Aquí silban las balas. Y esto puede acabar muy mal. La violencia discursiva, que sí es violencia política, en cualquier chasquido se traslada a las ejecuciones. A la tragedia. A la desgracia. Lo hemos visto una y otra vez. Basta un loquito (o dos), como en el tristísimo caso de Luis Donaldo Colosio, para que el país termine en el abismo. Nos pasó justo hace treinta años y nos puede ocurrir de nuevo, porque algunos políticos mexicanos no aprendieron nada de aquel magnicidio.

Nada. Si hubieran aprendido algo, hoy no estarían sembrando minas terrestres y lanzando proyectiles desde drones para devastar el campo del proceso electoral. Irresponsables, temerarios, ni siquiera ven que hay una escalofriante diferencia con lo que sucedió en 1994: azuzado o no, en ese entonces se trató de un solo hombre desquiciado, y en 2024 tenemos varias regiones del país sometidas al yugo, al gobierno paralelo del sicariato nacional, esa maquinaria bélica con múltiples y despiadados brazos armados al alcance de unos cuantos dólares y con muchos clientes potenciales. No entienden: si no hay un cliente, basta la súbita inspiración mesiánica y machista de un monstruoso líder criminal.

El war room de Xóchitl Gálvez, dirigido básicamente por los mismos que ayudaron a Felipe Calderón y dos que tres nuevas adquisiciones, le apuesta a una reedición (ultra) del 2006: el eficiente eslogan de aquel tiempo (que los más jóvenes votantes de hoy desconocen porque fue hace 18 años), aquella contundente frase de que AMLO era “un peligro para México”, hoy la venden como que tenían razón porque, afirman, López Obrador es un Narco Presidente en funciones.

Es durísima la estrategia, de un enorme riesgo, y por tanto muy irresponsable, porque si supuestamente el actual presidente servía desde 2006 a un cártel en perjuicio de otros grupos criminales, ¿qué podrían hacer hoy los afectados? ¿Qué hacen los capos mexicanos de nuestros días cuando ubican a un enemigo? ¿Le piden que se porte bien, o lo liquidan?

Si López Obrador es un narco presidente, como replican miles y miles de tuits coordinados por los dueños de los bélicos bots en las redes sociales, ¿qué deben hacer el resto de los Poderes de la Unión? Yo digo que una opción es destituirlo. Que, apegados todos a la Constitución, lo separen del cargo y lo consignen ante un juez por asociación delictuosa. Mínimo. Eso sería lo conducente, si tienen pruebas rotundas, más allá de “reportajes” que en sus propios párrafos se desmienten a sí mismos y que usan testigos protegidos de dudosa procedencia (de la DEA, pues), como ya ha ido quedando claro en días recientes.

Pero eso no es todo, nos dirán que ahora cuentan con el testimonio de un supuesto líder de una banda criminal de Guerrero que dice más o menos lo mismo que las marionetas de la DEA. Ok, hagámosle caso al ardillo, vayan por el Presidente, que algo podrán hacer los poderes Legislativo y Judicial (o al menos intentarlo), tal vez una especie de desafuero reloaded, pero si las instituciones no actúan, ¿entonces qué, le pedimos a los gringos que nos invadan tipo Panamá en época de Noriega? ¿O los priistas que diseñaron la pax narca durante décadas antes de Vicente Fox van a contactar a El Mencho y El Mayo para pedirles que hagan justicia a la patria y ejecuten a López Obrador? ¿Y las tropas “narco pejistas”? ¿Qué, los millones de fieles de AMLO se van a quedar cruzados de brazos o se van a agarrar a balazos con los sicarios que ataquen a su líder? Y los militares, ¿qué van a hacer en una distopía así? ¿Hacia dónde van a disparar?

Así su política ficción, así su guerra: todo, por todos los medios, todo el tiempo, sin consideraciones, sin cálculos, aunque empujemos al país al precipicio: vamos a por AMLO, el narco. Y entonces, tal como ya pululan los hashtags al respecto, Claudia Sheinbaum es la narco candidata, ¿cierto? ¿Qué se hace con alguien así? Se le impide que compita el 2 de junio, ¿no? ¿Cómo? Que nos expliquen en el war room de Max Cortázar, ahí donde están jugando con balas. No con fuego, con balas, en el país de los gatilleros.

Noooo, si son unos genios, les diría alguien en 2018.

BAJO FONDO

Estamos a quince días de que inicien las campañas y a quince semanas de que vayamos a votar. Lo que debería ser una fiesta democrática, una celebración republicana de contrastes ideológicos y programáticos, un gran foro de discusión de proyectos alternativos de nación, planteados con toda urbanidad en debates intensos pero respetuosos, se está convirtiendo, cada día que pasa, en una ominosa guerra de la cual podríamos salir muy lastimados todos como sociedad.

La política es cosa demasiado seria como para dejársela a los políticos. Los periodistas también tenemos una responsabilidad enorme ante los ciudadanos: con mesura y sobriedad, debemos abstenernos de enrarecer más el ambiente a través de propagaciones producto de filias y fobias.

De otra manera, seremos cómplices del oprobio al que nos quieren conducir los unos y los otros, los que ostentan groseramente el poder, y los que lo codician sin escrúpulo alguno.

Twitter: @jpbecerraacosta

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