La Semana Santa es uno de los periodos más importantes del año para los hogares mexicanos. En todo el territorio nacional es una época de diferentes manifestaciones religiosas, culturales y sociales. Un asueto no establecido en la Ley Federal del Trabajo, pero que es aprovechado por una buena cantidad de empresas y trabajadores para descansar y vacacionar.

Por supuesto, suele tener efectos notorios, algunos positivos y otros no tanto, y frecuentemente el resultado neto de crecimiento de la actividad económica es negativo en el mes que se presenta.

Generalmente, los meses de marzo o abril registran tasas de crecimiento menores al mes inmediato anterior, de entre -1% y -5%, y específicamente entre 2017 y 2019 se observaron decrecimientos de -1% a tasa anual. El caso de 2020 es evidentemente excepcional, y por ello no fue considerado en el análisis.

Este año la Semana Santa podría significar un respiro para los miles de empresarios que ofrecen servicios de alojamiento, de preparación de alimentos y bebidas, y otros relacionados en todo el territorio nacional, quienes han pasado varios meses con afectaciones por la falta de afluencia. Debe recordarse que en 2020 las actividades terciarias, es decir las comerciales, así como el resto de los servicios, tuvieron una caída de -7.9% a tasa anual.

La derrama económica en los estados con destinos turísticos o de descanso ofrecerá una mayor perspectiva de recuperación, tanto para los empleadores como para quienes prestan sus servicios en restaurantes, hoteles, centros turísticos, transporte de pasajeros, entre otros, sin considerar el efecto en proveedores de esta cadena de valor, como las actividades primarias o la agroindustria. Al respecto, la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (Concanaco-Servytur) estima que la derrama será de alrededor de 26 mil 500 millones de pesos, aún lejos de los 53 mil millones calculados por esta misma institución para 2019.

Este año será un parteaguas: el turismo y todas las actividades económicas asociadas a él se enfrentan a un cambio radical desde ahora y hacia el futuro próximo, no sólo por las restricciones y condiciones sanitarias que deberán cumplirse, sino por los cambios en las preferencias de los turistas y usuarios, quienes demandarán mayor calidad de los productos, innovación tecnológica y personalización, entre otros factores.

El reto no es menor. Demandará precisión, observancia de la normatividad y protocolos establecidos, de innovación, de capacitación y el apoyo constante de los tres órdenes de gobierno, con asistencia, atención y constante vigilancia. Aun así, con base en lo observado luego de la temporada navideña, es posible esperar un aumento en los contagios y hospitalizaciones en las siguiente dos o tres semanas, algo ya previsto por las mismas autoridades, lo que podría derivar en nuevas restricciones a la actividad en algunos estados de la República.

Hoy más que nunca, la responsabilidad es de todos: organizaciones, empleadores, prestadores de servicio, vacacionistas y familias. Deberemos buscar las mejores opciones para garantizar la seguridad de manera colectiva, siguiendo las recomendaciones de las autoridades y los protocolos de seguridad.

Semana Santa 2021, inédita, incierta, de altas expectativas. Es un impulso a la recuperación, y al mismo tiempo enciende las alertas epidemiológicas. Un ensayo quizás necesario, pero que no deja de ser peligroso.

*Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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