Por César Ulloa

Guillermo Lasso, candidato por el partido de derecha CREO, fue electo presidente de Ecuador en su tercer intento, en competencia contra el mismo contendiente desde el año 2012, el correísmo. En esta ocasión, no disputó la contienda con Rafael Correa, exmandatario entre el 2007 al 2017, sino con uno de sus pupilos, Andrés Arauz. Esta segunda vuelta fue un referendo entre correísmo y un anticorreísmo de diversas tendencias que, en esta ocasión, cerró filas por salir de la corriente que tuvo una hegemonía en los últimos 14 años y que, pese a perder la elección, es la segunda fuerza política en la Asamblea con 46 legisladores de un total de 137.

Durante el balotaje, la polarización exacerbada jugó el partido en diversas canchas. El primero se produjo de manera permanente en las redes sociales, en donde los mensajes trataron de capturar el voto de los indecisos y voltear el porcentaje a favor del nulo. Un 50% de la población no había votado en la primera vuelta por ninguno de los dos finalistas. El correísmo con Arauz a la cabeza siguió el mismo libreto desde el 2007 en contra de la banca, pues Lasso es el mayor accionista de uno de los principales bancos del Ecuador. Es decir, no pudo reinventarse ni tampoco Correa hizo moratoria porque siguió jugando a jefe de campaña desde Bélgica.

Guillermo Lasso apostó por un mensaje que desnudaba la crisis humanitaria de Venezuela y el fracaso del modelo económico de los países que han optado por el Socialismo del Siglo XXI, además de enfrentar al correísmo, recordándole a la gente las denuncias de corrupción en su contra. Lasso tampoco se reinventó totalmente, sin embargo, agregó a su campaña un mensaje que caló en la mayoría de la población: la idea del “reencuentro” en frases de diálogo, respeto, unidad nacional y oportunidad para los segmentos de la población en condición de pobreza y extrema pobreza. Supo sintonizar el cansancio que provoca la polarización.

El segundo partido se jugó en los medios de comunicación, porque siguen siendo los de mayor credibilidad y sintonía, pese al auge de las iniciativas digitales y las redes. La prensa cerró filas en contra del correísmo, debido al estilo de confrontación que inauguró Correa desde su primer mandato en contra de los periodistas que comenzaron a investigar la corrupción en su gobierno. Lasso aprovechó este espacio, además de tener más know how que el joven candidato Arauz (35 años), quien había sido ministro de Correa, pero siempre mantuvo un perfil bajo y nunca fue catapultado como el sucesor legítimo del expresidente.

El tercer partido se jugó en el territorio, pese a las limitaciones de movilización que imprimió la pandemia. Los dos candidatos se disputaron voto a voto en cada provincia, sin embargo, la agenda de Lasso fue más amplia, integradora y mejor organizada. En esta tercera campaña, el candidato de la derecha agregó en sus recorridos visitas a distintos segmentos de la población, sobre todo en condición de pobreza, en las áreas rurales y campesinas. Pese a que varios de estos sectores no votaron por él en la primera vuelta, sin embargo, fue importante que sus candidatos se manifestaron a favor como el caso del socialdemócrata, Xavier Hervas.

El correísmo trató de captar el voto joven y reproducir en sus viejos militantes la añoranza de los primeros años de la Revolución Ciudadana, en el que hubo una bonanza económica que les había permitido avanzar en materia de derechos sociales y económicos (Buen Vivir), pero este mensaje no bastó. Más peso tuvo la figura de un Rafael Correa confrontativo que nunca salió del juego de suma cero contra sus rivales. La gente ya vive con el miedo de la pandemia y por eso rechazó la idea de la reedición de otro miedo: la polarización. Eso explica, porque caló mejor el mensaje del reencuentro de Lasso.

En su primera intervención como presidente electo, el exbanquero Guillermo Lasso, enfatizó la idea de un proyecto de unidad nacional con especial énfasis en la promoción de los derechos de las mujeres, la población GLBTI, los niños, niñas y adolescentes. También puso énfasis en la escucha activa que asumirá con quienes se suman a este propósito. Su principal reto es la vacunación universal, tarea que será liderada por su compañero de fórmula, Alfredo Borrero, quien es médico de profesión. Del otro lado, Andrés Arauz reconoció la derrota y enfatizó en seguir construyendo un país de unidad, mensaje que llegó tarde en su campaña y sin repercusión en el electorado.

Lasso recibe un país con una crisis de múltiples dimensiones: 7 de cada 10 jóvenes no tienen empleo, casi el 50% de la población vive con dos dólares al día y cerca de 600 mil personas se quedaron sin empleo durante la pandemia según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Por otra parte, Ecuador es el país con la mayor tasa de desnutrición infantil de la región y el segundo con el mayor número de niñas y adolescentes embarazadas. Los principales problemas son el desempleo, la crisis sanitaria y la inseguridad. En lo político, el Ejecutivo debe negociar con una Asamblea fragmentada y multipartidista. La ruta recién inicia, pero con un margen importante de votos. Al cerrar este artículo, Lasso obtuvo el 52,41% y Andrés Arauz, el 47,59%.

Los resultados electorales revalidan el clivaje regional e histórico entre las regiones de la Costa y la Sierra en el Ecuador. En la primera ganó el candidato del correísmo como en sus 14 años, pero con porcentajes mínimos, mientras que en la segunda triunfó Lasso con una diferencia amplia y que le posibilitó alcanzar la presidencia. Esto acentúa la idea de que no hay un liderazgo nacional y que el reto será construir la unidad.

César Ulloa es cientista político y comunicador. Profesor de la Universidad de las Américas (UDLA-Ecuador). Doctor en Ciencias Sociales por FLACSO-Ecuador. Últimos libros (2020): "En el ojo del huracán. Ley de Comunicación en Ecuador" y "Chávez, Correa y Morales: discurso y poder".

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