La corrupción —en palabras del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres— representa la máxima traición a la confianza pública. Alrededor del mundo, la crisis derivada de la pandemia de Covid-19 ha propiciado prácticas corruptas que buscan el lucro a costa de la salud y bienestar de las personas.

Es en este contexto que la Asamblea General de las Naciones Unidas ha celebrado del 2 al 4 de junio, y por primera vez en su historia, una sesión especial sobre los desafíos y medidas para prevenir y combatir la corrupción. La Declaración Política, resultante de este proceso, es una oportunidad para renovar los esfuerzos anticorrupción a nivel global. Entre otros puntos, aborda la necesidad de establecer salvaguardias contra la corrupción para responder a la crisis actual y recuperarse mejor de ésta.

Acompañando estos esfuerzos, UNODC ha publicado varios informes (https://bit.ly/3pFnf3K) en los que apunta una serie de situaciones que representan o pueden derivar en corrupción en contextos como el actual, incluyendo:

- Desvío de fondos destinados a apoyos sociales o compra de insumos médicos.

- Conflictos de interés en la toma de decisiones sobre financiamiento en la investigación, desarrollo y distribución de vacunas.

- Manipulación de los procesos de licitación y compra de material médico, así como nepotismo, soborno o cobro de comisiones ilegales para favorecer a un proveedor determinado.

- Colusión o repartición del mercado entre empresas participantes en un proceso de licitación.

- Facturación falsa o incumplimiento de contrato, incluyendo entrega de productos falsificados o de menor calidad.

- Robo y desvío del material durante su distribución para su contrabando o uso personal a través del soborno.

Cualquier gobierno puede ser susceptible a estos riesgos. Por esto, una de las primeras medidas que se pueden tomar es, precisamente, realizar un análisis de riesgos de corrupción para ubicar las vulnerabilidades en las operaciones y diseñar estrategias de mitigación.

La creación de comités especializados, con capacidad para monitorear los desembolsos para fondos de apoyo y vacunas en tiempo real, puede ser otra medida para identificar y abordar rápidamente cualquier señal de advertencia.

A esto, deben sumarse procesos de compras públicas transparentes y que rindan cuentas, lo cual puede ser fomentado a través de mecanismos de contrataciones abiertas y compras electrónicas, que ofrezcan información pública sobre los procesos de licitación y adjudicación de contratos.

A largo plazo, si bien no existe una única vacuna contra la corrupción, con tal de reducir sus riesgos puede ser necesario revisar y fortalecer los marcos legislativos y regulatorios para prevenir y combatirla, así como robustecer los mecanismos de auditoría, control, transparencia y rendición de cuentas. Este enfoque será también de utilidad para construir planes de respuesta en preparación a futuras crisis que incluyan salvaguardias contra la corrupción.

Para esto, los gobiernos pueden acudir a la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción, único instrumento anticorrupción universalmente vinculante que ofrece un marco de referencia para fomentar la integridad, la rendición de cuentas y la transparencia.

Como sociedad, no podemos permitirnos que la corrupción comprometa los esfuerzos para superar esta crisis sanitaria y sus implicaciones. Únicamente con integridad y unidos contra la corrupción será posible recuperarse mejor y construir sociedades más resilientes.

Representante Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en México.

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