Añoro la diplomacia, esa actitud y lenguaje sutil y conciliador utilizado por estadistas de tiempos pasados en que se privilegiaba el diálogo y el trato afable, sin denostar e injuriar a quienes tenían puntos de vista y posturas ideológicas divergentes.

Las continuas declaraciones presidenciales injuriando a presuntos adversarios conservadores o neoliberales, a periódicos y periodistas, a intelectuales orgánicos, a expresidentes y gobernadores reacios, entre otros tantos, se ha tornado en infaltable contenido de noticieros y columnas informativas. Aunado a la intensa difusión de las redes sociales, López Obrador es más mencionado y criticado que cualquier otro presidente anterior, obviamente incluyendo a Madero. ¿No será también que AMLO es el presidente más presente, quién más hace uso de la palabra y por ende el más expuesto?

El tópico – round- de la presente semana, luego del conflicto –principalmente con Chihuahua- en torno al Tratado de Aguas Internaciones con Estados Unidos y de posteriormente haber cancelado 109 fideicomisos que representan 68 mil millones de pesos, es el amago de ruptura del Pacto Federal por parte de 10 gobiernos integrantes la Alianza Federalista, diciéndose resentidos por el desdén con que son tratados por el gobierno central, partiendo del principio constitucional de que los estados son soberanos y forman parte de una República federal por consentimiento propio. El objetivo primordial de la presente columna es enfatizar el beneficio del diálogo y de la concertación, evitando entrar en el espinoso terreno de la confrontación pública. ¿ Acaso la única manera de dirimir controversias entre estadistas es a sombrerazos? Con razón o sin ella, los gobernadores – emanados de 3 distintos partidos y un independiente- representantes de casi 40 millones de habitantes, receptores del 25% de los impuestos recaudados y 35% del PIB a nivel nacional, claman por sostener un diálogo con el presidente de la República para modificar el presupuesto federal de 2021, rehusándose éste porque “no hay materia, los está atendiendo el secretario de Hacienda y no voy a a permitir que utilicen a la institución presidencial, hay que cuidar la investidura, pero si tuvieran vocación democrática, tendrían que preguntarles a los ciudadanos de los estados que gobiernan. Les recomendaría que apliquen el mandar obedeciendo”. De entrada es notorio que ambas posiciones son discutibles y podrían dirimirse privilegiando el diálogo, sin tanta alharaca mediática, instigadora de compartidos exabruptos públicos. Esta disputa presupuestal no tenía porque trascender a las ocho columnas, existe un pacto de coordinación fiscal vigente desde 2007, toda modificación al mismo requiere una discusión técnica, cumpliendo con tiempos y protocolos, tendiente a imponer un nuevo sistema más equitativo en el cual los estados estén conformes con lo que aportan y a cambio reciben de la Federación.

La dinámica se repite, pueblo y no pueblo, somos mudos testigos de encontronazos políticos que inevitablemente nos polarizan, ¿cómo tomar partido a favor o en contra de una de las partes cuando desconocemos los pormenores de lo que se discute y además cuando lo más probable es que a ninguno le asista la razón absoluta? Al igual que en controversias pasadas, el Ejecutivo atribuye los narrados sucesos a una mera cuestión electoral, “Es tratar de sacar votos, si acusan al presidente, piensan que con eso van a tener muchos simpatizantes del sector conservador”. Y si el presidente convence, ¿no le favorece a Morena?

Lo dicho: Privilegiar la diplomacia:

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