Por favor acompáñeme en un breve viaje al pasado. Vamos a retroceder diez meses y dos semanas, hasta el 16 de marzo del 2020. Estamos en la mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador . Este día lo acompaña el doctor Hugo López-Gatell , quien apenas tiene unas cuantas semanas de haberse convertido en un personaje muy conocido.

La pandemia de SARS-CoV-2 acecha a México. En la tarde se informará que hay 82 casos confirmados en el país y 171 casos “sospechosos”. En el mundo hay 6,606 muertos. En México, ninguno, pero dos días después se reportará el primer fallecido a causa de la enfermedad Covid-19 . El gobierno federal no recomienda usar cubrebocas, solo lavarse las manos con agua y jabón, usar gel, aplicar estornudo o tosido de etiqueta, no tocarse la cara, y limpiar superficies. También quedarse en casa si hay “padecimientos respiratorios” y solo acudir al médico si se presenta alguno de los síntomas más señalados: “fiebre mayor a 38°C, dolor de cabeza, dolor de garganta, escurrimiento nasal, etc.”

Así de científico se lee el comunicado técnico de ese día: “etc.”

El Presidente ha estado de gira, se niega a quedarse quieto. Una reportera pregunta que si por los besos y abrazos que reparte (aquella célebre foto de él cargando y besando efusivamente el cachete de una niña durante del fin de semana), no sería bueno que se hiciera una prueba.

López-Gatell va a responder. Es el día en que México pierde a un buen técnico al frente de la gestión de la pandemia. Es el día en que se entierra a la ciencia. Aunque ya había dado un discurso febril unos días antes, en febrero, sobre la inconveniencia de usar cubrebocas, esta será la primera y más infausta perorata del doctor, presagio de la ligereza y el desastre que vendrían después. Responde sobre la prueba al Presidente:

"No tendría ninguna lógica científica. No sirve de nada saber si es positivo o negativo, porque la atención médica de una persona con Covid-19 es exactamente igual, se sepa que tiene o que no tiene el virus. La idea de que el Presidente tiene que hacerse la prueba es una visión completamente fuera de lugar en términos científicos. El Presidente afortunadamente goza de una buena salud y a pesar de sus 66 años no es una persona de especial riesgo”.

A pesar de un infarto, presión alta, y algo de sobrepeso.

Pero no era todo. Contra lo que recomendaba la OMS , de hacer pruebas y más pruebas para localizar y controlar al virus, el Presidente dice que hacerse la prueba mandaría un mensaje incorrecto a los ciudadanos: “Si yo me hago la prueba estoy induciendo a que todo el mundo vaya a saturar los laboratorios de análisis y ¿qué ganamos con eso?, nada, al contrario”.

Nada. Las pruebas no servían para nada.

—¿Si llegara a ser portador y va a las zonas de alta marginación, podría contagiar?... —preguntó una periodista.

Se acabó. Vino lo peor:

"La fuerza del Presidente es moral, no es una fuerza de contagio", dijo López-Gatell.

López Obrador voltea a ver al doctor y le dice que si hace falta se hace la prueba. López-Gatell dice que no. Y de ahí en adelante predominaron los soliloquios de López-Gatell, hasta hoy, que el Presidente, el que nunca usó cubrebocas, a excepción de su paso por aviones, está contagiado y representa un grave asunto de seguridad nacional.

Pero bueno, ya vimos este viernes lo sucedido en Palacio Nacional , el Presidente graba un video enfermo de Covid-19… ¡sin cubrebocas! Gran mensaje: contagiados, tampoco usen cubrebocas. ¿Estaría sano él de haber usado cubrebocas? ¿Y miles de sus seguidores que lo emularon y no lo usaron y se contagiaron y contagiaron a otros, también pudieron haber librado esos contagios? ¿Y hasta la muerte de muchos ellos, o de sus seres queridos, pudo haberse evitado? Sí.

En fin, 156 mil 579 muertes después (cifra reconocida por el gobierno federal hasta este viernes), o 174 mil 574 muertes después (estimación del Conacyt (https://datos.covid-19.conacyt.mx/), ahí están los dos, el doctor y él, igualitos, sumidos en su dogmática perorata, cabalgando muy orondos, montados en su machismo sanitario, mientras miles no encuentran una cama de hospital u oxígeno para sus familiares, y el Presidente, esa fuerza de contagio… se pasea sin cubrebocas ante quien lo graba.

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