Desde Palacio Nacional y desde la dirigencia de Morena siguen con lo mismo: pretenden convencer a la gente de que el INE organiza elecciones fraudulentas.

Entonces, ¿cómo llegaron a la Presidencia en 2018?

¿Por medio de un fraude del cual es cómplice el INE?

Y cómo es que ahora, en tan solo cuatro años, ganaron casi todo lo que quisieron y tienen el poder en la mayoría de las entidades del país.

¿También ahí llegaron gracias a la alquimia del INE y de sus émulos estales?

Y eso de que tienen la mayoría legislativa en la mayor parte de los congresos, ¿cómo ocurrió?

¿Igualmente el INE perpetró fraudes en esos estados a través de sus tentáculos electorales?

¿Qué ocurrió para que Morena haya podido echar del poder al PAN y al PRI en tantos lugares?

Francamente todavía no veo cables en Guacamaya Leaks donde se revele que Lorenzo Córdova y Ciro Murayama se aliaron secretamente con las fuerzas vivas de Morena para organizar asonadas electorales, pero bueno, en este país de las infodemias, las verdades alternativas, y las posverdades, todo puede ocurrir.

Entiendo que Córdova y Murayama cometieron el error de salir a contestar cualquier cosa que salía de Morena o Palacio Nacional, cayeron en todas las provocaciones, y en ese sentido fueron muy protagónicos por estar un día sí y otro también haciendo política en medios; me queda claro que sonaban antipejistas y antimorenistas, y que con sus aspavientos rijosos (los mismos de AMLO ) contribuyeron a exacerbar los ánimos; vaya, ciertamente Murayama utilizó tonos muy similares a los que criticaba en el Presidente, ambos fueron nada mesurados y sobrios, y Lorenzo por ahí anduvo varias veces, muy cerca en esas formas pugilísticas, pero eso no puede traducirse en que ambos son delincuentes electorales.

El Presidente acaba de decir hace unos días que su propuesta de reforma electoral tiene como intención “que haya democracia”, “que no haya fraudes”. Caray, pues no sé de qué nos perdimos en otro multiverso, pero desde el año 2000 a la fecha no veo que haya habido fraude alguno en una elección federal, y las irregularidades que hubo en comicios locales, cuando fueron graves, merecieron una sanción que llegó hasta anular los procesos. Van a espetar que en 2006 le arrebataron la elección a Andrés Manuel López Obrador, pero, un momento, ¿y las evidencias de tal cosa? Su propio movimiento no pudo documentar nada, ningún medio tampoco lo logró (y mire usted que buscamos por todos lados), pero no hubo nada, más allá de la intromisión discursiva del entonces presidente, Vicente Fox, que de acuerdo al Tribunal Electoral puso en riesgo la validez de aquella elección.

¿Dónde está hoy una sola prueba (no dos, una) de que el IFE y luego el INE hayan organizado algún fraude electoral del 2000 para acá? Como que ya se han tardado mucho en la mañanera para documentarnos los tremendos fraudes del INE, ¿no? ¿Dónde están las pruebas de que estos años el INE alteró el padrón y la lista nominal de electores? ¿Dónde están las evidencias de que el INE rasuró a votantes de Morena y revivió muertos para beneficiar al PRI? ¿Dónde están los indicios de que el INE operó para que en varios distritos las casillas fueran cambiadas de lugar para ayudar al PAN? ¿Dónde están los expedientes de la alquimia electoral del INE?

La verdad es que buena parte de la 4T literalmente odia todo lo que suene a institución, a independencia, a libertad, a rebeldía, a crítica, y no soporta el hecho de que no pueda someter a un organismo autónomo para convertirlo en una ventanilla electoral de la Secretaría de Gobernación, como pretende con su iniciativa de reforma ( ).

Lo que les molesta es que en la encuestas serias que se han dado a conocer recientemente el INE goza de un respaldo abrumador entre la gente: prácticamente siete de cada diez adultos mexicanos (68%) aprueba el trabajo que hace el INE al organizar elecciones. “Eso calienta” en Palacio, porque el Presidente anda entre el 58 y 60% de aprobación, y pareciera que a los más ultras entre los suyos eso les rompe el hígado: no pueden digerir que, a pesar de todas sus andanadas, solo el 29% desaprueba al Instituto Nacional Electoral. Ellos saben bien que hasta ahí llegan sus calumnias: ese 29% es su voto duro.

Y de ahí no van a pasar, por una simple razón: en las elecciones organizadas por el INE estamos los ciudadanos. Son nuestras elecciones. En cada casilla. Sus intentos de destruir a esa institución no avanzarán en el Congreso: no tienen votos suficientes, ni los tendrán, salvo que el PRI, haga un PRI.

Bajo fondo

Solo el 34% de la población considera que el INE requiere “cambios mayores” (20%) o “se debe cambiar todo porque no funciona” (14%), de acuerdo a una encuesta de El Financiero publicada en octubre. Es, reitero, el voto duro de Morena, que cree de hinojos lo que sale como propaganda de Palacio Nacional.

Al fondo

Alejandro Encinas nos debe explicaciones a todos. ¿Quién le entregó esas 467 capturas de pantalla que supuestamente contenían conversaciones de WhatsApp entre sicarios e incluso entre delincuentes y militares, que probarían el involucramiento de soldados en el asesinato de al menos seis estudiantes de Ayotzinapa?

El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que trabaja en el caso ha puesto en duda la autenticidad de esos pantallazos, tal como lo señalamos varios periodistas, que cuestionamos la redacción y los personajes que ahí se citaban.

¿Por qué Encinas creyó en quien quiera que le haya hecho llegar ese material? ¿De qué tamaño es el personaje para que Encinas se atreviera a enseñarles esos screen shots a los sufrientes padres de los jóvenes? ¿Qué poder tiene esa gente para que Encinas incluyera tal cosa en su informe? ¿Por qué la precipitación? ¿Quién lo apuró, quién lo presionó?

Según el GIEI, al menos 181 de esos pantallazos son falsos, por una pequeña razón tecnológica: tienen doble palomita azul como si hubieran sido leídos, pero… ese instrumento de palomeo no había sido creado en los días en que los mensajes supuestamente fueron enviados. O sea, alguien escribió esos mensajes, se los inventó, con el fin de inculpar a militares y construir una narrativa que se ciñera a aquello de “fue el Estado”.

¿Quién hizo tal cosa? ¿No sabe Encinas? Mal, muy mal por no verificar el origen de los supuestos mensajes. ¿Sí sabe? Peor, está encubriendo a alguien que miente y delinque, que obstruye la justicia.

Es una infamia jugar con las emociones de los padres de los desaparecidos. Lo fue durante el sexenio de Enrique Peña Nieto y es una irresponsable vileza seguir haciéndolo ahora.

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