1.- Primero abordo lo más importante, lo más preocupante: la violencia. A partir de que inició formalmente el proceso electoral, desde el 7 de septiembre de 2023 y hasta el 29 de febrero del 2024, han asesinado a 18 aspirantes o precandidatos a algún cargo público. Esto afecta a todos los partidos: de Morena fueron privadas de la vida siete personas; del PAN, cinco; de Movimiento Ciudadano, 3; del PRI, Verde y PRD, una por cada partido, según el documento “Violencia Electoral, proceso 2023-2024”, elaborado por el organismo Laboratorio Electoral ().

En enero de este año, Data Cívica documentó cinco asesinatos de precandidatos (dos eran mujeres). Uno por semana, en promedio (enero tuvo cuatro semanas y media). Además, registró un ataque armados y dos casos de amenazas (uno contra una mujer), también contra precandidatos. En febrero, de acuerdo con datos recabados por EL UNIVERSAL, hubo tres asesinatos más de precandidatos.

No voy a escribir que ojalá no haya violencia en este proceso electoral. Sería una estulticia teclear eso: la violencia ahí está, ha brotado cada mes. Lo que espero, lo que creo que exigen los ciudadanos que no están ligados de ninguna forma al crimen organizado, y que tampoco tienen vínculos con cacicazgos políticos, es que las autoridades federales, estatales y municipales protejan eficazmente a las decenas de miles de aspirantes y candidatos que competirán el próximo 2 de junio por 20 mil 708 puestos de elección popular.

Vivir un tercer proceso electoral consecutivo con políticos mandando a asesinar a otros políticos, y capos imponiendo a balazos a sus peones partidistas, lesiona severamente nuestro sistema democrático. Mientras haya impunidad en cada uno de los casos de violencia político-criminal, mientras no sepamos quién mandó a asesinar a quién, y mientras no sean llevados ante la justicia los perpetradores materiales e intelectuales de los homicidios, el régimen mexicano no podrá preciarse de ser una democracia plena.

En la tercera década de este siglo resulta sumamente vergonzoso que México represente a lo más acabado de una especie de república bananera sometida por un despiadado sicariato nacional de políticos y capos.

2.- Claudia Sheinbaum. ¿Qué esperar de ella? Primero, que con elegancia y serenidad (sin iracundias ni descalificaciones como las del Presidente) silencie a los más renombrados y patriarcales machos de la comentocracia mexicana, esos especímenes con plumas de relumbrón que añoran desaforadamente al priismo y al panismo (su priismo, su panismo); que extrañan con ansiedad -sin Tafil y sin jaibol- sus multimillonarios contratos de publicidad, sus pagos por su maquila editorial, sus puestos en el extranjero pagados en euros y dólares, y sus jugosas asesorías de gabinete; que Claudia refute con hechos a esos apellidos de lustre que no han tenido el menor asomo de timidez para afirmar cotidianamente, en radio y televisión, que ella es títere de un hombre.

Así, marioneta de un hombre, la caricaturizan. Para ellos una mujer no puede pensar por sí misma, siempre es apéndice de un hombre. Que Sheinbaum exhiba a esos señores -bien señores ellos- que no han tenido el menor recato para escribir artículos diciendo que es prisionera de un hombre; objeto del Maximato de un hombre; que no tiene personalidad propia porque actúa bajo las órdenes de un hombre; que no piensa por sí misma porque un hombre le dicta sus ideas; y así, hasta el infinito, hasta la náusea misógina.

¿Cómo los puede exhibir, no por complacerlos sino para acercarse al electorado independiente, que suele ser el más culto, informado y productivo? Presentando propuestas que marquen diferencias fundamentales con el Presidente, no como una forma de rompimiento con él (eso no va a suceder, como no sucedió jamás durante el priismo ni el panismo entre presidentes y candidatos), sino como una manera de matizar, de apostillar con profundidad. Por ejemplo: el mundo, por supervivencia, va hacia el combate decisivo contra el cambio climático, y ella, que sabe mucho del tema, debe priorizar la transformación energética del país, el viraje hacia las energías renovables donde México puede ser una potencia de energía solar y eólica.

Y lo otro, lo más relevante en este país feminicida y violador: Claudia debe hacer suyas las muchas agendas feministas para, discretamente, dejar en el olvido al hombre que, desde Palacio Nacional, dijo un día funesto que no sabía qué era el patriarcado.

