A mí sí me sirvieron las campañas de Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez. La de Jorge Álvarez Máynez francamente no la seguí, me pareció un estorbo político de origen crematístico (la forma de hacer dinero de su partido), y no le vi ningún sentido dedicarle un minuto, más allá de la consternación que me produjo la terrible y lamentable pérdida de vidas durante un mitin en San Pedro Garza García, Nuevo León.

Sobre Claudia y Xóchitl mentiría si afirmara que vi cada uno de sus mítines, actos y spots, pero sí me detuve en los resúmenes diarios publicados en este periódico y los transmitidos por dos noticiarios nocturnos de televisión, el de Ciro Gómez Leyva en Imagen, y el de Enrique Acevedo en Televisa. Eso, más lo que aprecié durante los tres debates organizados por el INE. También opté por leer u observar entrevistas individuales y colectivas que les hicieron en prensa, radio y televisión, lo cual me aportó un retrato nítido de cada una de las candidatas, una idea muy clara de lo que son… y de lo que no son.

Algunas cosas sobre sus pensamientos y sus formas de hacer política las sabía yo desde antes de las campañas, pero sin duda que en estos últimos meses ambas me aportaron muchos más elementos para decidir. Creo que cuento ya con un panorama esclarecedor de lo que proponen y lo que omiten para arribar a la Presidencia de la República, y también de lo que, según ellas, pretenden hacer (y deshacer) una vez que estén en Palacio Nacional.

¿Cambió mi intención de voto a lo largo de la contienda presidencial? En el fondo, no, pero sí hubo varios momentos en que dudé y eso es democráticamente muy sano para una sociedad tan polarizada. Escucharnos desde nuestras diferencias representa estar dispuestos a que, con argumentos sólidos y alejados de estridencias y ofuscaciones (con razones apartadas de filias y fobias), alguien te pueda convencer de cambiar. Por ejemplo, luego de poner atención a otras personas que piensan distinto que yo, en los votos para el Congreso de la Unión decidí modificar mis opciones originales, y lo mismo ocurrió con los sufragios que emitiré en Ciudad de México.

Ahora bien, ¿las campañas sacudieron algo en las intenciones de voto de la mayoría de la población? ¿Provocaron cambios relevantes? Parece que no, si nos atenemos las encuestas (de empresas serias) publicadas hasta este viernes. El agregador de mediciones Oraculus da el siguiente promedio:

Claudia 55 %.

Xóchitl 33 %.

Máynez 12 %.

Son 22 puntos de ventaja para la morenista que, a una semana de los comicios, suenan irremontables. ¿Qué sucedió a lo largo del tiempo? De su punto más alto, que fue en enero, cuando tenía 60 %, Claudia perdió cinco puntos. Un punto por mes. Realmente nada que la pudiera inquietar.

De su punto más bajo que fue en septiembre del año pasado, cuando contaba con 30 %, Xóchitl llegó a ganar hasta cinco puntos (en febrero), pero al final todo quedó en tres puntos netos de ganancia. Ni medio punto por mes creció. Nada que pudiera hacerla una competidora de cuidado en términos porcentuales.

De su punto más bajo en enero (7 %), Máynez arrebató cinco puntos. Un punto por mes. Nada para al menos acercarse al segundo lugar. Si sus 12 puntos hubieran ido a Gálvez, la contienda hubiera estado más cerrada (diez puntos de diferencia), pero dudo que todos sus votos pudieran concentrarse de esa manera en la panista: seis de cada diez irían a ella y el resto a Claudia, de acuerdo con la encuestadora favorita del war room de la opositora.

¿Cuál puede ser el mejor escenario para Claudia, de acuerdo con las estimaciones de Oraculus? Que le dé una soberana paliza a su contrincante, con una diferencia de treinta y tres puntos: 61 % contra 28 %. ¿Y para Xóchitl cuál sería el mejor escenario? Que perdiera por diez puntos: 49 % contra 39 %.

¿Hay otra hipótesis? Sí, que la mayoría de los mexicanos estén hartos del Presidente de la República, de sus excesos en el poder, de sus tentaciones autoritarias, y de sus intromisiones verbales en el proceso electoral (lo cual no se refleja en ninguna encuesta sobre su ejercicio de gobierno, donde en promedio es aprobado por seis de cada diez mexicanos). Y que por todo eso, por todas sus insolencias políticas, haya un enorme voto oculto. ¿Puede ocurrir? Ha sucedido en algunas elecciones locales de México y en otras partes del mundo, pero lo dudo, creo que este arroz ya se coció, como alardeaban los intelectuales y propagandistas del viejo priismo (el que concluyó con la derrota de Ernesto Zedillo) y también los exégetas del último priismo (el de Enrique Peña Nieto), todos los cuales hoy están más que furiosos porque al parecer seguirán viviendo en el error, es decir, fuera del presupuesto, como decían cínicamente.

Como sea, usted vaya a votar, lectora-lector, porque cuando la gente se ha abstenido notoriamente es cuando se han producido desastres electorales en el planeta. Nos vemos en las urnas de este domingo en ocho. No falte.

BAJO FONDO

Como no haya una sorpresa mayúscula, ¿qué demonios va a alegar esa encuestadora que pone arriba a Xóchitl Gálvez por casi dos puntos y que tanta alharaca hace en redes sociales junto con los fans de ella?

Y lo mismo: como fallen el grueso de las encuestadoras que ponen arriba a Claudia por quince o veinte puntos, y al final ella pierda o gane por unos magros cinco puntos de diferencia, vaya engaño colectivo que habrán perpetrado.

Twitter: @jpbecerraacosta