El concepto de competitividad, aunque generalizado, no siempre queda completamente claro para todos. Fue Michael Porter en la década de los noventa quien sugería que se trata de la capacidad de las empresas de mantener e incrementar su presencia en los mercados internacionales a través de la productividad principalmente. Porter se refería a las ventajas competitivas en términos de la capacidad que tenía una empresa de tener una rentabilidad media más alta respecto al resto de competidores en la industria.

En el caso de las naciones, de manera simple puede considerarse que competitividad refiere la capacidad que tienen de competir con otras naciones, atendiendo principalmente a la productividad de los factores, la estabilidad macroeconómica (tipo de cambio, tipo de interés, finanzas públicas), el ecosistema de negocios (eficiencia burocrática, respeto al Estado de Derecho), entre otros conceptos.

México ha sido considerado por varios años como un destino atractivo para la inversión y el desarrollo de nuevos negocios, principalmente por la cercanía con Estados Unidos, la calidad de la mano de obra, además de ser un eslabón clave dentro de la cadena de proveeduría global, en sectores de alto valor agregado como la industria automotriz, la eléctrica y electrónica, e incluso un punto neurálgico en el continente para los procesos logísticos.

Aun así, los organismos e instituciones que han calificado la competitividad de México, con sus propias metodologías, han encontrado resultados poco favorables en prácticamente todos los casos. Recientemente, el Instituto para el Desarrollo Gerencial (IMD, por sus siglas en inglés), una de las más prestigiadas escuelas de negocios en el mundo, publicó sus Rankings de Competitividad para 2021, ubicando a México en la posición 55 de 64, dos lugares debajo del resultado de 2020 y cinco por debajo de 2019.

El ranking del IMD se compone de 20 indicadores, y destaca que en 2021 los mejores posicionados son los referentes al empleo y mercado laboral, mientras que, por el contrario, los más bajos corresponden a la legislación para los negocios y a la educación.

Queda claro que el esfuerzo de ampliar la competitividad en México debe ser integral, si bien es cierto que, como argumentaba Porter, son las empresas las que son competitivas, y se requiere una serie de políticas públicas que den forma a un ecosistema de negocios adecuado.

Es imperativo buscar la senda del crecimiento económico, recuperar de manera sostenida tasas arriba de 4% o 5% en esta década. En este proceso, México debe reforzar la productividad, tanto la laboral como la del resto de factores de producción, para lo cual será necesario dar un nuevo impulso a la capacitación y al capital humano, sentar las bases de una educación sólida, competitiva y basada en estándares internacionales, enfocada al uso y apropiación de nuevas tecnologías.

Es urgente una política industrial que inicie por fomentar la recuperación de las empresas y que tenga enfoque de mediano y largo plazo para desarrollar un sector manufacturero sólido, tecnológicamente avanzado, innovador, atractivo para la inversión y con capacidad de aprovechar la dinámica de los diferentes mercados de exportación en el mundo.

Mejorar la competitividad en México requiere de inversión pública y del fomento y atracción de inversión privada, tanto nacional como extranjera, a fin de mejorar la infraestructura logística y energética, elementos de suma importancia para el desarrollo de los negocios. En todo esto, México requiere certidumbre, seguridad y Estado de derecho; sin ello, cualquier esfuerzo será en vano.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C. 

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