El rey del cine de acción chino, John Woo, que estrenará este año un remake de “The killer” (1989), su más grande éxito dentro del rubro de cine de gánsters y thriller de honor y acción endiablada, primero tendrá que sacarse la espina por la mamarrachada (tal vez su único tropiezo) que ha resultado “Silent night” (2023), película que se puede ver en Netflix de supuesto cine de acción, melodramático, muy contenido, lento hasta la desesperación y con un argumento pobre y sin imaginación protagonizado por el cara dura Joel Kinnaman.

Y aquí hay que preguntarse, ¿por qué acepta Woo esta clase de películas infames y aburridas, después de haber hecho obras maestras del derramamiento de sangre heroico como “A better tomorrow I y II” (con el insuperable Chow Yun-Fat) y la maníaca “Hard boiled”, que combina el melodrama con una violencia salvaje al estilo de Sam Peckinpah, sin olvidar la variación que es “Bullet in the head”, que es su más exquisito exceso.

El influyente cine de este hongkonés, esteta de la violencia gráfica y padre del género del tiroteo a dos manos, que le abrió las puertas de Estados Unidos para hacer obras maestras del género como “Face off”, con John Travolta y Nicolas Cage; “Operación Flecha rota”, con Christian Slater y el propio Travolta; y “Misión imposible 2”; Woo también fue el realizador del filme de guerra de Nicolas Cage, “Windtalkers” que, no nos engañemos, es pura acción; y “Cheque de Pago”, que llevaba en los estelares a Ben Affleck, Uma Thurman y Paul Giamati, cinta de mero trámite para explorar nuevos senderos de la violencia gráfica.

Hay que decir también que “Objetivo difícil” le dio la oportunidad a Jean Claude Van Damme de presumir haber sido dirigido por John Woo, en su mediocre paso por el cine de acción violento.

Desde la aparición de “The killer” en las pantallas de cine de territorio estadounidense, Woo se volvió el más grande referente del cine que rifaba en Hong Kong. Su estilo llamó poderosamente la atención de cineastas establecidos y con credibilidad como Walter Hill (“48 horas”), que escribió algunos remakes basados en cintas de Woo. De ahí fue llamado por el director Tony Scott, que tomó su experiencia para uno de los thrillers más exitosos de Bruce Willis, “El último boy scout”. La influencia del oriental se puede ver en películas como “Los asesinos de reemplazo” y las muertes de la cinta de Robert Rodríguez, “El mariachi”, que repercutió después en “Matrix” y las películas de John Wick. Sus magistrales coreografías de acción fueron determinantes para combatir la forma de filmar hollywoodense, que ignoraba deliberadamente su contexto y claves estilísticas para filmar la violencia.

La visión de este cantonés, en cuanto a la explotación del llamado “heroic bloodshel” (matanza heroica), donde pesa mucho el sentido del honor y la amistad, en medio de los increíbles tiroteos que proponen sus películas, es como su marca registrada. Por eso no se puede entender (salvo que lo hayan limitado al extremo) que haga cosas verdaderamente infames como “Silent night”, donde sus viejos fans claman por balaceras sin piedad y venganzas inimaginables a punta de cuchillo, puños y balas, que los villanos deben dar gracias a que son de salva, en un cine –su cine– que violenta hasta la médula.

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