El 7 de junio de 1951 los directores de los periódicos del país y el entonces presidente de la República Miguel Alemán Valdés instauraron el Día de la Libertad de Expresión para destacar la trascendencia para la democracia mexicana de una prensa libre e independiente.

La prensa libre desde entonces ha sido una realidad, la crítica al poder ha sido irrestricta, incluso mordaz. Columnistas, editorialistas y caricaturistas han resaltado errores y excesos, efectos y defectos de la clase gobernante. Ningún Presidente se ha visto exento de ser criticado, remedado caricaturizado, parodiado y hasta exagerado. El PRI fue criticado estando en el poder, incluso por intelectuales orgánicos hoy censurados. El Díaz Ordaz de Tlatelolco, el populismo y la devaluación del peso con Echeverría, la frivolidad de López Portillo, lo grisaseo de De la Madrid, la caída del sistema e ilegitimidad de Carlos Salinas, el error de diciembre y el Fobaproa de Zedillo, la frustración del cambio con Fox, la guerra contra la delincuencia emprendida por Calderón, la veleidad y corrupción con Peña Nieto. La prensa en lo general ni fue cómplice ni calló, ni se vendió ni se alquiló, ni fingió ni mintió. La publicidad gubernamental fue tan común como la privada, no tenía porque ser calificada como un ilegítimo intercambio de favores. Ninguno de los presidentes mencionados emprendió una abierta campaña crítica hacia la prensa ni contra los medios de comunicación, simplemente cada quién en lo suyo.

Andrés Manuel López Obrador, el más mediático y presente en el día a día nacional, suele lanzarse contra la por él apodada prensa fifí, hampa del periodismo, manipuladores, medios conservadores, pasquines al servicio del conservadurismo, los que muerden la mano de quien les quitó el bozal, prensa vendida, chayoteros. Sin embargo AMLO ha ofrecido no reprimir ni censurar como si se tratase de una generosa concesión. Recordemos el Art. 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión, este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones…” Este continuo e inusitado lenguaje despectivo y agraviante con que se lanza AMLO contra la prensa contrasta con su estrategia habitual, él es el atacado, “desde Madero no se criticaba tanto a un Presidente”, apoyándose en la también por él considerada máxima del hampa del periodismo de que la calumnia cuando no mancha, tizna, es decir, una mentira repetida tiende a convertirse en verdad. Obviamente dicha máxima podría ser aplicada de ida y vuelta.

Esta vez AMLO se lanzó contra El Universal y el presidente de su Consejo de Administración, diario con tradición y respeto que se remonta a casi 105 años atrás, profiriendo: “No vamos nosotros a darle dinero en publicidad a su periódico como recibía de los anteriores gobiernos, a los que sólo les aplaudía y les quemaba incienso”. Articulistas y columnistas de este diario suscribimos nuestra respuesta al respecto, aseverando que El Universal no da línea a sus colaboradores, cada uno somos responsables de nuestra pluma y el único interés que nos mueve es la información y el análisis de la realidad para nuestros lectores.

Suficientes problemas que resolver, para añadir otros innecesarios.

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