Escuché a Lorenzo Córdova en una conferencia sobre la eventual reforma electoral en el marco de la Cátedra José Luis Lamadrid en la FIL de Guadalajara. Ofreció una lectura panorámica del proceso que construyó nuestro sistema electoral e ilustró el impacto que ello ha tenido en civilizar la vida política, y al final explicó cinco elementos que debemos preservar si no queremos vulnerar lo mucho que se ha edificado. Los retomo de manera sintética porque creo son los pilares en los que se asienta un ordenamiento electoral que ha permitido una disputa pacífica y participativa por los cargos de gobierno y legislativos.

1. Autonomía e independencia de la organización electoral. La autonomía del instituto encargado de preparar las elecciones fue una necesidad. Fue la fórmula ideada para ofrecer garantías de imparcialidad. Condición indispensable para auténticas contiendas. Con solo voltear los ojos a nuestra historia podremos observar que el déficit de confianza en los procesos comiciales tenía su piedra de toque en una autoridad que al mismo tiempo era jugador y árbitro, por lo que esa falta de independencia en relación a un partido sesgaba las condiciones de la competencia.

2. Servicio profesional electoral. La columna vertebral de los institutos electorales la constituye el cuerpo de funcionarios que se recluta, evalúa y promueve de manera regulada. Se logró construir una entidad de profesionales cuya lealdad se encuentra depositada en esas instituciones (y solo en ellas), a la vez que las instituciones los recompensan con la posibilidad de una carrera estable dentro de las mismas. Ciertamente las destrezas para armar una elección no requieren de un conocimiento especializado como el que se necesita para indagar en el genoma humano, pero atentar contra esas habilidades adquiridas sería algo más que una necedad, podría tener consecuencias devastadoras.

3. Estructura descentralizada. Las dimensiones y complejidades del país y nuestra definición constitucional como una República federal no permiten (sin altos costos) una hipercentralización de las funciones electorales. La combinación de un INE con una implantación en el territorio nacional bajo la lógica de las contiendas federales más los institutos locales cuya estructura responde a las elecciones locales, es la que garantiza eficiencia y demanda complementariedad.

4. Padrón electoral. El listado de los votantes hace años que dejó de ser motivo de enconados debates. Incluso en los momentos más conflictivos y tensos, el padrón y la credencial para votar no han sido puestos en duda. La credencial, con mucho rebasó su pretensión inicial, la de ser la fórmula de identificación para votar, para convertirse de facto en la cédula de identificación ciudadana. Pretender devolvérselo al gobierno erosionaría mucha de la confianza construida.

5. Condiciones de equidad en la competencia. Mucho costó al país lograr condiciones medianamente equitativas en las contiendas electorales. Y ellas se edificaron con el financiamiento público y el acceso de los partidos a la radio y la televisión. De tal suerte que ambos temas no pueden resolverse en sí mismos (por ejemplo: más o menos dinero a los partidos), sino en el marco del impacto que las reformas tendrían en las condiciones de las contiendas: si éstas serían más o menos equilibradas.

El problema —eso lo digo yo— es que la iniciativa presidencial de reforma constitucional atenta contra esos cinco pilares.

Profesor de la UNAM