En los últimos cinco años, la economía mexicana ha registrado dos caídas continuas en su PIB, de las cuales ha intentado recuperarse sin la solidez necesaria para retomar el ritmo de crecimiento promedio previo. Para este año, si las condiciones internacionales y nacionales persisten, se enfrentará a una tercera caída en el ritmo de crecimiento que se registraba, lo que nos lleva a considerar que tendremos un sexenio de crecimiento nulo.

Ciertamente, las condiciones internacionales han impactado en estos resultados poniendo en evidencia las debilidades internas y la fragilidad externa de nuestra economía. Dependemos de un mercado de exportaciones único, de las decisiones de inversión de las grandes empresas trasnacionales y recientemente incluso de las altas remesas que llegan. Al interior, nuestro crecimiento depende de un mercado que no termina por desarrollar y de un andamiaje institucional, tanto gubernamental como empresarial, que no fomenta la inversión, la innovación, la competitividad, el desarrollo social y el empleo. No obstante, México tiene todavía la gran oportunidad de renovar su dinamismo comercial y productivo, pero requiere de la acción conjunta de la sociedad, el gobierno y el sector empresarial.

La primera caída se dio en 2019 respecto a 2018, cuando la economía se contrajo de 2.2% a -0.2%, siendo las actividades secundarias las más afectadas, con una caída de casi 2.0%. Ciertas condiciones internacionales afectaron como la desaceleración de la economía mundial, la contracción del comercio, la incertidumbre financiera y las primeras noticias de un nuevo virus originado China. Al interior, el comienzo de la nueva administración federal generó una reorientación del presupuesto, del gasto y de la inversión pública, que se canalizó a diversos programas públicos y a la construcción de los llamados “proyectos prioritarios”; además, se desdibujaron las estructuras institucionales creadas desde hace décadas.

La segunda caída fue de -8.0% en 2020 y se debió a la pandemia por Covid-19; si bien no se le puede atribuir exclusivamente a este fenómeno, los problemas ya venían de antes, sólo se agudizaron. Es cierto que las restricciones que los gobiernos de los países implementaron generaron una contracción a nivel mundial no vista en décadas, pero la economía mexicana ya se encontraba en recesión desde 2019; con ello, México ligó siete trimestres en terrenos negativos, presentando su peor desempeño en los siguientes tres meses de 2020 después de iniciada la pandemia (-18.6%).

La tercera caída podría darse en 2023, a diferencia de las previsiones oficiales que regularmente son optimistas, no se espera que el producto supere 2 puntos porcentuales, contrastando con lo alcanzado en 2021 y 2022. Lo anterior porque a nivel internacional la situación no mejora al ritmo que se necesita, y al interior porque no se ha hecho nada por recomponer los potenciadores del crecimiento.

En México, el mayor inconveniente ha sido la mala administración de recursos, principalmente la concerniente a la política económica que no ha fomentado la inversión en sectores productivos ni el consumo interno, el empleo de calidad que genere valor agregado y la productividad. La solución más viable y posible, dadas las condiciones geopolíticas del país, es que México apueste decididamente a robustecer el mercado interno; para ello, se requieren instituciones sólidas con mensajes claros desde el gobierno, garantizando el estado de derecho para todos por igual.

Además de ello, es prioritario contar con organismos empresariales comprometidos con el país; por ello, la propuesta gira en torno a la refundación del empresariado mexicano en donde haya claros esquemas de vinculación, canalización de recursos que generen empleos y productividad y apoyo a las micro, pequeñas y medianas empresas.

México no puede esperar a que las “guerras” comerciales o económicas terminen, o profundizar la dependencia de las inversiones de Estados Unidos (ahora vía nearshoring), ni insertarse tardíamente a las tendencias mundiales. La oportunidad, como ya se dijo, está en el fortalecimiento del mercado interno y en el compromiso de los agentes económicos del país.

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