El Presidente de la República se acerca a su tercer año de gobierno. Va llegando a la mitad del camino de esa misión que él mismo se impuso, de esa odisea que él dice que tiene que recorrer, y que es sentar las bases de lo que llama “la cuarta transformación”, el movimiento político y social que equipara con la Independencia, la Reforma y la Revolución , y que para él representa un verdadero cambio de régimen.

Es momento, entonces, de hacer un balance inicial, aunque sea de un par de temas.

Empiezo por los modos, que a veces son esencia en la política mexicana. Inicio por lo personal, por el estilo político que tiene Andrés Manuel López Obrador para ejercer la Presidencia, para interpretar la investidura presidencial.

Qué fuerte debe haber sido cargar en la espalda durante tres años la convicción de que uno es del tamaño de Hidalgo , Juárez o Madero . Qué monumental peso tener la certeza de que lo que uno hace es histórico, que es parte de la Historia, así, con mayúsculas, y que quizá cada gesto y ademán de gobierno algún día estará impreso en los libros patrios. No sé cómo me vería yo en las mañanas ante el espejo si tuviera semejante idea. “Buen día, tú eres como ellos, Andrés Manuel: eres descomunal, gigantesco, heroico. Eres siervo de la nación, benemérito de la patria, apóstol de la democracia”. Uf, me parece que dos o tres veces sí me cortaría la mejilla al rasurarme, absorto como estaría en tales expectativas y ensoñaciones.

Creo que el Presidente hizo mal en imponerse ese destino colosal, porque bajo esos parámetros tiene que ser visto, observado, analizado, calificado y juzgado. ¿Quién puede salir bien librado de una promesa así, que no es otra cosa que una proeza inalcanzable en seis años, acaso en toda una vida?

Ni hablar, Andrés Manuel se convirtió en rehén de López Obrador. No entendió que las expectativas son las que liquidan todo porque se vuelven frustraciones, en ocasiones rencores, a veces odios.

Y a pesar de esa desazón de lo incumplido, que la verdad se percibe más en las redes sociales y en la prensa que en las calles, el Presidente tiene buenos números: solo tres de cada diez mexicanos (33%) lo reprueban “algo o mucho”, de acuerdo a la más reciente encuesta de Buendía&Márquez para EL UNIVERSAL (https://www.eluniversal.com.mx/nacion/aprobacion-de-amlo-sin-variar-mitad-de-su-gestion). ¿Por qué tanta gente, el 62%, aprueba su trabajo como Presidente? ¿Por qué la mayoría (48%) percibe que el país va por un buen camino o muy buen camino, aunque hubo un descenso de ocho puntos con respecto a la medición previa (55% opinaba eso en mayo)? ¿Por qué solo el 38% cree que llevamos mal o muy mal rumbo (37% en mayo)?

Porque es un extraordinario comunicador que vende algo pírrico como algo inconmensurable. Para ponerlo en sus propias palabras, tomadas de su reciente mensaje por su tercer informe de gobierno:

“Cuando llegamos al gobierno, un salario mínimo alcanzaba para comprar 5.8 kilogramos de tortilla y ahora permite adquirir 7.7; es decir, casi dos kilos más”, narró en su discurso.

Y así es, en eso se resume el logro de su gobierno, en 1.9 kilos más de tortilla para los más necesitados. Efectivamente, el salario mínimo ha crecido como nunca en este siglo, pero nadie ha salido de la pobreza; por el contrario, los pobres han crecido, de acuerdo a los datos más recientes de Coneval (https://www.eluniversal.com.mx/cartera/aumenta-pobreza-en-19-estados-del-pais-coneval). Mucho menos ha habido desarrollo social, como no lo ha habido en ningún sexenio desde los años ochenta para acá: la disminución de la pobreza ha sido de un punto porcentual por sexenio (1.7), en promedio (https://www.eluniversal.com.mx/opinion/juan-pablo-becerra-acosta-m/zedillo-fox-calderon-y-pena-fracasaron-amlo-tambien). Lo que se evitó es la hambruna. Otra vez, en palabras del Presidente:

“Lo más importante es que la pandemia no desembocó en una crisis de consumo; gracias a las remesas y a los apoyos de los Programas de Bienestar (…), se ha podido evitar la falta de alimentos y otros bienes de primera necesidad. (…) No se han registrado saqueos a comercios ni actos de vandalismo o desesperación por hambre o desatención a las necesidades básicas de la gente. Hay paz social y gobernabilidad en nuestro país.”

Tiene razón. No hubo un estallido social. Hay, razonablemente, paz social, estabilidad macroeconómica y gobernabilidad, a excepción de lo que sucede en los territorios donde se ha perdido la soberanía y el crimen organizado ha instaurado zonas de silencio, pero esa es otra historia, porque los niveles de violencia entre los grupos criminales no ceden, ni cederán. Hoy, la 4T del Presidente ha evitado que este país se vaya al infierno de las hambrunas, y ese es su logro irrefutable: casi dos kilos de tortilla más para cada quien.

