El 11 de julio, miles de cubanas y cubanos salieron a las calles de las principales ciudades para protestar por la escasez de alimentos y medicinas, pero también por la falta de libertades, a lo que el gobierno respondió cortando los servicios de internet y disolvió las manifestaciones en forma violenta.

Human Rights Watch estima que se detuvo más de 500 personas, muchas fueron incomunicadas, la policía se presentó en los domicilios de activistas para interrogarlos, y el presidente Díaz-Canel convocó a los “revolucionarios” a salir a las calles para enfrentar a los manifestantes.

La Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, expresó su preocupación por las violaciones a los derechos humanos; y el Parlamento Europeo condenó la violencia y represión extrema contra manifestantes, defensores de derechos humanos, periodistas independientes, artistas, disidentes y líderes políticos de la oposición por parte del gobierno cubano.

Durante la celebración de nuestra Independencia, el presidente López Obrador otorgó un trato privilegiado a Díaz-Canel, y de alguna manera responsabilizó al gobierno de Estados Unidos de provocar que “el pueblo cubano, obligado por la necesidad tenga que enfrentar a su propio gobierno”. Es una lástima que se haya desaprovechado la oportunidad para pedir con la misma vehemencia la liberación de presos políticos, respeto a la libertad de expresión y elecciones auténticamente democráticas en ese tan querido país.

“La situación actualmente en Cuba es grave. Hay una crisis de desabasto terrible. Las personas hacen filas de horas para poder conseguir comida. Los servicios de salud colapsaron, las personas están muriendo. Esa crisis está sustentada porque el país no produce, ni deja que las inversiones privadas lleguen. Cuba es un régimen totalitario”, fue lo que me dijo Anamaly Ramos, artista cubana y defensora de los derechos culturales, e integrante del Movimiento San Isidro.

Henry Constantín Ferreiro, director del diario La Hora de Cuba, me comentó que la vida en la isla es muy precaria. “Los cubanos sufrimos una inflación elevadísima. Los salarios fueron elevados artificialmente sin que la producción aumente. Vivimos una represión. No hay libertad económica, de expresión, de asociación, de manifestación pacífica, libertad de credo, de enseñanza, todas son prohibiciones. Libertades negadas legalmente por el régimen”, añade.

Sobre la libertad de expresión, coinciden en que eso en la isla no existe, pues los únicos en informar abiertamente son los medios del Estado, ya que los independientes son vigilados y están fuera de Cuba por la continua y rigurosa persecución.

Ambos aseguran que la visita a México del presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel, no fue bien vista por el pueblo cubano porque el gobierno mexicano le abrió las puertas a un dictador.

Los señalamientos de los gobiernos democráticos de Paraguay y Uruguay contra los antidemocráticos de Cuba, Nicaragua y Venezuela; así como el llamado de Ecuador a construir verdaderas democracias, en el marco de la reunión VI Cumbre CELAC, pintan de cuerpo entero la hostilidad, represión, autoritarismo e intolerancia con la que viven los cubanos, venezolanos y nicaragüenses.

Como dijo el presidente de Uruguay, Luis Lacalle: “Cuando uno ve que en determinados países no hay una democracia plena, cuando no se respetan la separación de poderes, cuando desde el poder se utiliza el aparato represor para callar las protestas, cuando se encarcela opositores, cuando no se respetan los derechos humanos. Nosotros en esta voz, tranquila pero firme, debemos decir con preocupación, que vemos gravemente lo que ocurre en Cuba, Nicaragua y Venezuela”.

Consentir las dictaduras es directamente proporcional a avalar la destrucción de las libertades, libertades que hoy reclaman incluso con su vida millones de ciudadanos en América Latina.

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