Los datos de diversos indicadores revelan que la economía mexicana se estancó en febrero y la inflación continuó subiendo en abril y aún más, los especialistas estiman que aún no ha llegado a su pico. Esta coyuntura hace pensar que los riesgos se han elevado.

El Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), que es un indicador adelantado del desempeño económico, en el segundo mes del año tuvo un crecimiento muy modesto de 0.01%, debido a las caídas en el sector manufacturero y agropecuario.

Y si bien la recuperación se frenó, fue el sector servicios el que creció (0.6%) y el índice registró una variación anual de 2.7%, animado por las compras de los consumidores, a pesar de la inflación.

La estimación preliminar del producto interno bruto (PIB) del primer trimestre fue de apenas 0.88% respecto al último trimestre de 2021. Los sectores servicios e industrial apenas tuvieron un magro aumento de poco más de 1%, mientras el sector agropecuario disminuyó en 1.85% respecto a los tres meses previos. El mercado interno luce débil.

Sin embargo, en materia inflacionaria tenemos el caso de una demanda incluso creciendo por arriba de la oferta. Las disrupciones en las cadenas de suministro continúan por el Covid-19 y, más recientemente, por los cierres en China.

Por su parte, la invasión rusa a Ucrania ha provocado una escasez generalizada de commodities, en especial de alimentos y energía. Algunos piensan que estos choques de oferta no serán temporales por los desastres climáticos, el proteccionismo y las tensiones geopolíticas, y se cree que serán un preludio de una escalada de precios.

Estos elementos han convergido con el aumento de la actividad económica, a tal punto de llevar la inflación en su nivel más alto de los últimos 21 años. La inflación a tasa anualizada en la primera quincena de abril en el país fue de 7.72%. De hecho, los pronósticos se han ajustado a esperar un crecimiento en el Índice Nacional de Precios al Consumidor superior a 7% al cierre de 2022.

Así, podría esperarse una tasa de referencia de 8.75% al final del año y de 9.25% a finales del primer trimestre de 2023. Esto significa que no se descartan nuevas alzas de 50 puntos base en las próximas reuniones del Banco de México.

De hecho, es de esperarse que el efecto de política monetaria sea limitado en el corto plazo, en virtud de que los choques evidenciados no son de demanda, sino de oferta. Sin embargo, se espera que todavía faltarán algunos meses pico y que las expectativas inflacionarias se vayan desanclando. Lo cierto es que la convergencia inflacionaria para llegar a la meta de 3% no se dará como se había previsto y va a tomar más tiempo.

Con relación al crecimiento económico, es probable que el segundo trimestre sea mejor que el primero, aunque el avance sea moderado, por condiciones sanitarias más estables y la resiliencia del sector manufacturero por la importante y pujante demanda externa. En marzo las exportaciones llegaron a un récord de 52 mil millones de dólares (20.9% anual) por primera vez en la historia de un mes.

Sin embargo, el dinamismo de Estados Unidos será menor en los próximos meses por el alto déficit comercial y la acumulación de inventarios (la contracción de 1.4% en el primer trimestre es la primera desde 2020); la inflación no cede y las tasas de interés continuarán su ascenso.

Obviamente, esto tendrá un impacto en el costo financiero de la deuda, y será más cara. En este entorno no se descarta que la economía mexicana crezca a una tasa inferior a 1% en este año. Claramente, México no será de los países que en 2022 tendrá un PIB a mayor al de prepandemia.

Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac México, campus Norte
Email: idea@anahuac.mx

Google News

TEMAS RELACIONADOS