Nosotros, la ciencia, la política, la tecnología, la vida, la economía y el mundo, así como la percepción de cada país hacia cada uno de esos aspectos fue sacudido por un enemigo, invisible, pero real, llamado Covid-19.

Desde hace poco más de 5 meses, un microscópico virus quitó la vida a más de 400 mil personas e infectado a más de 7 millones, el mundo entero vive en estado de alerta.

Esta pandemia cimbró al planeta y destruyó la vida como la conocíamos. El confinamiento es de nuestros cuerpos, planes y hasta sueños e ideales.

A medio año de distancia del primer caso, la primera ola de contagios todavía arrasa América y daña a México con las cifras más altas de nuevas infecciones en los últimos días.

Un llamado a cambiar paradigmas, actitudes, ideas y formas de vida, es imperioso saber y aprender cómo será el mundo que nos espera mientras no tengamos aún la vacuna, un paliativo que considero temporal.

Lo digo porque es un hecho que esta no será la última pandemia que enfrentemos, tal vez la próxima sea más letal, más contagiosa y los muertos no sean por cientos de miles, si no por millones.

Sin afán de ser fatalista, creo que debemos acostumbrarnos a convivir con la realidad. Somos responsables de lo que nos pasa y en la medida que lo asumamos, será mucho más fácil y rápido cambiar lo necesario para evitar exponernos nuevamente.

Me atrevo a decirlo así porque tiene un sustento científico, de acuerdo con Gerardo Ceballos González, investigador del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México, vivimos la sexta extinción masiva del planeta y más de 515 especies de vertebrados están amenazadas.

Su artículo, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) de Estados Unidos, señala que las causas principales de esta “aniquilación biológica”, la destrucción de su hábitat y el tráfico ilegal de especies, originaron, y aquí está la conexión, la pandemia que enfrentamos hoy.

“Es claro que la vacuna contra estas enfermedades son los ambientes naturales. Cada vez que los devastamos y traficamos con especies estamos destruyendo las barreras naturales que permitían que los humanos nos mantuviéramos a salvo de virus y bacterias que se encuentran en la naturaleza”, estableció de manera contundente Ceballos González.

La tarea, entonces, no es sólo derrotar este virus, es derrotarnos a nosotros mismos, nuestras costumbres destructivas y establecer un pacto mundial, no sólo de confinamiento, si no de convivencia sostenible con lo que nos rodea, sean individuos, animales o plantas.

Determinar qué rumbo tomaremos para enfrentar y salir de esta crisis, así como lo que haremos después requiere de un análisis y una reflexión profunda, de la mano de la opinión y conocimiento de los más grandes pensadores y expertos de nuestra época o la otras.

El futuro que deseabamos al inicio de 2020, no será, pues, el que deseamos ahora, ni en unos meses, muchas cosas deben y van a cambiar. Lo deseable dará paso a lo esencial, sólo así estaremos preparados para la otra emergencia global.

Lo ideal es establecer reglas para ir a la caza del futuro, con un mejor reparto de las tareas en nuestras casas, parejas más estables y una forma de vida más modesta.

Una oportunidad de ser creativos y explorarnos a nosotros mismos, hoy extrañar a los abuelos y abuelas se volvió una oportunidad de recuperar vínculos entre Baby Boomers, Millenials, Z, X y ahora Alfas.

Ahora que la salud es el bien más preciado, existe un reto implicito para el sistema sanitario, pero es nuestra responsabilidad y una oportunidad ser saludables y comer mejor, sobre todo, lo hecho en casa.

Consumir lo hecho a mano será tan común como consumir la información digital en lugar de la impresa. La pandemia aceleró la digitalización y ahora parece una camino de una sóla vía.

Igual que crecerá la necesidad de caminar y pedalear hacia nuestros sitios de trabajo o estudio. Así como aprender cosas que no sabíamos hacer, hace poco ví el caso de un hombre que aprendió de tutoriales en YouTube a generar recorridos arquitectónicos virtuales.

El comercio, el turismo y las actividades económicas se verán convertidas en redes globales, que necesitarán ser eficaces y, con soluciones sostenibles, tener un mayor control.

La llamada nueva normalidad también plantea retos para la educación, el deporte, la música y el tiempo “libre”.

Me parece que la solución radica en establecer una política simple y llana del bien común, un nuevo pacto, de la mano de gobiernos competentes que sepan dónde y cómo poner los recursos. Devolver la humanidad para ir a la caza del futuro.

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