En tiempos de Covid-19 el cubrebocas es semejante a todas esas palas que vimos removiendo escombros en los sismos de 1985 y 2017, son ese puño levantado para guardar silencio y encontrar vidas. Son esas despensas, enseres, cobijas, ropa, medicinas, que viajan para ayudar a los que sufren inundaciones por las lluvias, huracanes, presas desbordadas.

Los cubrebocas hoy son un símbolo de unidad, de empatía, de solidaridad, de pensar en el otro, de ser comunidad. Las mascarillas son el nuevo símbolo de vida, porque al usarlo no solo evitamos propagar el virus, sino que además nos protegemos uno a otros.

Las llamadas de atención que México ha recibido por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), no son para menos, desde febrero que se registró el primer caso de Covid, los contagios y los fallecimientos no paran, lo que significa que la pandemia no está y nunca ha estado domada.

Mientras países como España, Italia, Alemania, combaten una segunda ola, en nuestro país no terminamos con la primera, somos la nación que más médicos hemos perdido dando la batalla, y pese a ello, siguen sin tener las herramientas, los insumos y el equipo de protección necesario.

Estoy segura que si todos usáramos mascarillas tendríamos datos menos desalentadores, tendríamos más entidades en verde y menos en rojo o naranja; y no tendríamos que sacrificar vidas para soportar la ya tan pauperizada economía nacional.

Pero por desgracia, el uso de cubrebocas se politizó y sigue siendo un tema de discusión, de indiferencia, de muertes, y por más llamados que haga la OMS, usarlo no será obligatoria por el hecho de llevar la contraria a la ciencia, a los epidemiólogos que desde su púlpito los han calificado de conservadores.

El ex secretario de Salud, Julio Frenk, ha señalo innumerables veces que una de las estrategias de contención que ha sido eficiente y que fue obligatoria en países con niveles de desarrollo similares a México, o incluso menos desarrollados que nosotros, fue el uso del cubrebocas, tal es el caso de Camboya, Sri Lanka, Tailandia, Uruguay, Bangladés, Egipto, Filipinas.

Tan efectivo es su uso que en México de manera aislada y pese a que a nivel federal no se considera prioritario, estados de la República han hecho obligatorio las mascarillas, en algunos municipios y entidades no portarlo los hace acreedores a sanciones como ocurre en Querétaro capital, donde pueden recibir una multa de mil 300 o un arresto por 36 horas; o en Chihuahua con una multa de 434 pesos.

El director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo el pasado 30 de noviembre, que le llama la atención la rápida progresión del virus en México, que el número de contagios y de muertes se ha doblado en un corto plazo.

“Queremos pedir a México que lo tome muy en serio. El ritmo del incremento de casos y muertes de Covid-19 en México es muy preocupante. Esto muestra que México está en mal estado. Cuando ambos indicadores, muertes y casos crecen, es un problema muy serio”, ha dicho Ghebreyesus.

En paralelo, el subsecretario de Prevención, respondió que respetaba la opinión de Tedros, y que, si se escucha textualmente su recomendación, ésta no era un señalamiento a México como los medios lo han manejado, sino que lo que quiso decir “es que todos debemos tomarnos muy en serio la epidemia y se refiere a lo que decimos todas las noches aquí: la epidemia no ha acabado, es un fenómeno global, afecta a toda la humanidad, va ir afectando a los distintos países”.

Por respuestas como estas, es que yo apelo al México solidario, al que se une en la adversidad, al que suma voluntades en beneficio del otro, al que pone manos a la obra, y sin necesitar de ejemplos actúa en función de la sociedad, de nuestro hermoso y maravilloso país.

Hasta ahora se han contabilizado al menos 109 mil decesos, cuando se suponía que el número catastrófico sería de 60 mil, y aun así, continúan diciéndonos que el uso de cubrebocas no es indispensable, y que no lo usarán hasta que el vocero de la conferencia nocturna no lo considere obligatorio.

Estas son solo algunas de las más terribles y criminales consecuencias de cuando la política se impone a la ciencia, de cuando se impone ante la razón la actitud servil de quien, habiendo recibido este encargo, debería de cuidar la vida de miles de mexicanos y mexicanas, y asumir su responsabilidad ante una pandemia mundial llamada Covid-19.

Senadora de la República

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