México ocupa el 5° lugar del mundo en cuanto a su biodiversidad. Forma parte de un bloque de 17 países que, en conjunto, concentran el 70% de la riqueza natural del planeta. Sus características territoriales son privilegiadas, pues podemos encontrar en el país casi todos los climas del mundo. Sin embargo, ese rasgo también lo hace altamente vulnerable a eventos hidrometeorológicos que se acentúan con el Cambio Climático.

Ante ello, nuestro país fue una de las 196 naciones que se adhirieron al Acuerdo de París en 2015. Este Tratado Internacional nos compromete a implementar mecanismos destinados a mitigar y adaptarnos al Cambio Climático, y a administrar de manera más eficiente los recursos hídricos.

Sin embargo, en México tenemos un importante rezago en la materia. La infraestructura hídrica (sistemas de distribución, presas, plantas de tratamiento, entre otros) fue calculada para condiciones que ya no son parte de la realidad, su regulación es vieja y el presupuesto que se le destina a mejorarla cada año es más bajo. Esto ha generado al menos dos grandes problemas: la falta de agua para consumo humano (como en Monterrey), y la aparición de rellenadoras de garrafones que ponen en peligro la salud pública.

El primero de los problemas tiene varias explicaciones. Por ejemplo, el tratamiento de las aguas residuales no rebasa el 65% y poco se ha hecho para que las descargas contaminantes no lleguen a los mantos acuíferos. El aprovechamiento y recolección del agua de lluvia es muy poco y se ve opacado por el manejo de ésta a través de la red de alcantarillado, donde se contamina con el agua de las descargas de las casas.

También debemos mejorar el manejo del agua en la agricultura. El sistema de presas del país atraviesa un momento crítico, lo que genera una competencia por el agua para uso humano y para la producción agroalimentaria. Este sector es el principal consumidor de agua (86% del total de agua dulce disponible), pero es uno de los que más la desperdicia, y los incentivos gubernamentales para tecnificar el riego se han reducido en más del 90%.

El segundo gran problema tiene su raíz en la contaminación del agua. De acuerdo con CONAGUA, 55.4% del agua de México está contaminada, principalmente por coliformes fecales. De hecho, la UNAM estimó que al año mueren 95 mil niños por enfermedades gastrointestinales adquiridas por consumir agua contaminada.

Por lo anterior, las pequeñas plantas purificadoras locales o “rellenadoras” han proliferado. Su aumento se ha dado sin una supervisión adecuada. Diversos estudios evidencian la falta de buenas prácticas, que ha dado como resultado que más del 70% del agua que venden esté contaminada por algún agente patógeno. Aparte de ofrecer una solución incipiente y gravosa al acceso al agua de calidad, estos negocios se surten del agua de la misma red, lo que genera una sobreexplotación de las fuentes de abastecimiento y rompe la sustentabilidad.

Hoy más que nunca es necesario un cambio en la gestión del agua. Se requiere una gestión que busque la sustentabilidad y que invierta en la infraestructura necesaria para los próximos 50 años. Cabe aclarar que la sustentabilidad no está peleada con la rentabilidad ni con que todos tengamos el agua de calidad que necesitamos para hidratarnos correctamente.

Si seguimos por el mismo camino, tomará mayor tiempo y recursos revertir la catástrofe que viene.

Presidente de la Asociación Mexicana para la Correcta Hidratación, AC  

 

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