Entre 2009 y 2013 Hugo Hiriart escribió una novela esperpéntica, El Águila y el gusano (Random House. 2014). Esperpéntico, informa Google, es “un género literario que se caracteriza por la presentación de una realidad deformada y grotesca y la degradación de los valores consagrados a una situación ridícula”. Se trata de un juego corrosivo que lleva al extremo, a través de la ironía, situaciones y personalidades conocidas. No apela a la recreación realista sino a la exageración intencionada para develar el horror de la vida en común. Una fórmula que conduce a la risa y el espanto.

Solo transcribo algunos de sus pasajes. El lector sabrá porqué.

1. Valdivieso, un político encumbrado, tiene una especie de diarrea verbal. Habla y habla. No lo hace mal, aunque su cadencia es engolada. Campuzano, uno de sus subordinados, le dice: “Sigues siendo un virtuoso insuperado, un verdadero y admirable maestro…/ Valdivieso (vanidosillo). ¿En qué dime? / Campuzano: En el viejo arte del autoengaño”.

2. Ahora Campuzano platica con Canudas, pintor fracasado, en una cantina. Canudas está abatido a causa de la “mediocridad e ineptitud de sus pinturas”. Ya no bebe. Dice: “Estoy muy contenido. Porque he andado haciendo ridículos, ofensas gratuitas, desplantes grotescos, grandilocuencia vanagloriosa a fondo…”.

3. En el mismo lugar vuelven a encontrarse Campuzano y Canudas. Éste ahora narra un episodio rocambolesco en el que uno de los personajes dice una verdad de a kilo: “Estamos ciegos ante lo obvio”.

4. “Don Godofredo Pontón y García y Quintín Gordillo, opulentos… comen en el Club de Banqueros”. Gordillo narra un secuestro en masa y dice: “…obedecía al espanto, la angustia insoportable de todos esos desdichados que, después de todo, se sabían secuestrados, condenados muy probablemente a la muerte, muerte morosa, tal vez bajo tortura, y esta fatalidad sin ninguna razón, dado que nada habían hecho para merecer el severo y cruel suplicio. Eso de que esos miles de espectadores tenían todos antecedentes penales y eran narcomenudistas o halcones o sicarios o lavadores de dinero negro, y que un grupo rival se los llevó, ¿quién puede creerlo? En el estadio quedaron cuatro infartados, ya cadáveres/. Godofredo: Bueno, eso pasa, pero no muy seguido…/. Gordillo: ¿No muy seguido? No puede ser que sigas justificando: en la última reyerta entre gavillas se usaron cañones, cargas con tanques de guerra y ametrallamientos y bombardeos desde aviones de combate”.

5. Canudas se encuentra en la biblioteca de su maestro, el doctor Montejano. Descubre y le reclama por qué tiene el costoso mural de un famoso pintor ya fallecido. Cree que se ha metido en un lío. Y ante la negativa de Montejano de explicar, Canudas acude al antiguo proverbio: “A quienes los dioses buscan destruir, primero los vuelven locos”.

6. Godofredo y Gordillo de nuevo están juntos. El primero pregunta al segundo por otro personaje. La respuesta de Gordillo resulta memorable: “En sentido figurado es un soñador, en sentido estricto, un pendejo”.

7. Upulero habla de su madre: “Mi madre fue… una mujer singular: mire, era en esencia malagradecida, envidiosa, irritable y pronta a sentirse ofendida, egoísta, rencorosa, abusona, intrigante, pero contrapesaba la indiferencia y frialdad hostil ante todos sus prójimos con un solitario, generoso y apasionado amor a ella misma. Y, sin embargo, como sucede muchas veces, ella juzgaba que era generosa, buena como el pan, dueña de un corazón sensible y compasivo”.

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