El deterioro de las expectativas económicas al cierre de 2022 sugiere la posibilidad de afrontar un escenario de estanflación en México que afectaría las condiciones de vida de las empresas y las personas. Ante un escenario tan complejo, sólo mediante la coordinación entre la política económica y la monetaria, que generen mayor certidumbre y un mejor ambiente de negocios, podría evitar tal escenario.

El continuo aumento de precios derivado del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania y la expectativa de que permanezca por un tiempo prolongado, han sido factores que amenazan el ritmo de la recuperación económica mundial y ha provocado la preocupación de que se presenten condiciones de estanflación en los países.

El término estanflación se refiere a un periodo en el que el lento crecimiento económico y el desempleo elevado coinciden con el aumento de la inflación. Es una situación económica compleja porque al estar una economía estancada con alto nivel de desempleo, se forma una espiral muy peligrosa a través de la inflación, en la que el acelerado incremento de precios deteriora los términos de intercambio, las negociaciones entre los agentes económicos y sus expectativas sobre el comportamiento de los precios y afecta el poder adquisitivo de la ciudadanía con mayor impacto en las personas de clase media y de menores recursos.

Si bien no existen parámetros para identificar una estanflación, es decir una definición sobre la medición de la profundidad o el nivel del estancamiento económico, del desempleo y la inflación, y tampoco de su duración, un referente obligado es la Gran Estanflación en Estados Unidos durante la década de los setenta.

Esta se caracterizó por un desempleo de 9%, una economía en contracción y una inflación de dos dígitos. Estas condiciones fueron el resultado de una crisis de la oferta derivada del incremento en el precio de energéticos y de los alimentos, así como de acciones que eliminaron políticas de control de precios. Son inevitables ciertas similitudes entre este episodio de hace 50 años con el actual, por lo que puede decirse que la estanflación es un viejo fantasma que surge del pasado, nacido de los temores de una generación anterior.

En la actualidad, México no vive una estanflación, a pesar de que en los dos últimos trimestres de 2021 los crecimientos fueran de -0.7% y 0.0% trimestral; estancados sí, pero no en recesión, al menos por ahora. La tasa de desempleo es baja; en febrero 2022 fue de 3.74%, gracias a que ha sido amortiguada por el alto nivel de informalidad. Eso sí, la inflación es alta: en marzo llegó a 7.45% anual, la mayor en 21 años, y se espera que continúe en esos niveles por un tiempo prolongado.

Entonces, ¿qué explica los temores de estanflación en México? Una respuesta está en el deterioro de las expectativas a futuro de los agentes económicos. En años recientes y particularmente en los últimos seis meses, la expectativa de crecimiento de la economía para el año 2022 pasó de 2.9% a 1.76% y en el caso de la inflación, de 3.8% a 5.9%. No existe confianza en la conducción de la política económica y tampoco en la coordinación entre las políticas fiscal y monetaria, por lo que de continuar en esa tendencia, tendremos un escenario de crecimiento anual negativo o cercano a cero con una inflación que no cede.

La conciliación económica entre el sector público y privado es la única alternativa para salir del estancamiento y evitar una eventual estanflación. Las medidas que mejor resultado han dado para abatir la estanflación han sido aplicar medidas de flexibilización del mercado laboral y mantener el libre comercio a través de promover condiciones de competencia justa. En el muy corto plazo deben reactivarse los motores del crecimiento, a través de proteger el mercado interno y dar seguridad al consumidor para que el consumo fluya, brindar certeza jurídica al inversionista y certidumbre al empresario para generar un ambiente de negocios adecuado.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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