En el número 315 de Bowery, en Manhattan, Nueva York, entre la primera y segunda calle del Lower East Side, se afincó el legendario club de música que, en un principio, albergó estertores del country, blues, blues grass y el omfug, que eran esos acordes de otra música para los nacientes consumidores.

El membrete duró poco, ya que desde 1973 viró su rumbo hacia el naciente punk-rock y new wave.

El lugar, que por fuera parecía una lonchería de quinta, era de Hilly Kristal, que le dio cabida a toda clase de bandas. Ahí dormían Blondie, Television, Patti Smith, Los Talking Heads y los originales Ramones, que siempre abarrotaban el lugar.

En los primeros tiempos del Internet, se hicieron infinidad de videos y rockumentales testimoniales de lugar para mostrarlo tal cual era. Incluso había visitas virtuales guiadas donde se podían recorrer todos los puntos estratégicos del sitio: entrada principal, escenarios, guardarropa (es un decir), tienda de discos y café, baños, etcétera, mientras retumbaban los sonidos estridentes del hard rock, punk y aleaciones del metal.

Hace 24 años, el CBGB entró en el terreno de las disputas legales por rentas del local no pagadas, hasta que su dueño, el señor Kristal, perdió los estribos y el pleito legal en 2005. Y todo se fue directamente al carajo. El último concierto, con Patti Smith, fue el 15 de octubre de 2006.

El mundo no libre de ruido no pudo homenajear a los programadores de los shows, Billy Page y Rusti McKenna, que tenían un fino oído para los grupos y el negocio. Grupos locales y extranjeros hacían fila para tocar en ese santuario del rock, cuyas turbulencias sónicas quedaron plasmadas en docenas de rockumentales y crónicas de revistas. También hubo algunos libros que dieron cuenta del fenómeno que ahí se vivía y los testimonios en boca de muchos de sus protagonistas.

Metropolis video grabó algunos conciertos de lo inimaginable: Elvis Costello abriéndole a los Voidois. Ahí dejaron testimonio Mink Deville, The Dictators, Dead Boys, Joan Jet, The Fleshtones, The B-52, Mistifis y la leyenda creció.

La revalorización del mugrero donde se originó el punk hizo que su dueño cargara hasta con los urinarios para luego rematar lo que se pudiera en eBay, antes de que mudara lo invendible a Las Vegas de ese antro mítico e histórico ahora convertido en lugar de modas pasadas, guitarras de algunos que tocaron ahí y mobiliario que a muchos les sigue interesando.

Hoy, uno puede ver en YouTube algunos documentales sumamente interesantes de lo que fue el CBGB en sus momentos de gloria, contrastando con la ostentación de ahora un lugar de lujo, ropa de marca, tienda online y variados souvenirs, de lo que fue una parte esencial de la historia del rock.

Todo el mundo se toma la foto afuera del ahora irreconocible lugar, cuyo toldo acabó en el Salón de la Fama del Rock. Tal vez una de las mejores cosas que le pudo haber sucedido al CBGB fue la realización de la película con el nombre del club, donde se da cuenta de la vida pecadora de Kristal, estrenada en 2013 y dirigida por Randan Miller. El filme se sumerge en ese ícono popular de la cultura estadounidense, que hasta videojuego tuvo y salió en Los Simpson.

La película, que retrata histórica y culturalmente la historia del lugar, se tuvo que enfrentar a los premios incómodos: Los Rotten Tomatoes, donde no pudo salir victoriosa, pero a los adoradores del lugar eso les vale, oyen la novena de álbumes grabados en directo del mítico lugar, revisan sus selfies de la zona, ahora franca, del punk. ¡Ay CBGB, no te me rajes!

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