Ahora, eso léalo e interprételo usted como guste, lectora-lector: él ya lo comunicó…

BAJO FONDO

Con más de medio millón de muertes no esperadas y asociadas a la pandemia (508 mil 447), con ese exceso de mortalidad por todas las causas durante la emergencia por Covid-19 en 2020 y 2021, muertes directas e indirectas a causa de la Covid-19 (https://coronavirus.gob.mx/exceso-de-mortalidad-en-mexico/), el Presidente hizo muy mal en no imponerse una profunda introspección acerca de la pésima gestión de la pandemia que ha tenido Hugo López-Gatell , a quien ha protegido a capa y espada. Apenas dedicó unas cuantas líneas de su mensaje a esta desgracia que ha dejado a cientos de miles de familias mutiladas, y en ese breve espacio no hubo ningún reconocimiento de pifia alguna. La autocrítica no es lo suyo en este tema, lo tengo claro, a pesar de que, desde mayo del año pasado, tuvo varias oportunidades para recular, para corregir errores, en especial el más desmesurado, el del cubrebocas, sobre todo a partir del momento en que la OMS informó que la propia Organización había errado y que SÍ era indispensable usar cubrebocas prácticamente en todo momento, y sobre todo en espacios cerrados, para evitar contagiar y ser contagiados.

Solo la ignorancia técnica, la mala fe, o la irresponsabilidad pueden explicar que, a estas alturas, haya gente que siga empecinada en que los cubrebocas no sirven, cuando toda la evidencia científica nacional e internacional demuestra de forma rotunda e irrefutable lo contrario.

Una política de Estado promoviendo en medios de comunicación el uso masivo de la mascarilla, ahora que hay regreso a clases presenciales, ayudaría mucho en esta tercera ola, y en la cuarta que tendremos a final de año y principios de 2022. Muchos contagios y vidas pueden salvarse todavía. A ver, a ver si cambia de parecer en algún momento, pero no lo veo diciendo: “Me equivoqué, usen todos cubrebocas en todo momento de contacto”.

EN EL FONDO

Presumir el dinero que envían los migrantes a México como un logro de gobierno ha sido una de los actos más vergonzosos de todos los gobiernos que yo recuerde, como si los mexicanos no estuvieran en Estados Unidos porque su país los marginó y expulsó. En palabras del Presidente el 1° de septiembre:

“En estos últimos tiempos, han crecido como nunca las aportaciones que realizan nuestros paisanos migrantes a sus familiares en México. El año pasado las remesas se elevaron a 40 mil 600 millones de dólares y en este año estimamos, de acuerdo al comportamiento hasta el día de hoy, que superarán los 48 mil millones de dólares; es decir, 18 por ciento más. Hoy acaba de dar a conocer el Banco de México que las remesas de julio alcanzaron los 4 mil 540 millones de dólares. Es una cifra récord mensual. Aprovecho para recapitular: récord histórico en remesas (…). Está como para decir a los cuatro vientos, para presumir, decir a los tecnócratas neoliberales: “tengan para que aprendan”.

¿Qué hay que aprender de un Estado, el mexicano, cuyos ciudadanos tienen que huir para irse a buscar la vida a otro país? Benditos los migrantes, sí, los verdaderos bomberos del país que han impedido una explosión social, pero cada vez que aumentan los mexicanos que migran y sus remesas crecen, exhiben lo malos que son los gobiernos federales y estatales. Y luego dijo el Presidente:

“Agrego algo profundo y fundamental: el dinero de las remesas llega hasta abajo, a las familias y comunidades más pobres del país; estamos hablando de más de diez millones de envíos de 380 dólares mensuales (7 mil 600 pesos) en promedio por familia. Esta derrama de recursos, aunada a otra cantidad similar que se destina del presupuesto público a los distintos Programas de Bienestar, es la esencia de nuestra estrategiapara enfrentar la crisis. En otras palabras, con esta inyección rápida y directa de recursos a las familias, se ha fortalecido la capacidad de compra o de consumo de la gente y con ello se ha podido reactivar pronto la economía.”

O sea que la mitad de la esencia de su estrategia económica es… que los mexicanos anden en Estados Unidos , trabajen duro lejos de su tierra y parte de sus familias, y que manden mucho dinero al país.

Nada qué agregar…

Y AL FONDO

Durante agosto y los tres días de septiembre que llevamos, he recibido comentarios y preguntas que me llevan a reiterar de nuevo: lo que aquí redacto y publico, producto de mi reporteo y de mis análisis y opiniones, y lo que expreso en Con los de casa, el programa de debate de EL UNIVERSAL, en el que participo los miércoles con David Aponte , Valeria Moy , Maite Azuela y Héctor de Mauleón , NO representa la opinión, el punto de vista o la línea editorial y de pensamiento ni de Gaceta UNAM (la cual dirijo), ni mucho menos de la UNAM.

Acá, en EL UNIVERSAL, en esta que es mi casa, tengo el privilegio de tener un espacio periodístico en el mejor medio de comunicación del país; allá, en la UNAM, que también es mi casa, tengo el honor (que por cierto es el honor de mi vida) de servir a una de las más portentosas instituciones del Estado mexicano, tal como lo hacen otras personas que respeto y admiro y que también tienen espacios de libertad de expresión en este y otros medios de comunicación.

    
jp.becerra.acosta.m@gmail.com
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