Justo hace diez años, la Tierra Caliente de Michoacán se convirtió en una especie de segundo hogar para mí y varios compañeros fotoperiodistas, camarógrafos y técnicos en transmisiones (operadores de Live U), quienes me acompañaban en incursiones reporteriles que buscaban narrar el levantamiento armado de civiles contra el cártel de Los Caballeros Templarios, grupo criminal que llevaba largo tiempo asolando la región con la complicidad de autoridades municipales, estatales y hasta federales.

Mes a mes, a veces semana a semana, en ocasiones un día tras otro, las piezas de video fueron transmitidas durante 2013 y parte de 2014 en el noticiero nocturno que conducía Ciro Gómez Leyva en Milenio Televisión. Las crónicas se publicaron en el diario.

¿Qué fue lo que encontramos en los principales municipios calentanos? Que esa organización delictiva literalmente gobernaba toda la zona. No había autoridad que se le resistiera. En algún momento obtuve la nómina templaria y era un mapa del horror en forma de cifras: ahí estaban enlistados los dineros que el cártel entregaba mensualmente a alcaldes, jefes policiales, funcionarios estatales y policías federales que se beneficiaban con los abundantes recursos criminales, ya fuera por las buenas o por las malas, bajo la ley narca de plata o plomo.

También se enumeraban los cobros de piso que el cártel imponía a los ayuntamientos para permitirles que realizaran obras públicas, cantidades obscenas que los capos saqueaban de los presupuestos municipales.

En los hechos, el narco michoacano era alcalde, tesorero, jefe policial, secretario de obras, inspector sanitario, cobrador de diezmos y todo lo que hiciera falta.

Los productores la pasaban muy mal: quienes se dedicaban al aguacate, al mango, al limón, a la madera, al ganado, a la minería -a lo que fuera-, todos tenían que pagar pisaje, pero no solo eso: muchas veces eran despojados de sus tierras porque la codicia de los criminales era inconmensurable y de pronto no les bastaba con las ganancias provenientes de la extorsión.

La parte más jodida se la llevaba la población, que literalmente padecía un sitio de guerra: a la zona levantada en armas no ingresaban alimentos, medicinas, gasolina, gas, programas sociales. Nada ni nadie libraba los retenes templarios. Vaya, hasta algunos curas huían del lugar y ninguna autoridad se atrevía a romper el cerco.

Pero eso no era lo peor, lo que detonó la rebelión fueron los abusos, las violencias contra las mujeres y las humillaciones que esas atrocidades implicaban para abuelos, padres, hermanos, esposos, novios, hijos.

-¿Qué hacía yo, señor, qué podía hacer yo? –se lamentaba y apenas contenía las lágrimas un hombre del municipio de Buenavista que se desahogaba conmigo en un billarcito. Me sorprendió su franqueza, generada por alguna razón que aún hoy se me escapa. Era como un resorte de intimidad impulsado hacia mí que no acabo por identificar una década después. Cuando pasábamos por el lugar, mi equipo y yo solíamos comer en una cenaduría que atendía su esposa, pero ese había sido todo el acercamiento a lo largo de las semanas y meses. A pesar de eso, aquella noche sorbió algunos tragos de cerveza y siguió con su catarsis, como si yo fuera un viejo amigo de copas:

-Vino escoltado por unos 40 hombres armados, todos con fusiles de asalto. Mirándome a los ojos, como si nada, me dijo: “Su hija va a ser mi novia”. ¿Qué hacía yo, señor, qué podía hacer? -se dolía el pobre hombre, a la búsqueda de una exculpación.

No podía hacer nada. El tipo que mancilló a su hija era uno de los más feos y despiadados líderes de La Familia Michoacana que más adelante acabó preso, pero antes embarazó a la hija de ese hombre, una jovencita menor de edad que estudiaba para largarse de ahí y cuya hermosura se vio marchitada por el energúmeno que la ultrajaba. Nada que hacer: la mujer tuvo un hijo del narco y el hombre del billar se resignó a tener un nieto del sicariato.

En Tepalcatepec pasó lo mismo: “Ahí me baña a su hija, al rato vengo por ella. Y ni me haga caras porque entonces también me baña a su esposa”, avisaban los insolentes sicarios, me narró su desgracia un ganadero. Y luego otro y otro y otro.

Coalcomán, idéntica estampa, se convirtió en el municipio sin quince años, bodas y fiestas, el lugar donde ya nadie bailaba: los hombres ocultaban a sus niñas, jóvenes y mujeres para que los capos y sus sicarios no las vieran, no las desearan, no las raptaran, no las desaparecieran.

-¿Hoy, cómo están las cosas diez años después? –le pregunto al líder de las primeras autodefensas, las de La Ruana. Hipólito Mora, a quien narcos locales trataron de asesinar nuevamente a principios de este mes, no tiene la menor duda:

-Peor. Todo está peor, extorsiones, despojos, reclutamientos, desapariciones, ataques a las mujeres. Los narcos gobiernan aquí peor que antes y ahora nadie se levanta en armas porque todos tienen miedo y nadie dice nada. Estamos mucho peor que hace diez años, sí.

La prevalencia de gobiernos criminales en Tierra Caliente, se llamen Cárteles Unidos o Cártel Jalisco Nueva Generación (ambos se disputan la zona), le da cabal sentido al concepto de Estado fallido.

Es una vergüenza que los gobiernos de Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador (y sus quién sabe cuántos gobernadores y virreyes) no hayan sido capaces en dieciséis años de liberar del terror a los michoacanos.

Bajo Fondo

-Se cumplen diez años del levantamiento, ¿cómo está la situación, Hipólito?

