien comunicadas y orgánicas, para producir respuestas a desafíos. El líder les sigue, inspecciona y si la propuesta es significativa, se eleva a otro plano, trasciende, se vuelve institucional.

Más que nunca, hay que emerger con nuevos conceptos más acordes a la nueva realidad, encontrar la oportunidad en la adversidad y acelerar la llegada de mejores tiempos.

Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac México, campus Norte
Email: idea@anahuac.mx

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