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orena, a partir de mañana domingo, cuando concluyan los comicios en Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas, y si hacemos caso a la mayoría de las encuestas serias, que le dan la victoria en al menos cuatro de seis gubernaturas en disputa, se habrá convertido en el partido hegemónico de México: gobernará veinte estados. Y si le sumamos los gobiernos de sus aliados (Verde y PES), lo hará en 22 entidades, dos terceras partes del país.

Como fallen las encuestadoras, por la elevada tasa de rechazo que ha habido en varios de sus ejercicios de medición recientes, y Morena reciba una tunda, esas empresas van a caer en un desprestigio bien merecido, y en Palacio Nacional habrá un maremoto de iracundia contra los medios y “los conservadores” de aquí a los comicios de 2023 en Coahuila y Estado de México, pero con una virulencia como nunca ha visto usted en este sexenio.

Pero bueno, regreso al primer párrafo: de confirmarse las proyecciones, podremos decir que Morena ya se transformó en el viejo PRI, en aquel partido de Estado que, antes de que iniciara este siglo, era capaz de gobernar todo, desde la presidencia de la república hasta el más anti priista de los municipios, pasando por la gran mayoría de las entidades, muchas veces a punta de fraudes o de coacciones del voto, por no hablar de la violencia selectiva que el régimen priista perpetró durante décadas contra cientos y cientos de opositores.

Hoy, en cada pueblo, en cada región, en donde sea que pasa Morena y se asienta con su marca registrada (#AMLO), ha ido succionando, absorbiendo al PRI (esa otra marca en decadencia que ya no vende), como un insaciable vampiro político que se aprovecha de la debilidad y aislamiento de su pérmica víctima, y abusa incluso de la vulnerabilidad de sus hermanos y primos tricolores, que en desbandada han mutado del tricolor al guinda.

Si ese pronóstico de victorias se cumple, la ofuscación de los adversarios del Presidente será inconmensurable el lunes por la mañana, y los amlofóbicos, desde su racista república fifí, arremeterán severamente contra “los mexicanos”, diciendo de todo, como que son un pueblo “ignorante”, “inculto” y “manipulable”. “Estúpido”. “Narco”. Y lo que usted guste agregar aquí _______, proveniente del rencor más profundo que tiene esa gente contra cualquier cosa que emane de Andrés Manuel López Obrador.

Quizá deberían salir un poco más allá de su propio círculo rojo y alejarse a ratos de sus muy afines redes sociales, para tratar de entender lo que sucede en la calle, y para intentar asimilar que ya casi nada es binario en este país, aunque ellos y los simpatizantes radicales del Presidente pretendan apresarnos a todos en ese su mundo extremista que es blanco y negro.

Volvamos: es una proeza electoral lo que la mayoría de los mexicanos le ha dado a este partido, gracias al arrastre que genera López Obrador. Nunca el PAN, en sus 82 años de vida, logro la extensión territorial que Morena ha conseguido en diez años de vida: hoy el panismo gobierna siete estados. Del PRD, que gobierna uno, mejor ni hablemos: ni en sus sueños más chuchistas, roblistas, cardenistas, o incluso pejistas, se imaginaron semejante hazaña política: dos de cada tres entidades en su poder.

En datos duros, mire usted el vertiginoso crecimiento de Morena, por ejemplo en Oaxaca: hace seis años, en la elección para gobernador, se quedó en tercer lugar, con 22.8% de los votos, a casi diez puntos del primer sitio. Mañana, de acuerdo a las encuestas publicadas esta semana, le podría dar una paliza de 17 puntos de ventaja a su más cercano conteniente (alianza PRI-PRD).

En Hidalgo, también hace seis años, quedó en el cuarto lugar con escuálido 7% de los votos. Ahora, según las mediciones, le sacará no menos de nueve puntos de ventaja a su principal contendiente (alianza PAN-PRI-PRD).

En Quintana Roo, en 2016, apenas consiguió un tercer lugar con el 11% de los votos. Mañana aparentemente le dará una tunda de 15 puntos a la coalición PAN-PRD.

En Tamaulipas, donde Morena no figuraba en 2016 (2%, cuarto lugar), supuestamente ganará ampliamente, con 10 puntos de ventaja a la coalición PAN-PRI-PRD. Estamos hablando del norte, una región que siempre ha estado vetada para los partidos de “izquierda”.

En Durango, donde tampoco era relevante hace seis años (2%, cuarto lugar), Morena compite por la victoria, con distancias que lindan el llamado “empate técnico”, que es de dos a cuatro puntos de diferencia con PAN-PRI-PRD, lo que deja las cosas dentro del margen de error que suelen tener las encuestas.

Y en Aguascalientes, una de las tradicionales fortalezas del PAN, donde “la izquierda” siempre había sido inexistente (3% para Morena en 2016, cuarto lugar), insólitamente Morena se volvió competitivo: tiene hasta 40% de intención de voto, contra 46% del PAN.

¿Inaudito todo eso en medio de la violencia, la inflación y la narrativa extremista del Presidente? Pues sí, pero no tanto: a pesar de las más severas crisis económicas, inflacionarias y delictivas, basta recordar el control absoluto que durante siete décadas tuvo sobre México… el PRI. O si usted prefiere, el dominio que ahora tendrá durante un par de sexenios más su mutación: Morena.

Acostúmbrese a eso. O haga algo, si gusta.

BAJO FONDO

Porfirio Muñoz Ledo está empezando a pololear con las peores insensateces de su vida, desde aquellas en Nueva York.

jp.becerra.acosta.m@gmail.com
Twitter: @jpbecerraacost

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