Una de las estelas que al parecer dejará el gobierno actual es la identificación de la izquierda con el lopezobradorismo. Mal asunto porque no existe una sola izquierda, pero además no está en el código genético de ésta el desprecio a la ley, al conocimiento, la cultura y las artes; la jibarización caprichosa de las instituciones estatales; la inacción gubernamental ante el crimen organizado o las consecuencias económicas y sociales que trajo la pandemia; la descalificación inercial de quienes tienen ideas diferentes, la ampliación de las tareas de las fuerzas armadas, la corrupción expansiva, las mentiras reiteradas como política de comunicación, la incompetencia, la improvisación, el gobierno de un solo hombre. Todos son rasgos de la actual administración, pero no necesariamente de la izquierda.

Por lo menos hay dos izquierdas y si uno mira con cuidado hay muchas más. Es un universo complejo. No es lo mismo la izquierda de Stalin, Mao, Pol Pot, Fidel Castro, que la de Attlee, Willy Brandt, Olof Palme, Felipe González o Ricardo Lagos. La primera a nombre de la igualdad suprimió todas las libertades y por medio de la represión construyó estados policiacos; mientras la segunda alcanzó o intentó forjar un piso de equidad social en ambientes donde las libertades florecieron. A pesar de ello, la fascinación por los primeros no deja de existir porque fueron revolucionarios, mientras los segundos “solo” resultaron reformistas. Los primeros pretendieron y lograron estar solos en el escenario y edificaron regímenes despóticos. Los segundos, con otros, construyeron sociedades prósperas, más equitativas y libres.

Creo que el encanto por el autoritarismo de cierta izquierda proviene de la rancia idea de que existe un sujeto (pueblo, clase obrera, partido…) que porta todas las virtudes y que quienes se le enfrentan no pueden sino perseguir objetivos innobles. Así, si uno se considera poseedor de la verdad y dice encarnar los auténticos anhelos de ese sujeto virtuoso todo le está permitido. La ley es un estorbo, los poderes constitucionales deben estar alineados a la voluntad suprema, los “otros” son en el mejor de los casos molestos y en el peor enemigos, existe un solo ideario correcto y por ello la diversidad merece ser homogenizada. Es una izquierda autoritaria (en el extremo, totalitaria) incapaz de apreciar la riqueza de la diversidad que modela la sociedad.

Suele existir una franja de cínicos que no creen ni en eso ni en nada, solo en el poder, y por ello se suman a las filas del vencedor y comparten sus dictados. Otros, sin embargo, se creen esa cantaleta enajenante. Se sienten superiores moralmente, creen que encarnan realmente los sentimientos y necesidades de la mayoría, que son lo más puro y limpio que ha dado la sociedad y sus adversarios son el demonio.

Existe, sin embargo, otra izquierda, la que tiene un compromiso con la equidad social, máxime en sociedades tan desiguales como la nuestra. Esa izquierda sabe de la centralidad del Estado si se quiere edificar un basamento de satisfactores materiales y culturales para todos, combate privilegios, respeta las normas, pugna por elevar el nivel de la educación y busca la universalidad del sistema de salud, pero asume que no está sola en el escenario, que debe convivir con otras corrientes de pensamiento y valora como conquistas civilizatorias la fórmula de gobierno democrática y al ejercicio de las libertades.

Repito: izquierda y lopezobradorismo no son lo mismo.

Profesor de la UNAM
 

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