Un virus recorre nuestro país: el de los plagiadores. Nos enteramos, de manera constante, que una ministra, dos aspirantes a la Silla del Águila han plagiado para obtener sus títulos universitarios.

Preguntémonos: ¿Qué es plagio? Del griego plagios que era utilizado para referirse a “secuestro”; del latín plagiarius que tenía que ver con quien “usa a un esclavo ajeno”; y el Diccionario de la Real Academia Española se refiere a “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias.”

Los miembros de la clase política en México construyen sus perfiles a partir de la falsedad o de la compra de títulos para llegar a posiciones de poder, como la Ministra de la Suprema Corte. Quienes compran un título, plagian una tesis o pagan porque les escriban sus trabajos, carecen de ética. No espero que hayan leído a Aristóteles y lo que escribe en Ética para Nicómaco: “Tanto la virtud como el vicio están en nuestro poder. En efecto, siempre que está en nuestro poder el hacer, lo que está también el no hacer, y siempre que está en nuestro poder el no, lo está el sí, de modo que si está en nuestro poder el obrar cuando es bello, lo estará también cuando es vergonzoso, y si está en nuestro poder el no obrar cuando es bello, lo estará, asimismo, para no obrar cuando es vergonzoso.”

Ética entonces es el carácter que tiene la persona de decir: ¡NO! Y cómo sabemos en nuestro país es muy difícilmente se logra. En el mercado político se ofertan, cada elección, políticos que son productos charra. Tienen todas las cualidades que se pueden comprar o que un equipo puede cubrir. Pero, si la Constitución no exige tener una grado académico, ¡qué necesidad!, como diría Juan Gabriel, de fingir algo que no se tiene.

En México urgen políticos preparados, leídos y estudiados, aún estamos lejos de esa realidad, ¿por qué? Toda acción de engaño o plagio –que también es corrupción- viene acompañada del silencio. No hay consecuencias. A quien plagia se le debería de quitar su título de inmediato, sin esperar procesos burocráticos; y se tendría que analizar si merece la oportunidad de repetir sus estudios.

Si los políticos quieren sumar cualidades a su imagen, como los grados académicos, entonces que se les haga un examen de conocimientos como requisito para ser aspirante.

Que se revise si sus trabajos para obtener la licenciatura, la maestría o el doctorado son legales y que se haga público el resultado.

Que se regule la presentación de trabajos de investigación tanto en universidades públicas como privadas, para que no suceda lo que la Anáhuac hizo con el caso de Yasmín Esquivel.

La memoria pública en nuestro país se borra rápidamente, la serie de sucesos que pasan deprisa hacen que lo de ayer deje de ser noticia.

Esperamos que la Suprema Corte de Justicia de la Nación asuma una postura frente a la acción de plagio de Yasmín Esquivel. La Ministra Presidenta, Norma Piña, podría marcar un precedente impidiendo que se siga usando al Poder Judicial para detener el proceso que la UNAM ha emprendido.

El plagio es plagio sin importar las palabras hurtadas. Aspiramos a una República de legalidad y ética, el primer paso es acabar con los falsos doctores y maestros que están en los partidos políticos y gobiernos.

Yo espero que pronto la legalidad haga que se le retiren a Yasmín Esquivel los títulos que parece no consiguió con trabajo académico. Eso sería honrar el trabajo de los verdaderos investigadores; eso abriría un precedente para quitar títulos entregados inmerecidamente…

Hasta aquí Monstruos y máscaras…

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