BAJO FONDO

¿Qué puede lograr con eso Sheinbaum? Ir conservando sus 20-30 puntos de ventaja con los que arranca la campaña. De acuerdo con la más reciente encuesta de EL UNIVERSAL, Claudia cuenta con una ventaja de 23 puntos sobre Xóchitl Gálvez: 59 % contra 36 %. Por tanto, tiene sola misión: conservar su amplia ventaja. O al menos, impedir que ésta baje de dos dígitos de diferencia en trece semanas.

El promedio de diez encuestas (serias) que me mandó Roy Campos esta noche de viernes vía WhatsApp es de 59.9 % para Claudia contra 32.9 % de Xóchitl. Sesenta contra treintaitrés, pues. Son veintisiete puntos de ventaja. El promedio del modelo Oraculus, el aglutinador de encuestas, es poco más amplio: 63 % contra 31 %, treintaidós puntos. Una barbaridad para arrancar una campaña corta.

¿Qué tiene a su favor Sheinbaum para sostener su ventaja? Su imagen. Tiene 50 % de opiniones positivas y sólo 13 % de negativas en la encuesta de El UNIVERSAL. Un potente saldo de +37, mientras que Gálvez tiene un saldo negativo: 23 % de opiniones positivas contra 27 % de negativas.

¿Qué más tiene Claudia? Hasta ahora, una especie de blindaje contra lo que ocurrió recientemente en redes sociales. Sólo el 1% -sí, el 1%- de la gente escuchó que vio o escuchó noticias negativas sobre ella retuvo aquello de que tendría “nexos con el narcotráfico”. Los millones de tuits desplegados con el hashtag #narcocandidata, derivados de la etiqueta que le endilgaron a AMLO de #narcopresidente, no le habían hecho la menor mella hasta el 21 de febrero (fecha última de levantamiento de la encuesta). Veremos en la siguiente medición.

¿Qué esperar de ella? Que gracias a su ventaja y su condición de académica se dedique a hacer propuestas y que explique con nitidez las razones de esas iniciativas y, sobre todo, que sea clara y precisa en los cómo y los con qué; que no acuda a vaguedades u ocurrencias, que de eso ya tuvimos suficientes toneladas desde Vicente Fox y hasta acá.

Y también, muy importante, se espera de ella que abone a la paz con un lenguaje alejado de la violencia discursiva, del intento de destrucción del contrario, ese hábito tan incrustado en los pasillos de Palacio Nacional.

Veremos.

(En la próxima columna, lo que podemos esperar de Xóchilt Gálvez).

TRASFONDO

Como lo he escrito aquí varias veces para neutralizar el veneno de algunos conspicuos miembros de la grillada nacional, lo que escribo y digo en EL UNIVERSAL, en sus páginas y en el programa Con los de casa que se transmite los jueves a las 8 de la noche desde la Redacción de esta casa editorial, es opinión exclusivamente mía, no de este diario ni de sus directivos y dueños, y muchísimo menos de ninguna otra institución en la que yo trabaje. Aquí soy un periodista, nada más, ejerciendo su oficio.

Dicho lo anterior, desde aquí me sumo a lo expresado en la carta que varios colegas firmaron este viernes en respaldo al trabajo periodístico de Carlos Loret de Mola sobre aquel video donde se veía a Pío López Obrador, hermano del Presidente, recibiendo sobres que parecían contener dinero. Es inadmisible que Carlos y cualquier periodista sean perseguidos judicialmente por ejercer su trabajo, por publicar o transmitir información de relevancia. Y es inaceptable, también, que él y cualquier colega sean objeto de ataques y descalificaciones presidenciales y de cualquier funcionario de cualquier gobierno por el simple hecho de ejercer su oficio: contar lo que sucede en las entrañas de los poderes.

Un demócrata no permite que se persiga a ningún periodista, aunque sus publicaciones le sean extremadamente incómodas. Un demócrata refuta documentalmente lo que se le imputa y en todo caso exhibe la falsedad de una información, o matiza con hechos documentales tal información, o la explica, pero con hechos, no con vituperios y descalificaciones.

Un demócrata, si no tiene cómo rebatir los hechos presentados porque son ciertos, acepta las imputaciones.

Un demócrata, o una demócrata.

Twitter: @jpbecerraacosta

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