Al día siguiente del circo que armó Morena por la inauguración del Aeropuerto Felipe Ángeles, se pudieron observar claramente las ineficiencias y los pendientes de ese elefante blanco.

El martes, acudí de manera personal al AIFA para constatar lo que no se dijo durante su inauguración: que aún no está terminado.

En mi recorrido, pude ver cómo siguen en construcción las vialidades de acceso. Constaté que los locales comerciales están en obra gris, hay tuberías a la mitad de los pasillos e incluso, en los andenes de entrada, se puede ver cómo los trabajadores siguen instalando las luminarias.

Así es, el aeropuerto que ha sido presumido por el Presidente y su gabinete como una “misión cumplida”, sigue inconcluso. Lo que ellos aseguran es un aeropuerto de primer mundo, no es más que la remodelación de lo que ya existía, la base aérea de Santa Lucía, desde la década de los 50.

El día de ayer, el Presidente de la República dijo en su conferencia matutina que uno de los mejores aeropuertos del mundo es Santa Lucía, incluso presumió la distancia de su pista. Lo que le faltó decir al Presidente, es que esa pista existe desde los tiempos del Presidente Miguel Alemán, no la hizo la 4T.

Lamentablemente, y como era de esperarse, este aeropuerto no tiene el impacto ni la aceptación de las aerolíneas para viajar desde ahí. El martes solamente había cinco vuelos disponibles a Guadalajara, Monterrey, Tijuana, Cancún y Mérida. Por cierto, dos de ellos, tuvieron que ser reprogramados para que salieran del tradicional aeropuerto Benito Juárez. En cuanto a los vuelos internacionales, sólo hay un país de destino: Venezuela.

A la fecha, la Agencia Federal de Aviación Civil, encargada de verificar que se cumpla con los estándares internacionales en materia de seguridad, no ha certificado al aeropuerto de Santa Lucía para que pueda realizar o recibir vuelos, por ejemplo, de Estados Unidos. Es un hecho que en México, se inauguró irresponsablemente un aeropuerto que no cumple con la normatividad en la materia.

Entre lo que ha costado la cancelación del proyecto de Texcoco, lo ya invertido en el gobierno anterior para su cimentación y lo que se lleva gastado en el actual, el capricho presidencial le ha costado más de 400 mil millones de pesos a los mexicanos. Porque en efecto, es el pueblo de México quien, mediante sus impuestos ha pagado por esta obra. Sin duda, la inversión que se hizo en Santa Lucía se fue a la basura.

El AIFA es el ejemplo claro de este gobierno: está mal hecho, está inconcluso, es un nido de corrupción y es un gasto innecesario para los mexicanos.

Por cierto, el día de ayer el Presidente de la República instruyó al general secretario de la Defensa, a que este fin de semana me invitaran a asistir a la Torre de Control del AIFA, sin embargo, al cierre de esta edición, no he recibido su invitación formal para que, de manera puntual, me respondan sobre las deficiencias y errores que he denunciado junto con usuarios, organizaciones y especialistas.

Senadora