1. El Coneval dio a conocer la evolución de la pobreza entre 2018 y 2020. Pasamos de 51.9 millones de pobres a 55.7, lo que significa en términos relativos transitar del 41.9% de la población al 43.9. El Coneval maneja además una sub categoría de “pobreza extrema”. Y en ese tétrico renglón el incremento fue de 8.7 a 10.8 millones de personas, del 7 al 8.5%. En relación al acceso a servicios de salud, si antes 20.1 millones de personas carecían de esa vital prestación, ahora son 35.7; del 16.2 al 28.2%. Esa desprotección es producto del salto sin red que suprimió el Seguro Popular para crear el Insabi. El informe es robusto y rico en información desagregada por estados y debería ser un insumo básico para deliberar sobre el tema que lleva décadas pareciendo imbatible. Y si realmente se estuviera preocupado por la expansión de la pobreza debería abrir un debate informado sobre lo que funciona y no para combatirla.

Pues bien, la primera reacción de nuestro presidente fue decir: “No acepto el resultado de esa encuesta, yo tengo por ejemplo mi manera de medir, ahora sí que tengo otros datos macroeconómicos. Hasta les podría presumir sobre resultados”.

A lo largo de los años la información de Coneval ha sido el basamento sólido que permite una discusión enterada en la academia, el periodismo, los gobiernos y las agrupaciones civiles. Ha sido una plataforma central para trascender las versiones líricas, mal informadas o tendenciosas que impiden construir un consenso básico en torno a la profundidad y multiplicación (o no) de la pobreza. Por supuesto los especialistas tienen mucho que decir sobre las virtudes o defectos del método, pero las series presentadas por Coneval son insustituibles si lo que se quiere es conocer la dimensión y evolución del problema. Y la reacción de “cada quien sus datos” lo único que genera es la imposibilidad de un eventual intercambio que nos acerque no solo al conocimiento del problema, sino a su superación. Da la impresión que al presidente realmente no le importa el combate a la pobreza, sino la propaganda (la imagen) que pretende irradiar.

2. Por fin, el presidente de la Corte, Arturo Zaldívar, dijo que cumpliría con el plazo exacto para el que fue electo como cabeza del Poder Judicial. Así, el famoso artículo transitorio, con el que se pretendió alargar su período, quedó congelado y al parecer se cumplirá con las disposiciones constitucionales. Dijo el ministro presidente: “Esta decisión reencauza la constitucionalidad de la vida interna de nuestro máximo tribunal, que es vital para el fortalecimiento y la viabilidad de nuestra democracia”.

Pues bien, al presidente no le gustó el gesto obligado del presidente de la Corte. Arremetió contra todos los miembros del Poder Judicial, “porque jueces, magistrados y ministros están echados a perder”. Y contrapuso a Zaldívar con sus pares: el primero, dijo, “es una gente honrada, seria, responsable, por eso no lo quieren sus mismos compañeros, que vienen del antiguo régimen, con las mismas prácticas, los mismos vicios”.

Para él, ese juicio lapidario es suficiente e imagino que cree que ese dislate puede colocarse por encima de una Constitución que manda, sin espacio para la duda, que el presidente de la Corte debe durar en su encargo 4 años, sin posibilidad de reelección y electo por los ministros de la Suprema.

Así, con desprecio por el conocimiento y sin respeto a la Constitución, el país es gobernado por el capricho. Así no se puede.


Profesor de la UNAM.

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