“Gobernar es sinónimo de pensar por todos y si alguno piensa y no gobierna es disoluto social y traidor a la división del trabajo”.

Monsiváis

Están por cumplirse 50 años de la publicación de Días de Guardar (1970) libro de Carlos Monsiváis, que junto con Los días y los años (1971) de Luis González de Alba, La noche de Tlatelolco (1971) de Elena Poniatowska y Posdata (1970) de Octavio Paz, fue de los más influyentes en el inmediato post 68 (así lo recuerda mi porosa memoria). Monsiváis reunió una serie de crónicas y ensayos anteriores y posteriores al movimiento, intentando captar los humores públicos que modelaban aquellos tiempos.

Días de guardar es un collage, un mural recargado sobre los cambios culturales (y las inercias) que modelaban un nuevo espacio público e inéditas sensibilidades sociales. A fin de cuentas, la modernización, inconclusa y ciega, pero tangible, conviviendo con atrasos y desigualdades de todo tipo, generaba conductas, modos de ser, aspiraciones, que chocaban con un mundo institucional y unas costumbres petrificadas, insensibles y aparentemente inexpugnables. El 2 de octubre, el desenlace siniestro de un movimiento que ejerció las libertades, en lo inmediato, pareció una nueva y más aguda vuelta de tuerca del autoritarismo, pero por ser también una “situación límite”, borró “los días de la credulidad”, del optimismo, y aunque “cercenó las perspectivas democráticas de México”, difícilmente podía cancelar de manera definitiva las pulsiones que estaban esculpiendo un país cada vez más abierto al mundo cargado de una diversidad de ritos y usanzas que no hacía más que expandirse.

Dos piezas del libro fueron y son fundamentales para la comprensión del movimiento estudiantil. Y lo fueron desde entonces: “La manifestación del Rector” el primero de agosto, es no solo la reacción a la violación de la autonomía, la reivindicación de las libertades y contra el abuso de autoridad, sino el punto de partida simbólico de la movilización cívica y democrática más sobresaliente hasta entonces. Pero Monsiváis además de recrear y valorar la actitud del Rector, su discurso, su entereza, hace una reconstrucción de los hechos que la precedieron, de las movilizaciones sociales previas y sus infortunados desenlaces, de la situación de ese enjambre complejo y endogámico denominado izquierda, e incluso se permite trazar una tipología traviesa de los estudiantes movilizados (“El provocador”, “el grillo”, “el acelerado”, “el brigadista”). Y “La manifestación del silencio” es la crónica emocionada del autor que, primero desconfiado y pesimista y luego sorprendido, se topa con la potencia de “un movimiento esencialmente democrático”. Narra las jornadas previas y la emergencia de un nuevo sentido de ciudadanía que ejerce los derechos que consagra (o dice consagrar) la Constitución. Completa esas dos crónicas una más breve sobre la celebración del “Día de Muertos” en Mixquic y Tlatelolco. Recuerda lo sucedido un mes antes en la Plaza de las Tres Culturas, y en la ceremonia del 2 de noviembre encuentra que “hay silencio y hay el pavor monótono del fin de una época”.

Pero Días de guardar era mucho más: el intento por tomarle el pulso a ese aglomerado contradictorio y masivo al que llamamos México. Monsiváis daba cuenta de la mojigatería cultural que luego de una sola función prohibió la obra Hair, de los westerns filmados en Durango, de los conciertos de Raphael en la Alameda y en El Patio, del mural efímero de José Luis Cuevas en la Zona Rosa, de su viaje a Puerto Escondido para dar fe notarial del eclipse sin ninguna añoranza bucólica, del malogrado concierto que pretendió reunir el agua y el aceite, es decir, a los Union Gap, los Byrds y a los Hermanos Castro, de la “insolencia” de Jim Morrison en El Forum. Y junto a ello, el examen de la nota roja y las páginas de sociales, la inauguración solemne de una escuela a la que el gobernador llega tarde, la Convención del PRI que postula a Luis Echeverría a la Presidencia, las vibraciones del bolero romántico. Una abigarrada baraja de estampas que en conjunto develaba con fuerza que México era muchos mexicos y que más nos valía darnos cuenta.



Profesor de la UNAM

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