Nunca me han gustado los santurrones ni los mojigatos que critican severamente todo como si fueran impolutos (nunca lo son). Siempre he detectado un tufo de hipocresía en ellos.
Tampoco me agradan los nuevos ricos que ostentan procazmente, ni los viejos ricos y su exhibicionismo grosero.
Unos y otros son iguales de vulgares, me parece: unos por mustios, los otros por insolentes.
¿De qué estamos discutiendo entonces al abordar los excesos de algunos miembros de la nueva clase gobernante, la 4T?
De libertad, pero también de sobriedad.
De derechos, pero también de congruencia.
En primer lugar, para mí, está la libertad: cada quien se puede gastar el dinero que percibe como mejor le parezca. Y subrayo: el dinero bien habido, no recursos públicos desviados para usufructo personal.
Si el senador Gerardo Fernández Noroña quiere gastar $100 mil o $200 mil pesos de su sueldo para viajar en Business Class de Air France, está en su derecho. Es su lana aterciopelada.
Si Andrés Manuel López Beltrán (hijo de AMLO) quiere usar su salario como dirigente de Morena para pernoctar en el hotel Okura en Tokio, donde por cada noche paga $118 mil 573 yenes ($800 dólares, $15 mil pesos) en la habitación menos cara (Prestige Bath with view), allá él, está en su derecho meterse a la tina y disfrutar un ventanal con vistas a Tokio desde la Prestige Tower. Lost in translation, es su billete, es su prestigio. Creo que su padre jamás hizo eso, pero él no es su padre, él puede hacer lo que le plazca con su cash y sus tarjetas.
Si el senador Ricardo Monreal quiere reventarse $54 mil pesotes en una botella de escocés marca The Macallan 25 years old, usar la bebida como digestivo y sopear una dona de chocolate en uno de esos whiskies de pura malta “madurados exclusivamente en barricas de roble seleccionadas a mano y sazonadas con jerez para lograr riqueza y complejidad”, pues allá él y sus complejidades. Es su derecho sacar la cartera, beber lo que le apetezca, combinarlo con el postre que quiera, y luego irse a Santiago de Compostela de vacaciones para expiar pecados, nomás faltaba.
Y si Mario Delgado hace un viaje educativo en busca de Pessoa a Lisboa y usa $493 euros por noche ($10 mil 700 pesos) para dormir y desayunar en el hotel Pousada de Portugal; y si la ministra Loretta Ortiz leva anclas para andar en camello en Egipto (o donde guste); y si el presunto violenta mujeres Cuauhtémoc Blanco se lanza a Milán a comprar en las tiendas más caras para que luzca más chulo cuando lanza obscenidades en los palcos de las cadenas de televisión que transmiten partidos de futbol; y si el diputado Pedro Haces es el nuevo Fidel Velázquez y festeja su cumple en una finca taurina a las afueras de Madrid; y si el diputado suplente Enrique Vázquez se descuelga hasta España para divertirse en el antro “Lío Ibiza”, uno de los más exclusivos de la isla española en donde una mesa puede llegar a costar 2 mil euros, según leo en mi periódico EL UNIVERSAL; y si Miguel Ángel Yunes Linares (sí, el ex panista devenido amigo morenista que dio el voto decisivo para la reforma al Poder Judicial) se escapa al Club de Playa Conca del Sogno en la Bahía de Recommone (Massa Lubrense) de Italia, pues allá todos estos cuatrotesinos, están en su derecho de gastar su dinero como quieran y donde quieran y en lo que quieran.
Esa es su libertad. Y la nuestra. Cada quien que haga de sus pesos, dólares, euros y yenes bien habidos lo que le venga en gana. Con nuestros recursos, todos y cada uno de nosotros podemos viajar a donde se nos antoje y quedarnos donde queramos y comer y beber lo que nos guste y comprar en las tiendas que queramos (cada cual sus gustos de boxeador, de narco-naco, o princesa reguetonera). Punto.
Pero (se sabe que en periodismo siempre hay un “pero”), ese no es el asunto a debate sino la congruencia política. La coherencia. La actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan, como dice el Diccionario de la lengua española. Para derrotar a alguien, los ciudadanos no prometimos en mítines, discursos, misas políticas y entrevistas ser los adalides de una supuesta austeridad republicana para que otros ciudadanos votaran por nosotros. Nunca dijimos que fuéramos santos patronos de la inanición y el genocidio presupuestal. Esa es la diferencia entre un ciudadano común y un político que pertenece a un movimiento con rasgos populistas o mesiánicos y que, ya en el poder y con mucho dinero, se olvida lo que criticó y entierra lo que pregonó.
¿Qué están haciendo varios personajes de Morena con sus viajes y compras que antes criticaron severamente en priistas y panistas? Ser incongruentes, ser incoherentes: se la pasaron durante años y años prometiendo que no serían como los prianistas, groseramente ostentosos (además de corruptos), que sus hábitos políticos y personales serían de austeridad, sobriedad, recato, incluso que tendrían actitudes franciscanas, y ahora están… ostentando sin pudor el dinero que les da tener el poder absoluto.
En política el que no es consecuente con lo que predica es deshonesto.
No hay más.
Los de la cartera facilona en la 4T están defraudando a su antiguo líder y a su Presidenta, que en estos días los ha llamado en balde a vivir en la medianía (término medio entre la opulencia y la pobreza) y actuar con humildad (modestia, sencillez). Nada, ninguno pidió disculpas, más bien todos salieron a decir, a su manera, que les vale.
Son unos descarados, pero no importa, sigan así, al fin que nunca los echarán del poder los ciudadanos defraudados.
Aunque, pensándolo bien, lo mismo decían los priistas...
Bajo fondo
Le cuento el horror que está ocurriendo en medio de la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua (otro traidor, en su caso a los principios por los que luchó la revolución sandinista). Es inaudita la censura que se da allá. Una jueza decidió que un "interventor" del Tribunal Superior de Justicia de Nicaragua será el que revise y luego apruebe o rechace todos los contenidos del medio digital Tribuna antes de que éste los publique, lo que bloquearía las críticas al presidente Ortega. Torquemada. La Inquisición.
Ah, no, disculpe, este atentado contra la libertad de prensa no se perpetró en Nicaragua sino en Campeche: la libertaria jueza no beneficia al dictador Ortega sino a la demócrata gobernadora Layda Sansores, la censora más conspicua de Morena.
Después de tantas décadas de luchar por la libertad de expresión, ¿cómo es posible que en Palacio Nacional toleren el autoritarismo de esta política?
Es una vergüenza que salpica hasta allá.
jp.becerra.acosta.m@gmail.com
Twitter: @jpbecerraacosta

