El opinador trata de ordenar sus pensamientos y reconoce que no acierta a conseguirlo. En su enmarañado cerebro bullen los más recientes desvaríos del ciudadano presidente de la República a los que, por más que se esfuerza, no les halla explicación. ¿Alguien en la Cuarta Transformación podría elucidarle porqué el discurso mañanero del mandatario se ha vuelto un surrealista enredo en el que a un absurdo invariablemente le sucede otro aún de mayor alcance? ¿habrá entre el lopezobradorismo militante alguna esclarecida mente capaz de precisarle el motivo por el cual el Ejecutivo ataca con tanta y tan injustificada saña al órgano nacional electoral, la institución mejor valorada de todas cuantas tiene el estado mexicano? ¿o por qué una norma de rango constitucional como la revocación del mandato presidencial se empeña en transformarla en un galimatías sin sentido?

El firmante de estas líneas se resiste a pensar que el extraño actuar del presidente pudiera deberse, no al deseo real de optimizar un organismo perfectible -como lo es por ejemplo el INE - sino a un insano afán revanchista contra aquellos con quienes mantiene diferencias políticas. Su insólito proceder parece estar movido por rencillas, resentimientos y antipatías personales, razones todas impropias en un gobernante cuyas decisiones llevan aparejadas consecuencias que, directa o indirectamente, acaban afectando a sus gobernados. El caso que acabó de descontrolar sus emociones fue la revelación de la casa que habita su hijo mayor en Houston, asunto que pudiera implicar un conflicto de interés que dañaría muy severamente su prédica contra la corrupción. López Obrador arremetió contra el autor del reportaje, trasponiendo los límites de la legalidad, denostando la actividad periodística e intimidando a quienes, al abrigo de nuestro derecho, ejercemos libremente la crítica.

Esos barruntos de despotismo ya habían asomado antes la cabeza. Las tensiones que su impulsivo proceder provocó con Austria, Panamá y España pudieron evitarse si hubiera seguido los procedimientos diplomáticos adecuados. En su ánimo de buscar pendencias donde no las había le llevó a revivir el tema de la devolución del penacho de Moctezuma y a calificar al gobierno austríaco de anticultural y egoísta . Y con la nación centroamericana la causa del enojo fue el rechazo a su propuesta de enviar como embajador a un sujeto con reputación de acosador sexual, lo que provocó que tildara de ignorante a su homólogo el presidente panameño Laurentino Cortizo y de inquisidora a su canciller Érika Mouynes. El sainete conoció su segundo capítulo cuando López Obrador se cobró el imaginario desaire designando en su lugar a una comediante y luchadora social conocida por la desmesura histriónica que imprime a sus intervenciones públicas.

Y a lo que si renuncia el articulista es a averiguar cuál es el origen del encono que profesa a España y a todo lo español. De las cuentas de hace cinco siglos que, según él, están pendientes de saldar mejor no hablar porque no llevan a nada. Mas lo que sí es merecedor de atención es el diferendo que mantiene con las empresas hispanas dedicadas en México al negocio de generar electricidad limpia y a sus supuestos abusos. La alternativa es clara: si cometieron actos irregulares lo procedente es presentar las denuncias correspondientes y aguardar a que los órganos de justicia hagan su trabajo. Pero seguir hablando sin pruebas que avalen sus acusaciones, afirmando que México es para España tierra de conquista , enemista y ofende a las dos naciones que, a más de las afinidades culturales que las une mantienen intensas y fructíferas relaciones comerciales, tanto que el país ibérico es el segundo mayor inversionista en suelo azteca, sólo después de los Estados Unidos.

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