El infalible Andrés Manuel López Obrador contrajo el coronavirus. Y aunque la fuerza del presidente sea moral y no de contagio y aunque vencerá al virus y quedará inmune y aunque el escudo protector obre como el detente y aunque sea honesto, no mienta y no robe y aunque haya seguido las instrucciones del erudito y congruente doctor López Gatell, el hecho es que el presidente se expuso, se confió y contrajo el maldito virus. De haber sido prudente probablemente no se hubiera contagiado y se hubiera evitado la muerte de un buen número de porfiados que minimizaron el riesgo.

De acuerdo a reciente ranking de Bloomberg, México ocupa el último sitio entre 53 países desarrollados en cuanto al manejo efectivo para contener la pandemia del Covid-19, destacando que el liderazgo de AMLO minimizó la irrupción del virus. México se ubica en el deshonroso cuarto lugar con tasas de muertes por coronavirus a nivel mundial.

Las cotidianas explicaciones contradictorias de las distintas eminencias médicas – Hugo López Gatell, Jorge Alcocer- en el sentido de que ya vencimos al virus, de que ya le dimos la vuelta a la curva o de de que el peor escenario podrían ser 60 mil muertos, desvanecen ante la realidad. La secretaria Olga Sánchez Cordero, afirmó que en el Valle de México “el virus está contenido y con un ligero descenso”, de acuerdo al Gabinete de Salud. Las tristes evidencias confirman que en algo -¿algo?- hemos fallado y de que es inaplazable dejar de darle atole con el dedo a una afligida y confundida sociedad. Ahora en la etapa de la vacunación es imprescindible la franqueza, a la larga las promesas incumplidas caen por su propio peso. ¿Cómo que parte de la escasa dotación por llegar de Pfizer la cedimos a países más necesitados por petición de la ONU? Que Pfizer resuelva sus pedidos con otros países y nosotros le demos prioridad a vacunar a los nuestros.¿ Cómo que nos anticipamos a cerrar suficientes contratos con distintos proveedores de la vacuna y a la mera hora requerimos que Rusia nos envíe 24 millones de vacunas Sputnik, cuyos trámites de aprobación aun están pendientes. Aquí entre nos ¿usted le confía a la vacuna Sputnik?

El diario El País relata la crónica del avión Boing presuntamente procedente de Bélgica a fines de diciembre pasado con cuantiosas dosis de vacunas Pfizer –se suponía que llegarían 1.4 millones de dosis antes del fin de enero- contra el Covid-19, que escasamente llegaron a 3 mil dosis, recibidas pomposamente en la plataforma aérea del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México por el canciller Marcelo Ebrard – “Misión cumplida. Es el principio del fin de la pandemia”-, el secretario de Hacienda, el secretario de Salud, el subsecretario Gatell y la subsecretaria de Asuntos Multilaterales de la SRE. O sea, mucho ruido y pocas nueces.

Ante la insuficiencia oficial por cumplir con las metas de vacunación y luego de rebasar los mil 800 decesos por pandemia en un día, el gobierno federal permitió tardíamente bajo rigurosos controles a los gobernadores y empresarios a comprar y aplicar las vacunas contra el Covid-19.

México, un desarrollado país de 126 millones de habitantes demanda combatir la pandemia con una estrategia de avanzada, inteligente y transparente, observando todos los protocolos, sin excusas banales, sin mentiras absurdas y sin demagogia barata.

Pfizer, ¿habría forma de desarrollar alguna vacuna contra la ineptitud?

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