-Está mal, Juan Pablo, estamos mal. Muy muy mal. Tenemos un gobierno alterno que es un cártel y que tiene control de todo. De todo, de todo. Son los que mandan, desafortunadamente –responde Hipólito Mora, el fundador de las autodefensas.

-¿Un gobierno alterno como cuando estaban los Templarios?

-Así, exactamente así; cobran cuota de todo, venden los productos de las tiendas de abarrotes, gente que viene a vender aguacate y plátano les acaban de prohibir también que vendan aquí en La Ruana. La verdura y todo lo de alimentos, ya lo venden ellos. Por ejemplo, anteriormente llegaban camiones de Zamora y Apatzingán a surtir a las tiendas de pan Bimbo, chocolates, Sabritas, Coca-Cola, todo lo que se vende en una tienda de abarrotes traían. Ahora ya no, ahora Los Viagras (grupo que forma parte de Cárteles Unidos) tienen unos almacenes y les dejan la mercancía a ellos y ellos tienen camionetas para ir a surtir a las tiendas a un precio más elevado.

-¿O sea que ellos ponen el precio a los comerciantes y a la población?

-Sí, pero sobre todo a la población, porque el comerciante le sube y no pierde nada, como pasa en el limón, que les va mucho muy bien. También tienen el control de la carne. Ellos controlan todo. Cuando va a haber un evento, un baile o algo, les dicen a los que venden alcohol: “Cierra, tú no vayas a abrir, porque nosotros vamos a vender”.

-¿Alguien se inconforma?

-No, nadie, tienen que aguantar la vara aunque se estén chingando de coraje, pero aguantan. Aguantan porque tienen mucho miedo. También ya se metieron con el cable para ver televisión, ya lo aumentaron. En el recibo que te dan en Cable ahí va incluida la cuota de ellos. Es para aquellos homies, como dicen los cholos (se ríe amargamente al aludir a los narcos). Está bien cabrón…

-Cuando ustedes se levantaron en armas cobraban extorsión a productores de mango, aguacate, limón, ganado, madera, ¿otra vez lo están haciendo?

-Otra vez, igual –dice resignado. Pero ven, ven para que veas cuántos se animan a hablar. Nadie. Nadie.

-¿Tienen más miedo que antes?

-Tienen más miedo que antes. Hace no mucho vinieron unos periodistas y recorrieron todo, hasta Aquila, y nadie quiso hablar. Me buscaron a mí y ya les dije yo, riéndome: “¿Cuántos hablaron?”, y dicen: “¡Ninguno!” Nadie quiera hablar, por eso a nadie atacan, nada más a mí, que sí hablo.

-¿Despojos de tierras?

-Ya les han quitado a algunos, los han corrido, se adueñan de algunas cosas. A mí me dicen lo mismo, que me van a quitar mis cosas pero conmigo eso no va a funcionar. Conmigo chingan a su madre y a mí no me sacan ni me quitan nada, solamente muerto. A mí no me asustan.

-¿Y a las mujeres las siguen tomando como trofeos de guerra como sucedió hace cinco años?

-Hay algunas jóvenes que andan por gusto con esos locos, como que les gusta esa vida, el dinero, por una camioneta o no sé qué, y hasta lo presumen, “yo ando con este”, “yo ando con la gente de este cártel”… -advierte, sin que le importe que sea políticamente incorrecto decir tal cosa que retrata la base social del narco y su raigambre cultural. Pero también hay otras que sí se las echan por la fuerza (reconoce). En Apatzingán una señora que conozco llevaba a su hija de 14 años a la escuela y, ¿no se la quitaron? Se la quitan, se la llevan tres o cuatro enrriflados, apenas hace cinco o seis meses, y no se ha vuelto a saber nada de ella. Imagínate el dolor de la madre. Los padres desechos, son amigos míos. A uno ya lo agarró la Fiscalía y tiene que confesar.

-¿Reclutados, desapariciones?

-Hasta de doce años, hasta de doce años. Chamaquitos que no pueden ni con el rifle y ahí van en una camioneta arriba. Doce añitos, les dan droga, los envician y se quedan con ellos. Son los que al rato hasta comen gente.

-Así le hacían Los Templarios, ¿se acuerda?, que les hacían comer corazones de víctimas a sus reclutados.

-Así es, y sigue habiendo desaparecidos entre la gente que protesta. Las autoridades saben sus lugares, sus identidades, tienen fotos. Están corrompidas igual que antes y me atrevo a decir que hasta peor.

-¿De qué sirvió que se levantaran hace diez años si todo sigue igual o peor, Hipólito?

-De que nos mataran a mucha gente –dice lapidariamente. De eso sirvió. Pero también como ejemplo para que más personas lo hicieron (efectivamente la chispa de La Ruana prendió en prácticamente toda la Tierra Caliente). Ahora pocos se atreven, tienen miedo, pero...

-¿Usted vislumbra que se van a volver a levantar en armas?

-Sí, sí, sí. En La Ruana están a punto. Toda la gente está esperando y ahora más que nunca. Nada más están esperando a que yo les diga y vámonos para arriba a tomar las armas y entonces sí, a no dejar entrar a ningún gobierno ni a nadie, ni a ningún cártel.

-¿Usted qué piensa que va a pasar?

-Eso, eso va a pasar en cualquier rato porque el gobierno no quiere detener a nadie, ahí en el municipio hay libertad total para los narcos, aunque ya no andan tan sueltos en La Ruana porque la Guardia Nacional y el Ejército los topan. Si el gobierno los sigue dejando en libertad van a seguir fortaleciéndose y va a haber un desorden total.

Un desorden total, diez años después de las autodefensas. Qué tristeza, gobiernos van y gobiernos vienen y 19 mil muertos después (hasta febrero de este año), todo está igual o peor en Michoacán.


Twitter: @jpbecerraacosta

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