Dejamos ir la gran oportunidad de aprender de los errores de los otros en esta pandemia. El gobierno mexicano no solamente no aprendió de los errores, sino peor aún, los recrudece en nuestro territorio. Mientras en el mundo hay ejemplos de gobiernos que atienden de manera urgente los efectos de la pandemia y toman decisiones en favor de sus habitantes; en nuestro país, el Presidente y su gabinete van dictando medidas improvisadas, tardías y que costarán la vida de miles de mexicanos.

En países como Estados Unidos, España, Italia, Francia, e incluso Argentina y Uruguay, las declaraciones de estados de emergencia sanitaria fueron realizadas por sus presidentes, mientras que en México, lo hizo el Subsecretario de Salud en compañía del Secretario del ramo y del Canciller. Sin duda, llamó la atención la ausencia de López Obrador —evidentemente no le gusta dar malas noticias— pero debería ser él quien esté al frente ante una crisis como ésta.

La falta de una cabeza que coordine acciones en favor de los mexicanos, se hace cada día más visible. Es preocupante ver a los gobernadores y a los alcaldes, esforzarse por proteger a sus gobernados con acciones como la compra de pruebas para cumplir con las recomendaciones de la OMS, o emitiendo alertas al sector funerario para que los decesos a causa de neumonías sean tratados como muertes por coronavirus, al mismo tiempo que la Secretaría de Salud señala que no es necesario testar ni dar un tratamiento especial a los restos funerarios.

Al parecer, el Ejecutivo Federal sigue más preocupado en continuar con obras como el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya o la Refinería de Dos Bocas, —las que costarán poco más de 400 mil millones de pesos—, que en invertir en infraestructura hospitalaria, camas, equipo médico, ventiladores, respiradores, o pruebas de diagnóstico que protejan la salud de los mexicanos.

Nuestras autoridades no aprenden de lo que otros países están viviendo. México tuvo dos meses de distancia entre conocer de la existencia de la pandemia y el primer caso en nuestro país y esa diferencia, para este gobierno, no sirvió de nada. No hubo aprendizaje externo, ni previsión de compras, ni estrategia coordinada entre los poderes, ni con los gobiernos y mucho menos, con los municipios.

Otra prioridad que este gobierno no tiene, es apoyar a los sectores productivos del país como la agricultura, la pesca, el turismo, el comercio, el transporte, o los servicios. El mismo presidente se ha reconocido como necio; aquí queda una muestra más de su necedad.

El panorama es poco alentador en este país, tras el análisis del Dr. Carlos Urzúa —en este mismo diario—, sabemos que no hay ahorros públicos de los cuales se pueda echar mano para afrontar esta crisis. Por ello, lo mejor que debería hacer la 4T es generar medidas eficientes, sobre todo, de corte económico. Esta pandemia afectará a todos, empleados y empleadores, formales o informales.

Este gobierno se equivoca en no pensar en las empresas. No destruye a los patrones, destruye a las familias de los trabajadores que no tendrán un sueldo, si es que sus empresas quiebran en esta crisis sanitaria.

Este gobierno debe aceptar su responsabilidad histórica, cuántas vidas se podrán salvar y mejorar si deja de pensar como candidato en campaña y se aboca a ser corresponsable, ético, empático y humanista.



Senadora de la República

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